México tiene un serio problema de flujo de recursos, con un desenlace incierto que camina en medio del fuego. Es terriblemente paradójica esta situación porque ni hay dificultades con la macroeconomía, ni nos encontramos en una crisis. El problema, quizás el más grande que tiene hoy en día el país, se llama Pemex, un pozo sin fondo en donde el presidente Andrés Manuel López Obrador está necio en seguirle inyectando dinero para tratar de recomponer lo que, con su política de los 80’s y su financieramente incompetente director, va a ser imposible enderezar. Peor aún, no es algo lejano que la caja se quede sin dinero.
Los síntomas de la crisis que nos cubre, aunque la mayoría no se dé cuenta, ya llegó. Brotaron la semana pasada, cuando Pemex incumplió con un pago de mil 200 millones de dólares a Schlumberger, la empresa de servicios y yacimientos petroleros más grande del mundo, que prendió alertas por todos lados. Fuentes de la industria señalaron que Schlumberger comenzó a vender sus cuentas por cobrar y le informó a Pemex Exploración y Producción que si no pagaba los adeudos de junio a septiembre, iniciaría el paro de operaciones gradual.
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La empresa tiene operaciones de las cuales depende más de la mitad de la producción de Pemex, lo que muestra claramente la gravedad de lo que está sucediendo en el sector, con un impacto directo en la producción de petróleo y reservas. Halliburton, otra de las grandes compañías petroleras del mundo y el segundo acreedor de Pemex, estaba considerando tomar medidas similares a las adoptadas por Schlumberger, porque los compromisos de pagos también se incumplieron.
Weatherford, el séptimo acreedor más grande de Pemex, al que le deben unos 4 mil millones de dólares y no le pagaron, notificó a la empresa que si para el 15 de diciembre no recibía un pago sustancial de lo adeudado, realizaría un paro gradual de operaciones. Baker Hughes, el tercer acreedor de Pemex y en donde trabajó el hijo mayor de López Obrador, se encuentra en la misma situación que las anteriores, con pagos pendientes por 8 mil millones de pesos, pero de acuerdo con las fuentes de la industria, no está considerando la suspensión de actividades.
A mediados de esta semana se reunió la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios Petroleros, para discutir específicamente el tema de Schlumberger, y acordaron -con excepción de Baker Hughes que optó por mantenerse al margen de una acción colectiva-, que ninguna de las compañías aceptaría tomar los servicios que dejó de proporcionar Schlumberger, así como proteger que las cuentas de los miembros de la organización gremial, no sigan incrementándose.
La deuda de Pemex con proveedores y contratistas es de 96 mil millones de pesos, reportó ayer El Financiero, que representa un aumento de 102% al cierre de octubre, un salto de casi 70% con respecto a los adeudos al cierre de septiembre. Los adeudos totales con los prestadores de servicios en Pemex Exploración y Producción suman 70 mil millones de pesos -del total de adeudos reconocido por la empresa-, de los cuales 47 mil es con afiliados de la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios Petroleros.
La Secretaría de Hacienda ha estado tratando de sofocar el fuego del incumplimiento de Pemex, y según fuentes de la industria, comenzó a negociar con varios bancos para obtener un préstamo o factoraje para liquidar los adeudos del periodo junio-septiembre, que ascienden a 23 mil millones de pesos, pero aún no tiene respuesta. El director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, también buscó a bancos para ofrecerles bonos de deuda, sin éxito hasta el momento. Hay mucha desconfianza en los bancos sobre los bonos de Pemex, a los que prácticamente describen como basura, por las pérdidas que ha tenido la empresa -reducción de la plataforma petrolera y de ingresos-, y anteriores colocaciones de bonos de deuda han tenido un decreciente entusiasmo.
No ha ayudado la incompetencia financiera de Romero Oropeza, amigo e ideólogo de López Obrador por más de 30 años, que ha quedado exhibida en sus pláticas con bancos, según dijeron fuentes vinculadas a las instituciones. Pero su mala imagen como administrador no solo está fuera, sino dentro del gobierno. La impericia ha provocado una enorme molestia del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, quien ha tenido que acatar las instrucciones del Presidente, pese a sus objeciones, para inyectar recursos a Pemex sin importar de dónde los saque.
Tirar dinero a la empresa causó un hoyo fiscal de alrededor de 350 mil millones de pesos. Diferentes mecanismos para incrementar los ingresos en Pemex no han fructificado, que se combinó en los últimos días con las consecuencias de un error de programación financiera para el pago de la deuda soberana de México a principio de semana, que obligó a barrer las tesorerías del gobierno federal para enfrentar el vencimiento. La columnista de El Financiero, Lourdes Mendoza, registró el lunes el rumor en la industria de que para el pago de la deuda soberana, Hacienda había detenido todos los pagos a proveedores de Pemex, lo cual se fue confirmando en la prensa económica en estos días.
En Hacienda han hecho esfuerzos mayores por las exigencias de López Obrador, para generarle liquidez a Pemex sin recurrir a la capitalización de mercado, como inyecciones directas de dinero y una reducción de impuestos. Tampoco ha funcionado. Lo que podría darle la vuelta a Pemex, de acuerdo con expertos, es que López Obrador diera un giro radical a su posición para que las compañías petroleras entraran a México a explorar, perforar y producir petróleo, como estaba previsto en la reforma energética del presidente Enrique Peña Nieto, que le habría dado los ingresos para estar operando sin dificultades ni provocar presiones sobre la economía nacional.
Esto, sin embargo, no va a pasar. El Presidente seguirá instruyendo al secretario de Hacienda que inyecte recursos a Pemex, lo que irá dificultando cada vez más el manejo financiero, dejando como única posibilidad el endeudamiento, o el colapso.
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