Pascua misionera en sierra Tarahumara
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Les disparan a quemarropa. Los dos sacerdotes caen con el perseguido. No suelen siempre llevar sotana los misioneros en esas serranías..
En la sierra visten como el que con ellos cae. El lugar es sagrado.
En la visión del que asesina son dos que están protegiendo, que se muestran resistentes, que están estorbando lo que el agresor quiere hacer con el arma que trae empuñada.
Vocifera. ¿Está drogado? Ha venido siguiendo al que huyó. Le quiere dar “su merecido” al que se ha metido aquí, ahora, buscando refugio.
Desesperado, el perseguidor mueve el dedo que abre el fuego. Salen las balas y caen los misioneros muertos junto con el que buscaba salvar su vida.
Arrastran y suben al vehículo los cuerpos y se van.
No es nada contra la fe o contra las personas consagradas. Han visto al que buscaban y a algunos que lo trataban de rodear y cubrir. Se sienten en su territorio. No hay vigilancia. Dejan los cuerpos por allá, después de recorrer algunos kilómetros. Siguen seguros de que no los agarrarán o que, si los capturan, algo les fallará en el proceso y quedarán libres por errores en el protocolo.
PAÍS DEL PUM, PUM
Desde los años universitarios en España ya se comentaba: “México es el País del pum, pum”. Proliferaba el humorismo cáustico: “¿Te gustan las flores?...pum, pum. Mañana te llevo un ramo”. O aquello de “Oye, ¿cuánto pesas? Peso setenta kilos... pum, pum ¡y dos onzas!”. O el comprador que dice al propietario: “Me vendes tu terreno o mañana me entiendo con tu viuda”. Y también el ladrón con revólver diciendo: “O me das plata o te doy plomo”.
Y en esos tiempos ni había estadísticas de asesinatos, pero, por las películas de charros matones, ya había fama de que este es un País de rompe y rasga, con disparos de balas a discreción.
LLEGAR DESPUÉS
De repente llega tropa.
Parecen muchos. Pero no puede cada uno ser el guardaespaldas de un poblador. Sólo unos cuantos −de los moradores de caseríos− podrían andar con guaruras.
Hay armas en muchas manos violentas. Cualquier impaciente puede acabar
con una vida. Y no faltan profesionales del pasar “matar y adiós” para ganarse
la vida.
Es una ruda enredadera que ha crecido demasiado. No se atendió a tiempo su impulso trepador. Parece un virus con muchas variantes y múltiples síntomas. Logra evadir a los anticuerpos policíacos y militares, burlando estrategias y tácticas.
‘NO MATARÁS’
No resuena en muchas conciencias el quinto mandamiento.
Donde se legaliza matar lo inocente, queda vulnerable lo profano y lo sagrado.
Se requiere un cambio de mentalidad.
Las verdaderas transformaciones no pueden ser sólo periféricas, superficiales, mejorando fachadas. El problema es de educación, de elevación humana, de humanización y evangelización.
Cualquier estructura resulta inoperante si las personas no se renuevan. Una generación puede construir lo gigantesco para el desastre si su espíritu no descubre su destino trascendente.
“No matarás” es un mandamiento de la ley natural que fue esculpido en el decálogo de la revelación. Nuestra civilización está matando todos los días a millares de vidas.
No sólo por magnicidios o sacrilegios, sino por no considerar intocable la vida humana inocente, pequeña, indefensa, empobrecida y descartada.
Siempre resuena la voz de la esperanza: El respeto a la vida humana puede surgir ya, aquí y ahora, en el corazón de muchos...