Pensamientos ominosos
Algunas imágenes asaltan la mente en los momentos menos adecuados
Hace años trabajé en un colegio católico. Además de preparar las clases, tuve que aprenderme oraciones para cada ocasión. Todos los alumnos, por más inquietos que fueran, se comportaban al momento de orar. Estudiantes y maestros recitaban en voz alta, todos al mismo tiempo; había oraciones de versos octosílabos con rimas consonantes, lo cual le daba un atractivo fonético al ritual.
Era agradable ser parte de un grupo de personas que hacen y piensan lo mismo a la vez, aunque no estoy seguro si ellos pensaban lo mismo que yo, porque en una oración que termina con “ampáranos gran señora”, en lugar de pensar en la Virgen yo pensaba en la Jenny Rivera con su ajustado vestido azul de mariposa de barrio.
Me disgustaba que al decir la “gran señora” comenzaba a reírme y me sentía ridículo al hacerlo ante mis alumnos, qué ejemplo tan malo para cada uno de ellos. Quería borrar a la mujer de mi cabeza pero era algo difícil porque “donde pisa una leona no deja huella una gata”, así que tuve que pensar en otra opción: en lugar de imaginarla cantando ”y baaaaaasta yaaaaaa, de tu inconsciencia de esta forma tan absurdaaaa”, la recordaba cantando “paloma negra paloma negra, dónde dónde andarás”, (y la cantante le daba un trago al tequila mientras lloraba la traición de su hija y de su esposo que tuvieron relaciones íntimas <te odiamos Chiquis Rivera, nunca tendrás la carrera de tu madre ni aunque ganes La casa de los famosos>).
Entonces yo decía “Ampáranos gran señora” y pensaba en Jenny pero ya no me reía porque hay que ser muy hijo de la ching@da para burlarte de alguien que sufre por amor, así que ponía mi cara de tristeza y todos pensaban que estaba muy metido en la oración pero no, era una estrategia para darle gusto a mi mente y a la seriedad que ameritaba la misa. Fue de esa manera que logré aprenderme las oraciones, cada una asociada a un personaje distinto, ya después les contaré de las demás.