La importancia de los primeros años de vida
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Dicen los expertos, y dicen bien, que si cambiamos el comienzo de la historia, cambiamos la historia entera.
O como lo expresó Jack P. Shonkoff, Director del Centro para el Desarrollo del Niño de la Universidad de Harvard: “Son los primeros años de vida, el momento oportuno para invertir en el futuro de nuestros países, economías y comunidades”.
La realidad, sin embargo, nos muestra que las y los niños mexicanos no tienen satisfechas ni sus necesidades más básicas.
El tiempo corre y no nos hemos detenido a repensar cuál es el papel del Estado en el diseño y operación de las políticas públicas en torno a la atención de la primera infancia.
Y es que los datos son alarmantes, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), refirió que México ocupa el primer lugar en el tema de violencia física, abuso sexual y homicidios cometidos en contra de menores de 14 años.
Este preocupante primer escaño de entre las 33
naciones que la conforman, confirma que el maltrato infantil va a la alza en nuestro país, donde más de cuatro millones de niños son víctimas de abuso sexual y un alto porcentaje de ellos ha sido atacado en su entorno inmediato.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), reveló que de los casi 40 millones de niños, niñas y adolescentes que viven en México, más de la mitad se encuentra en situación de pobreza.
Ante este panorama, existen países que no han sido omisos ante los preocupantes indicadores. Es el caso de Chile Crece Contigo, esquema que integra una serie de servicios de atención materno infantil que acompaña a los niños, niñas y sus familias desde el primer control prenatal hasta su crianza. Se apuesta pues, a romper los ciclos de pobreza y exclusión social desde los primeros años de vida.
En México, pese a los estudios, análisis y propuestas de expertos, los programas para niños y niñas y su desarrollo siguen careciendo de presupuesto suficiente y su ejecución no cumple con los estándares de calidad ideales.
Si bien es cierto que es necesario y sano revisar cómo funcionan los diferentes modelos que actualmente se encargan de la atención a la primera infancia, no menos cierto es que esa revisión debe hacerse a la luz de la evidencia de los beneficios u objetivos alcanzados en el desarrollo de los menores de edad y la profesionalización que han alcanzado los responsables de estos centros, para que sea a partir de esos datos, que se recorte o amplíe su presupuesto.
De otra forma, estaremos contribuyendo de manera poco responsable a que el Estado se deslinde de su obligación de velar por el interés superior de la niñez y seguiremos poniendo a nuestros niños en situación de riesgo.
No se trata siquiera de un debate que deba darse a estas alturas en la arena política, la propia Constitución mexicana obliga ya al Estado (en su artículo 4º) a preservar y exigir el cumplimiento de los derechos y principios de esta población.
Mi tesis es clara: el Estado está obligado a intervenir y adoptar políticas públicas serias para atender el adecuado desarrollo de la infancia. Y al hacerlo debe impactar en los problemas que se presentan en esta etapa: un adecuado desarrollo de los infantes, reducir la desigualdad entre los distintos espacios en los que se educa a los menores de edad y mantenerse, con evidencias, en constante actualización y transformación.
La correcta atención al desarrollo del niño en la primera infancia debe ponerse en el centro de la acción gubernamental, o como explica UNICEF: una manera rentable de impulsar la prosperidad compartida, fomentar el crecimiento económico inclusivo, ampliar la igualdad de oportunidades y poner fin a la pobreza extrema es aumentar la inversión en políticas favorables a la familia, incluidos el acceso a servicios de guardería asequibles y de buena calidad.
Twitter: @Ale_Barrales