Los objetos falsos y el dominio de uno mismo
Es claro que almas libres que cuestionan la corrupción y los excesos de la Iglesia organizada nunca serán aceptadas
Una caja llegó para mi hija desde Veracruz. Objetos adentro, cuerpos a los que les otorga cierta belleza el paso del tiempo. Allí, entre una multitud de formas y texturas: libros. Al tomarlos, me acerqué de nuevo a uno como quien se quita una venda de los ojos. Son los ensayos del filósofo y humanista francés Michel de Montaigne en el siglo XVI.
Estos ensayos que escribiera Montaigne y los concluyera su muerte, son de esas raras joyas del pensamiento que permiten conectarse con la dimensión finita de la persona humana.
En el capítulo cuarto, el cual tiene la siguiente frase de apertura: “Como el alma descarga sus pasiones sobre objetos falsos, cuando los verdaderos la faltan”, nos deja claro el desatino de las almas que divagan (divagamos) perdidas en orgullo, soberbia o en la incapacidad de abandonar ya una ofensa, ya un deseo oscuro, ya cierto poder.
Me llama la atención el siguiente párrafo: “Jerjes azotó al mar, y escribió un cartel de desafío al monte Atos. Ciro ocupó todo un ejército durante varios días en vengarse del río Gindo, por el temor que había experimentado al cruzarlo. Calígula demolió una hermosa vivienda por el placer que su madre había en ella disfrutado.”
Cuánta verdad que algunos espíritus niegan. Sin embargo, qué claro espejo. ¡Radiante! Cómo no gozarse de tales revelaciones. Son trozos exactos que producen una reflexión en el lector ávido.
Las cavilaciones de este francés tuvieron como marco un castillo. Y en la torre en donde escribía, resguardaba sus libros, sobre todo ejemplares en latín y griego. Ese espacio tiene frases en las vigas de madera que atraviesan su techumbre. Él gustaba de adornarlas con ellas. Pienso que no hay mejor destino para máximas, que sostener un techo para resguardar a alguien que escribe.
Montaigne tenía por lengua materna el latín, ello gracias a que su padre contrató un tutor que no conocía palabra alguna de francés -era de nacionalidad alemana- y las instrucciones del padre fueron claras: solo hablarle a su hijo en latín. Además, los integrantes de la familia y el personal de servicio tenían prohibido hablar con él en francés. Así, a los seis años hablaba latín a la perfección; luego comenzó a aprender griego y hasta el final, el francés. Es natural entonces, como algunos estudiosos aseveran, pensar que Montaigne pensaba en latín.
Las frases sobre las vigas, son máximas de antiguos autores, casi en su totalidad obtenidas de Los Adagios que escribiera el filólogo y teólogo cristiano Erasmo de Rotterdam en el 1500, en París. Por cierto, Erasmo fue considerado un hereje por el Concilio de Trento y condenado. Es claro que almas libres que cuestionan la corrupción y los excesos de la Iglesia organizada nunca serán aceptadas.
Bien, hay una frase que Montaigne trazó en esos maderos y quiero compartir: “La autarquía es el único placer justo”, esa frase fue trazada en griego: “ΑΥΤΑΡΚΕΙΑ ΠΡΟΣ ΠΑΣΙΝ ΗΔΟΝΗ ΔΙΚΑΙΑ”. La autarquía es el dominio de uno mismo y fue lo que le faltó a Jerjes, Ciro y Calígula cuando fueron tomados por sus despropósitos internos.
El vocablo autarquía proviene del griego aftarjia que significa poder absoluto; está compuesta por aftos, que quiere decir: sí mismo y arjo: yo mando. Es decir, el gobierno de uno mismo.