Los mexiquenses quieren su propia 4T: ganará Delfina

Opinión
/ 7 mayo 2023

Justo antes del primer debate entre Delfina Gómez, la candidata de Morena para la gubernatura del Estado de México, y Alejandra del Moral, la abanderada de la oposición PRI-PAN, varios priistas me dijeron −muy sonrientes y hasta eufóricos− que estaban convencidos de que Del Moral alcanzaría en las encuestas a la morenista. No solo eso, auguraron que la priista terminaría triunfando en los comicios del próximo 4 de junio.

Les dije que estaban leyendo mal todos los datos disponibles: encuestas, calificaciones de gobierno, mítines, recursos, contactos a ras de suelo. El humor social, pues. Les advertí que, a pesar de que parecía una mala candidata, la exsecretaria de Educación conectaba con la mayoría de la gente, todas esas personas hartas del interminable priismo mexiquense que jamás permitió una alternancia en su último reducto electoral de gran magnitud, pero no me hicieron caso.

¿Por qué habrían de hacerme caso? Yo qué demonios sabía si siempre critiqué severamente a los Peña Nieto, a los Eruviel Ávila, a los Arturo Montiel, a los César Camacho, a los Chuayffet, y a otros lindos y distinguidos especímenes de la casta priista del siglo pasado. Apelaron al orgullo priista, a la tradición mexiquense de su partido, a la invencibilidad del terruño de Carlos Hank González y de las demás estirpes locales del PRI, y sonrieron como si estuviéramos en los años setentas de López Portillo.

Ya no los refuté. Me dieron ternura política. Están en vías de extinción y no se percatan. No asimilan que la marca PRI vale un peso de los devaluados, no de los de ahora, y que casi no valdrá nada luego del 4 de junio. Nadie compra ya la marca PRI. Lo que les resta a los priistas es apergollar su alma a la elección de Coahuila (la cual ganarán: el candidato de Morena es impresentable), y hacen bien, porque eso es casi todo lo que les queda: de ser un partido de Estado, se convirtieron en un partido municipal.

Los más ultras entre ellos me dicen que sus esperanzas están asidas a la certeza de ganar el segundo debate (18 de mayo), de noquear a Delfina. Se trata de un acto de fe para que ocurra un milagro. Salvo que tengan una bomba mediática guardada, o que ocurra algo insólito, la verdad es que, cuando faltan cuatro semanas para la elección (políticamente es apenas un suspiro), no tienen nada que hacer.

Por eso ya no están nerviosos sino desesperados. Y están fuera de sí porque su estrategia fue errónea: apostaron todo al primer debate, creyeron que la maestra, la protegida de Andrés Manuel López Obrador, se resquebrajaría durante aquella primera esgrima, ya que la estrategia de la aspirante opositora era ser muy agresiva: consistía en hablar muy recio, denunciar a Delfina como una persona corrupta, y exhibirla como alguien poco articulada, dubitativa, incapaz, y hasta ignorante. Del Moral se balanceaba temerariamente en el delgadísimo lindero entre el cuestionamiento válido y el racismo soterrado, mientras que Gómez se aferraba a una ecuación muy simple: soy aliada del Presidente y les vengo ofreciendo su 4T mexiquense.

¿Qué sucedió? Delfina amplió sus intenciones de voto. De acuerdo a la más reciente encuesta de El Universal, publicada el martes pasado, la morenista tiene ¡60 por ciento! de intenciones de voto, y Del Moral 40 por ciento. Una reverenda paliza de veinte puntos de diferencia que es imposible remontar en cuatro semanas: Delfina tendría que perder cinco puntos porcentuales por semana y que éstos fueran a parar a Del Moral.

¿Por qué ganará Delfina? Lo dije al principio, pero se lo documento con cifras: a la pregunta de qué es mejor para el Estado de México, siete de cada diez mexiquenses (74 por ciento) responden “que haya un cambio de partido en el gobierno” y sólo un pírrico 21 por ciento (la base dura del PRI y del PAN) contesta “que siga gobernando el PRI” (https://bit.ly/42aKXaz).

Quieren su 4T local. Y la van a tener.

@jpbecerraacosta

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