Los resentidos y el miedo al ostracismo
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Ostras apiladas unas sobre otras, esos eran los votos en la antigua Grecia para determinar si un ciudadano era peligroso para la polis. Se votaba con ostras y si se acumulaban las suficientes valvas (conchas), la persona en cuestión era literalmente desterrada. Y como somos seres gregarios, ¿quién soporta lúcidamente el destierro, ya sea de su país, de su ciudad o de su círculo cercano?
Ahora está en boga en la arena política y económica el mote de “resentidos” aplicado a quienes protestan o se inconforman por disposiciones gubernamentales, postulados públicos, formas de hacer negocios de las cúpulas, en fin. Se les dice resentidos a quienes con sus meras expresiones, argumentos o acciones son el contrapeso de decisiones ya instauradas como costumbres, políticas o quehaceres en nuestro país.
Raudamente para desactivar un argumento o un enunciado que no va acorde a los intereses de los privilegiados, se tilda a quien los expone, de resentido/a, y lo primero que ocurre es que emerge en quien recibe ese mote, el sentimiento de abandono y de expulsión social, o incluso deja de ser solo un sentimiento, se puede convertir en un verdadero aislamiento, en un dejar de recibir invitaciones tanto a hacer negocios, como a reuniones sociales.
De acuerdo con el diccionario, un resentido o resentida, es una persona que se siente maltratada por la sociedad o por la vida en general, o que muestra o tiene algún resentimiento. Entonces, alto. No mezclemos peras con habas. Escuchemos a la persona resentida que argumenta su incomodidad por el actual estado de las cosas en México, el cual sabemos es insostenible desde hace más de cinco décadas. Evidentemente hay maltrato generalizado a los más pobres; hay clasismo, racismo y compadrazgo, una clase trabajadora secuestrada con el pago de impuestos que nada más no alcanzan para hacer mejoras sustanciales a los campos de la salud, la educación y la agricultura, por el grado de corrupción imperante.
Y esta realidad lastima a las personas que se encuentran resentidas porque impacta su estar en el mundo, es decir, sus actividades. Y no es la vida en abstracto quien se las cobra o los maltrata, hay acciones específicas instauradas que provocan ese agravio, hay grupos de poder que no quieren perder lo ganado sobre bases inequitativas e injustas, y hábilmente desactivan cualquier crítica refiriéndose a los resentidos como los leprosos, mezclando así maquiavélicamente peras con habas. Y pues no, uno tampoco quiere tener lepra.
Además, a los resentidos, se les amontonan más frases como si fueran leños para una hoguera: que no trabajan lo suficiente y por tanto se desquitan con los que sí, que son flojos y por eso son resentidos, que si le echaran las ganas entonces tendrían el negocio del siglo. Estos silogismos horrendos, buscan preservar la estructura que genera las desigualdades. Y entonces sí, se busca que los resentidos se acostumbren a ser llamados gratuitamente resentidos, porque a fuerza de la repetición se vuelve una “verdad”, hueca por supuesto, pero “verdad” para los favorecidos que colocaron el mote.
Es curioso, pero nunca he visto que sea llamado “resentido/a”, alguien que goza de privilegios, que se sirve con la cuchara grande en los gobiernos o las empresas. Sería un sinsentido, ¿no? ¿O sería exacto llamarles resentidos a quienes buscan proteger sus condonaciones de impuestos o sus altas ganancias hechas a base de conocidos y se resisten a la aplicación de la ley? No. Evidentemente no.
Además, estos grupos de privilegio son quienes controlan discursos en medios y en redes sociales que para eso están los ejércitos de bots y las campañas pagadas, para lograr que aquellos, esos amargos resentidos, sí tengan un juicio mediático y moralino. ¿Y qué ocurre? Que de a poco, el silencio les invade, prefieren ser los que se callan en las reuniones familiares o sociales, a ser quienes dejan escuchar sus voces. El miedo, siempre el miedo al ostracismo.
El vocablo resentido está formado por el prefijo “re”, que significa “de nuevo o hacia atrás”, por el verbo procedente de la raíz indoeuropea “sent” que dice algo así como “tomar una dirección”, y por el sufijo “do”, que forma participios que refiere a que ha sido concluida una acción.
claudiadesierto@gmail.com