Fantasmas de las deportaciones masivas

Politicón
/ 26 febrero 2017

En el asunto hay, al menos, dos voces: la de quienes ven en el horizonte un problema para el que no se tiene (ni tendrá) la capacidad de respuesta y la del grupo que espera la noticia oficial para iniciar los trabajos. Ahí está el debate de lo que, dicen algunos, será una llegada masiva de deportados.

¿Alguien sabe qué estará por suceder? 

El espectador de la noticia fronteriza estará, a estas alturas, ahogado por novedades y cables que dicen mucho de todo: desde la inminente construcción del muro hasta una resolución de usar la frontera México-Estados Unidos a manera de vertedero de quienes no son ni de aquí ni de allá. ¿Qué de todo esto es verdad? ¿Hasta qué grado?

Un grupo de obispos y abogados, ha trascendidos en medios, se está reuniendo para definir estrategias y acordar acciones “como reacción a una frontera caliente y llena de deportados” (VANGUARDIA, 24 febrero 2017). Algo sabrán quienes están en el tema. 

No es un asunto de la actual administración norteamericana, coinciden todos. 

El asunto parece ser más una tendencia que se ha venido construyendo desde hace años, en una administración con carisma, pero con puño de hierro. Ahora, sin aquello, sólo queda lo otro y los ánimos no tienen más remedio que crisparse como autodefensa.

De suceder como aseguran las visiones menos optimistas, el asunto no es menor. Ya al día de hoy, las franjas fronterizas entre los dos países son una bomba de tiempo.

Seres humanos que no pueden seguir, no quieren o no pueden regresar y poco hacen por integrarse a la comunidad, son en automático tierra fértil para la trata de personas, el traslado de drogas, la violencia y las enfermedades. Y aquí, cuidado: no es un señalamiento para el desprecio, sino un llamado a la consciencia.

Los estados fronterizos, en un nivel menor al de sus propias fronteras, están viendo cómo sus calles y parques comienzan a llenarse por quienes ya perdieron esperanzas. Seres humanos sin un lugar para vivir, sin comida ni servicios fijos de salud y asistencia. Y por cada persona que se ve mucho, otros estarán ocultos, invisibles, queriendo seguir su camino o haciendo de su prioridad no ser encontrados por la autoridad, la delincuencia o los dos.

Tal y como se está ahora, la respuesta pública al asunto migrante queda debiendo. De parte de los esfuerzos privados (en el panorama, dicho sea de paso, lo más destacado de la historia) hasta los trabajos más consolidados resultan insuficientes; la autoridad, parece, reduce su papel a traslados y asistencia paternalista algo menor a poco oportuna.

Ya se sabe que algo se planea desde las arenas de la fe, trasladándose al campo de la acción. Habrá que poner atención para conocer el llamado, sumar esfuerzos y reconocer el interés por ser voz que se escuche. Bien ahí. Pero se sabe desde ya, será insuficiente: ¿qué hay con lo terrenal, con los gobiernos de estos tiempos?

Se habla de un fondo extraordinario, repartido entre los estados fronterizos. Pero dinero sin plan eleva la tentación y poco resuelve. Están como a la espera de algún anuncio oficial para algo que ya empezó.

Coahuila, desde su Gobierno, pudiera no ver el asunto migrante con tanta relevancia como lo hacen en Baja California o Tamaulipas. El flujo en estos estados es mayor.

Y, por su fuera poco, los que todavía están, ya tienen pocos días con (ese) trabajo seguro: lo que interesa tiene nombre electoral.

@victorspena

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