Los bebés ancla
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Una posible separación será un argumento clave para que salgan de EU migrantes ilegales y sus hijos nacidos en ese país
La escena culminante de la película “Sofie’s Choice” retrata a una madre a la que los nazis obligan a escoger entre su hijo y su hija para determinar cuál de los dos será enviado a un campo de exterminio y cuál continuará con vida. El escritor de la obra, William Styron, jamás reveló si ese acontecimiento había sido producto de su imaginación como escritor o un hecho real que hubiese llegado hasta sus oídos. Ficción o realidad, terminó siendo una de las escenas más desgarradoras del cine mundial.
Ayer el “New York Times” narra la historia, esta sí real, de una mujer mexicana, oriunda de Guerrero, que vive en Brooklyn con sus dos hijos pequeños. Ambos niños nacieron en Estados Unidos y por tanto tienen los mismos derechos que cualquier otro estadounidense. Pero la mamá no. Ella es una migrante ilegal y por ende, sujeto a ser deportada. Las opciones que tiene esta señora se reducen a regresar a México sola o con sus hijos, que también tienen derecho a la nacionalidad mexicana. Si decide abandonar a los niños puede hacerlo, en cuyo caso serán enviados a un orfanato hasta que cumplan la mayoría de edad. Como es natural, si las circunstancias la obligan, su decisión será regresar a México con sus hijos.
Esta política migratoria tiene por objetivo eliminar lo que en Estados Unidos llaman anchor babies —bebés ancla. Se trata de disuadir a los migrantes para que tengan a sus hijos en territorio estadounidense con el fin de obtener la residencia o la ciudadanía de ese país a través de ellos. La amenaza de la separación será un argumento muy importante para que salgan de ese país los padres y también sus hijos, independientemente de la nacionalidad que tengan.
El caso de los padres que cruzaron la frontera con hijos menores de edad resulta más grave desde un punto de vista legal. Ante la ley, esos padres no son otra cosa más que polleros que introdujeron a otras personas de manera ilegal en territorio estadounidense. Estos, más que ser sujetos a la deportación, son considerados criminales que deben purgar una pena. Los hijos de estas personas son los “dreamers” a los que intentó brindar amnistía el gobierno de Obama. Ahora, bajo el nuevo régimen, esa posibilidad se ha desvanecido.
Lejos de obtener alguna concesión para permanecer en Estados Unidos, la pretensión es crear las condiciones para que también salgan de ese país, una vez que alguno de sus padres cumpla con su sentencia.
Estas prácticas confirman la intención del gobierno Trump para que un deportado arrastre a sus familiares fuera de ese país, generar una reacción en cadena.
El panorama migratorio parece aclararse: el nuevo ocupante de la Casa Blanca buscará sellar la frontera con más policías y con el muro. Mientras termina la construcción buscarán orillar al mayor número de migrantes a que tomen la decisión de deportarse a sí mismos. Posteriormente vendrá, antes de que termine el año, alguna reforma migratoria.
Es decir, una vez que Trump pueda confirmar a su sociedad que la frontera se encuentra sellada, seleccionarán a los indocumentados que consideren de alguna utilidad para su economía y, a ellos sí, les ofrecerán una vía para regularizar su estancia, obtener la residencia o, incluso, conseguir la ciudadanía estadounidense.
Así las cosas, para México el reto mayor vendrá durante los dos próximos años, mientras se garantiza la seguridad en la frontera y mientras se exacerban las medidas y el clima anti-inmigrante que provoque el éxodo de los indocumentados. Será en estos dos años cuando México estará a prueba para recibir a un número sin precedente de paisanos, y tendrá que generar suficientes fuentes de empleo, plazas escolares y vivienda para los retornados. Posteriormente, los flujos de retorno habrán de estabilizarse, pero previsiblemente disminuirá el monto de las remesas que envían los paisanos, pues ya no tendrán a quién enviarlas de este lado; ya estarán de este lado. Este escenario me parece el más probable. Pero aun si fuese equivocado, México no puede perder más tiempo para prepararse y hacer frente a uno de los retos más importantes de su historia moderna.