Los límites de mi lenguaje, en tiempos de la tecnología
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La capacidad de nuestro lenguaje influye en la comprensión y percepción del mundo que nos rodea y más con la formación intelectual que están teniendo las nuevas generaciones
El título de esta entrega está basado en una potente idea del filósofo y lingüista austriaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951), quien afirmó “los límites de mi lenguaje son también los límites de mi mundo”, concepto que refleja la idea de que las limitaciones de nuestro lenguaje en mucho determinan los límites de nuestro pensamiento, de lo que podemos conocer y comprender; es decir, que el lenguaje influye, para bien o para mal, en nuestras capacidades cognitivas, en esos procesos mentales y habilidades que utilizamos para adquirir, procesar, almacenar y aplicar información y en la forma que estructuramos y expresamos nuestras ideas. Según Ludwig, la capacidad de nuestro lenguaje influye en la comprensión y percepción del mundo que nos rodea.
Lo anterior viene a colación debido al tremendo deterioro que padece nuestro idioma, de nuestro lenguaje.
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Para darnos una idea, según la Real Academia Española, existen alrededor de 93 mil palabras en nuestro idioma; sin embargo, de todas esas palabras los adultos, para comunicarnos cotidianamente, solamente utilizamos entre 500 y mil palabras; los hablantes “cultos”, suelen emplear alrededor de 5 mil vocablos; sin embargo, los jóvenes utilizan solamente un 25 por ciento; es decir, unas 250 palabras, realidad que rápidamente se sigue erosionado debido al uso de la tecnología, concretamente como consecuencia del apego a las redes sociales.
Estamos perdiendo el lenguaje y por tanto la capacidad de nuestro pensamiento disminuye silenciosamente, porque las palabras son el vehículo del pensamiento; lo grave es que si no hay palabras no hay ideas para compartir, con lo cual, implícitamente, podríamos estar perdiendo la capacidad de ser libres, de inventarnos hacia adelante. No saber decir, es como no saber pensar. No saber decir es como desaparecer del ámbito de los encuentros humanos significativos.
El lenguaje brinda la capacidad de inventar cosas nuevas, como es el caso de la palabra “Google”, que se creó hace poco tiempo y que luego derivo el verbo “googlear” y el adjetivo “googleable”, mismo que refiere a algo que puede ser buscado en la red.
ENTONCES...
Sin lenguaje, en la concepción aristotélica, seríamos más animales y menos racionales, dado que se limita nuestro propio universo.
Por ejemplo, en relación con la definición del tiempo decía San Agustín: “sin embargo yo sé lo que es el tiempo, pero lo sé sólo cuando no tengo que decirlo, cuando no me lo preguntan, lo sé; cuando me lo preguntan, no lo sé”. Ejemplo concreto de que, en ocasiones, cuando se nos pregunta algo posiblemente sepamos lo que es, pero quizás no los sabemos explicar; esto demuestra los límites de nuestro lenguaje... y de nuestro propio mundo.
EFECTOS NEGATIVOS
En este sentido, en las conversaciones en las redes sociales, es difícil transmitir emociones con la misma riqueza que en las conversaciones presenciales; por ejemplo, los emojis que solo transmiten emociones, pero no implican el procesamiento de pensamientos, ni tampoco necesariamente generan una conexión emocional auténtica.
Las palabras escritas o las imágenes pueden no capturar del todo el tono y las emociones detrás de un mensaje, lo que pudiese provocar que las personas, poco a poco, perdamos la sensibilidad, la empatía y la compasión hacia nuestros semejantes.
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A diferencia de las conversaciones cara a cara, donde se puede recibir retroalimentación inmediata a través de expresiones faciales y lenguaje corporal, en las conversaciones en línea esta respuesta puede ser limitada o retrasada, provocando barreras para comprender el contexto y los alcances de los mensajes.
Al perderse matices, el lenguaje es más directo, más breve, más conciso, más informal y las frases son más simples, inclusive con abreviaturas, limitando el juicio y las posibilidades de conocer o crear encuentros humanos realmente significativos.
Además, en las redes los acontecimientos se suceden rápidamente sin dejar una marca profunda, ni tampoco experiencias profundas. El lenguaje en estos medios es limitativo, superficial e indiferente, aparte de las barbaridades ortográficas que son comunes observar en esta clase de comunicación.
En las redes, como diría Erick Fromm, se prioriza el “estar” que contempla cambio en el tiempo, sobre el “ser”, que implica continuidad en el tiempo.
En general, el lenguaje utilizado en las redes sociales carece del compromiso que ayuda a vincular presente y futuro, derechos y responsabilidades. Pareciera que su esencia estriba en el rechazo a la continuidad y permanencia, promoviendo, más bien, la preferencia por el cambio e inmediatez.
Parafraseando a Byung-Chul Han, en las redes sociales las cualidades como paciencia y resistencia no están de moda y la identidad demasiado consolidada se ve como un obstáculo o carga.
MAL TEMA
En los mexicanos nuestro límite del lenguaje quizá lo refleje nuestra falta de interés por la lectura, como lo demuestra una investigación del Inegi que manifiesta que, entre 2016 y 2023, el porcentaje de la población lectora en el país ha decrecido 12.3 por ciento (pasó del 80.6 al 68.5 por ciento), pero durante el último año este descenso ha sido el más pronunciado del último lustro.
El estudio sostiene que la población de 18 años en adelante leyó un promedio anual de 3.4 libros entre 2022 y 2023, lo que significa que hubo una reducción en el hábito lector, considerando que el reporte anterior daba cuenta de un promedio de 3.9 libros leídos.
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El hecho es que las escuelas, en general, no impulsan el hábito de la lectura, ya que según el 59.5 por ciento de la población no lectora no fue motivada a asistir a las bibliotecas, además el 79.7 por ciento dijo que sus padres o tutores no leían y el 60.7 por ciento no tenía en sus casas libros distintos a los de texto.
También, el Inegi encontró que el 78.3 por ciento de la población que lee, sólo el 24.6 por ciento entiende completamente lo leído, el 16.4% entiende la mitad y el 5.3 por ciento comprende casi nada; el número más alto de comprensión fue un 53.7 por ciento, afirmando que comprenden la mayor parte de lo leído, pero no todo. Lo que coincide con lo dicho por Ludwig Wittgenstein.
Para rematar, según la UNESCO México ocupa el lugar 107 de 108 países en el índice de la lectura mientras que, por ejemplo, cada finlandés lee una media de 47 libros al año.
SIN DUDA
Por otro lado, cabe mencionar que el lenguaje es un componente esencial del desarrollo económico. No solo facilita la comunicación y la colaboración, sino que también influye en la educación, la innovación, el emprendimiento, el comercio y muchas otras áreas clave en la economía moderna. El uso efectivo del lenguaje puede contribuir significativamente al crecimiento y la prosperidad de una sociedad.
Existe evidencia científica que demuestra la fuerte correlación que tienen las habilidades cognitivas de la población, con sus ingresos individuales y el desarrollo económico.
AUMENTAR
Nuestro vocabulario puede aumentar significativamente si elevamos nuestro nivel educativo. Indudablemente, la lectura, la formación y el ámbito en el cual socializamos pueden también coadyuvar a ganar más y más palabras mejorando así el caudal de nuestro léxico.
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Leer una amplia variedad de libros, revistas, artículos y otros tipos de escritura nos expone a palabras nuevas y contextos diversos. La lectura también mejora la comprensión del contexto en el que se usan las palabras, ampliando las fronteras de nuestro mundo.
DEFENSA
Creo que nuestra capacidad expresiva y el lenguaje como comunión con nuestros semejantes reafirma nuestra propia identidad y amplia nuestro propio universo, por ello hay que respetar, defender y custodiar nuestro idioma. Legar a las nuevas generaciones el lenguaje y el poder de las palabras es un testamento cultural inmaterial que no tiene precio.
El lenguaje es la esencia de la comunicación humana y un vehículo que transmite la identidad, la historia, las tradiciones y los valores de un país.
Por ello, concuerdo con el escritor español Pedro Salinas Serrano: “¿Tiene derecho ninguna generación a descuidar o abandonar esta santa misión transmisora de su lengua, por flojedad o por inconsciencia? ¿Puede una generación aceptar la cínica postura de legar a sus hijos menos patrimonio espiritual que el que recibió de sus padres?” Creo que no.
cgutierrez@tec.mx
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