Grandes mentiras y grandes mentirosos en la historia
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En el rancho se cuenta una historia acerca de don Abundio.
Quien más suele contarla es su señora, doña Rosa.
El viejo oye esa relación y se enfurruña, y dice que el relato “es falso de toda falsedad”. Pero todos en el Potrero afirman que es verdad, y ríen siempre al escucharla.
Según la narración, cierto día estaba don Abundio haciendo números, dificultosas operaciones matemáticas que lo afanaban y no le salían bien. Echaba tachaduras y borrones; mojaba una y otra vez con la punta de la lengua la punta de su lápiz; hacía sumas y restas, y divisiones y multiplicaciones, y la cuenta de lo que ese año había vendido de maíz no le salía.
Para colmo, en ese momento salieron los niños de la escuela, y se juntaron al pie de la ventana de la habitación donde el señor se afanaba con sus números. Las risas y gritos de la chiquillería le quitaron la concentración y lo encalabrinaron.
Asomó la cabeza por la ventana don Abundio, y les dijo a los chamacos:
-¿No saben la nueva novedad, muchachos? En el arroyo anda volando una víbora con alas. Le sale lumbre por los ojos, y arroja por el hocico fuego y humo.
Corrieron todos a contemplar aquella maravilla. Muy satisfecho por la ingeniosa estratagema que le había devuelto el silencio y la paz se concentró de nuevo don Abundio en sus enrevesados cálculos. Y ya le iban saliendo cuando escuchó pasar tropel de gente.
-¿Qué sucede? -le preguntó por la ventana a uno que se apresuraba.
-Dicen que anda volando una víbora en el arroyo. Todo el rancho va a verla.
Se rio para sus adentros don Abundio. Pero todavía no se había sentado en su sillón para seguir en su tarea cuando oyó que su esposa y sus hijas salían también corriendo de la casa.
-¡Ven, Abundio! -le gritó desde la puerta su mujer-. ¡En el arroyo anda una víbora con alas!
-Gente tonta -volvió a decir por lo bajo don Abundio.
Iba a volver a su trabajo, pero oyó que alguien lo llamaba por la ventana. Era su compadre Santos, señor de mucha edad, prudente y entendido.
-Compadre -le dijo este señor don Santos-. En el arroyo anda una serpiente alada. Muchos la vieron ya, y dicen que cosa como ésa nunca se había visto por aquí. ¡Ande, vamos a verla!
Vaciló don Abundio. Lo de los niños, los muchachos y las mujeres era una cosa, pero si aquello se lo decía su compadre Santos, eso ya era otra cosa. Dejó el lápiz, agarró el sombrero y fue corriendo con todos los demás a ver la víbora. Mientras corría iba diciendo:
-Hay que ir, qué caray. Nunca se sabe.
Don Abundio se enoja mucho cuando le repiten esa historia. Dice que es falsa de toda falsedad, y que quienes la cuentan son unos habladores.
Yo también pongo en duda aquello de la víbora con alas. Pero… Caray… A lo mejor… Nunca se sabe…