Fiesta cívica de Saltillo, la escena de la libertad
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A las ya tradicionales festividades en conmemoración de la fundación de Saltillo el 25 de julio, el gobernador del estado, Miguel Riquelme Solís, acaba de añadir, con toda pertinencia, una fecha más al calendario cívico coahuilense del mes de julio para que se reconozca un acontecimiento importante sucedido en Saltillo en relación con la Independencia de México.
En ceremonia oficial en Palacio de Gobierno el día 23, el gobernador le hizo entrega al presidente de la Junta de Gobierno del Congreso del Estado, diputado Eduardo Olmos, de la iniciativa que decreta fiesta cívica de Coahuila el 2 de julio con motivo de que en la madrugada de ese día de 1821, los saltillenses juraron la independencia de la Corona Española.
No faltará quien piense que no tiene nada de extraordinario que la ciudad haya jurado entonces su independencia, puesto que en 1821 México la obtuvo después de 11 años de perseguirla en cruentas luchas de insurgentes contra los ejércitos realistas que defendían el régimen colonial impuesto por España desde hacía ya tres siglos.
Lo extraordinario es que Saltillo se adelantó en la jura de la independencia. Si no a todos los pueblos villas y ciudades del virreinato, por lo menos a todas las localidades ubicadas en los territorios del norte. Esa gran franja incluía las poblaciones llamadas frontera de tierra adentro, porque eran las últimas y más allá sólo había tierra. Ubicadas tan lejos de la capital del virreinato, estaban prácticamente abandonadas a su suerte. Las autoridades no atendían sus necesidades y sus habitantes debían sobrevivir sin su ayuda, mantener sus propios destacamentos militares y defenderse de los ataques constantes de los antiguos pobladores. Sin embargo, estaban obligadas a pagar las altas alcabalas o impuestos que exigía la Corona. Administrativamente formaban las Provincias Internas y se dividían en las de Occidente y las de Oriente. Estas últimas incluían los actuales estados de Coahuila, Texas, Nuevo León y Tamaulipas, y su comandante general era el brigadier Joaquín de Arredondo, con residencia en Monterrey.
Al enterarse que Saltillo simpatizaba con la independencia, Arredondo envió al teniente Pedro Lemus con un destacamento militar para controlar a Saltillo, pero Lemus era partidario de los independentistas y dio su apoyo al regidor González para que convocara al ayuntamiento el 1 de julio y proclamara la independencia que buscaban los saltillenses. Arredondo había mandado más tropas al mando del teniente Nicolás del Moral con la orden de permanecer apostados en el camino de Los Muertos para auxiliar a Lemus en caso de rebelión. Del Moral avanzó a Saltillo cuando se enteró de la convocatoria, no para atacar a la población sino para unirse al movimiento libertario. La noche entre el 1 y 2 de julio de 1821, mientras el ayuntamiento declaraba la independencia y tomaba las medidas necesarias para separarse legal y jurídicamente de la Corona Española, el pueblo y las tropas permanecían afuera del lugar donde siempre, y aún ahora, ha residido la autoridad.
Declarada la Independencia y nombrada la nueva Junta Gubernativa, pueblo y autoridades juraron la independencia en la plaza, que desde entonces lleva el nombre de Plaza Independencia, aunque tradicionalmente se le llama plaza de Armas. Ahí nació Saltillo a la libertad el 2 de julio de 1821.
La artista Elena Huerta pintó la escena en su gran mural de Saltillo: las armas al suelo, soldados en uniforme realista y guerrilleros insurgentes, el regidor que lee el documento a la luz de la antorcha sostenida por un niño; hombres y mujeres que escuchan; más allá un músico toca el arpa y otro tañe la guitarra, un saltillense con sarape al hombro bebe en un jarro, otro en un pocillo de peltre… La de Elena Huerta es la única expresión visual que se conoce del momento en que la población de Saltillo nació a la libertad el 2 de julio de 1821.