México... ¿cuento de hadas o de Hades?
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Quiero mucho a mi país. No dudo promover todo lo bueno que tenemos en México y defenderlo, en la medida de lo posible y razonable, cuando alguien quiere generalizar o estereotipar a México y a los mexicanos o cuando los titulares perezosos de los medios digitales e impresos, de aquí y de allá, lanzan ideas distorsionadas y distorsionantes sobre la realidad del país. No cabe duda de que México siempre ha sido un país interesante y fascinante; una nación de contrastes donde un día se puede ver algo maravilloso y al día siguiente descubrir que también tiene una descomposición social lacerante; con mucha gente buena y unos cuantos malos. Así es México, un país donde la misma persona puede un día decir “protesto guardar y hacer guardar la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen... y si así no lo hiciere, que la nación me lo demande” y otro día salirnos con “no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”. Tan fascinante (¿o extraño?) es nuestro querido país que hay quienes no se sorprenden e incluso les parece normal el nivel de cinismo y descaro con el que se conducen quienes están encargados de velar por procurar las condiciones que hagan que el anhelado sueño de “cumplir y hacer cumplir” leyes y reglamentos no sea sólo una frase hueca para una camiseta, o motivo de burla cuando el gobernante en turno nos vuelve a enseñar que en realidad las leyes y reglamentos son opcionales para él (ella) y sus amigos. Estamos hartos del nuevo sabor de cinismo, ineficacia y corrupción, pero en lugar de exigir o aspirar a que estos vicios se terminen, pedimos que regrese el sabor de cinismo, ineficacia y corrupción que teníamos antes. Es como un síndrome de Estocolmo mexicanizado. Nos urge estar “secuestrados” por alguien conocido y por las prácticas de siempre que tienen al país relativamente estancado cuando lo comparamos contra países que hicieron las cosas bien.
México bien pudiera ser material para un cuento, con diversidad de personajes y capítulos de acción, drama, comedia y tragedia. Cuando se habla de cuentos, es imposible no pensar en aquellos que tienen hadas. De esas que tienen poderes, varitas o polvos mágicos. Aunque generalmente son personajes buenos y queridos por la gente, las hadas eventualmente acaban por actuar con favoritismo hacia algunos, los que eventualmente son el personaje principal del cuento. Se podría decir que las hadas no necesariamente están preocupadas por la equidad, la democracia y por beneficiar a la mayoría, simplemente se deciden por ayudar a la Cenicienta, al Geppetto o al Peter Pan de cada historia. Todos creemos que algún día el hada pudiera voltear a vernos, pero solamente sobre unos cuantos caerá el favor o la concesión de los polvos mágicos, como cuando un gobernante reparte notarías, contratos sin licitar, leyes a modo, supervisión laxa, el beneficio de la vista gorda a sus cuates y todo el rigor de la ley (e incluso más) para los enemigos, los incómodos, los no alineados. Así, por décadas, el cuento sobre México, Inc. es una historia de hados padrinos con poder absoluto para hacer y deshacer “héroes” a nivel federal, pero también a nivel estatal. En el mundo de México, Inc., el cuento de “La Cenicienta” funcionaría ligeramente distinto. La Cenicienta somos todos los mexicanos; tenemos un país rico, pero nos conseguimos −otra vez− a la madrastra equivocada con unas hijas muy resentidas (Morena hoy; los otros antes) que se malgasta la fortuna del país “ayudando” a la Cenicienta. Muchos piensan que un príncipe de cuento de hadas es la solución, pero el príncipe en cuestión es el siguiente cuate, el siguiente “consejo asesor” formado de más cuates, que salen muy bien en las revistas, pero que a final de cuentas son sapos y sapos se quedarán, mientras en el Palacio del cuento manda el “hado-sapo” mayor que, a diferencia de un cuento normal, es capaz de convertir los carruajes en calabazas y a los seguidores más fieles en burros, mientras nos asegura que por el bien de su reino, primero Cenicienta.
¿Será que el cuento de México no es sobre hadas, sino sobre Hades? Y no es sólo un Hades, sino que ese es el puesto oficial que se han pasado de unos a otros por las últimas tres o cuatro décadas. Hades, dios de la mitología griega, gobierna el inframundo, es el más temido de todos. Descrito por Homero como un dios sin piedad, detestable y monstruoso. Habita en un oscuro palacio bajo tierra (¿se sigue hundiendo el Zócalo?). Se dice que se hacían sacrificios por las noches en su honor. Por eso los griegos evitaban pronunciar su nombre (¿tal vez se referían a él como “Ya Sabes Quién” o “YSQ”?). Me pregunto si cuando México fue creado, a alguien le preguntaron si quería tener hadas y se equivocó y nos mandaron Hades, o tal vez un poco de ambos; hadas para los favoritos y Hades con sed de venganza. Por lo pronto, si acaso se topan con alguna autoridad que les quiera infraccionar, sugiero traigan su camiseta que diga: “no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley” y háblenle de Hades y las hadas.
@josedenigris
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