Mirador 02/05/2024
La gente me pregunta si don Abundio existe en realidad. Claro que existe. Pregúntenme más bien si existo yo. De eso sí tengo alguna duda.
La otra noche, en la sobremesa de la cocina en la casa del Potrero, el viejo contó entre trago y trago de mezcal serrano un sucedido de doña Rosa, su mujer.
-Antes de que nos hiciéramos novios –relató– Rosa pasaba y volvía a pasar por donde estaba yo, para que la mirara. Un día su mamá la regañó. Le dijo: “No persigas a los hombres, Rosa. Las trampas no persiguen a los ratones”.
Doña Rosa se encrespa al oír eso. Dice entre dientes, enojada:
-Viejo hablador.
Don Abundio forma con índice y pulgar el signo de la cruz, lo besa y jura con solemnidad:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...
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