Palabras extrañas

Politicón
/ 22 marzo 2016
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¿Habrá palabras que signifiquen ideas más opuestas que venérea y venerable? Venérea se llama a la enfermedad que se adquiere por contacto sexual, por tratos de la carne. “Enfermedades vergonzosas”, decían nuestros antepasados, que aún conservaban la vergüenza. Venerable, en cambio, es la calidad de aquel que merece veneración, respeto. “Venerable” es el título que la Iglesia concede a quienes serán luego beatos, y santos finalmente. “¡Salud, venerable anciano!” –decíamos de  jóvenes al brindar. ¿Por qué entonces tienen tal semejanza esas palabras tan disímiles? Porque ambas vienen de la misma raíz, la voz latina que significa “concha”. Del mar surgió Venus -así la vio Botticelli- mostrando su triunfal belleza de pie sobre una concha marina, de ahí el nombre de la romana diosa: Venus, que es diosa del amor, amor que cuando va por camino descaminados puede atraer problemas como ése de las enfermedades venéreas, que se adquieren cuando sin precaución se rinde culto a Venus.

Pero ¿qué tiene qué ver todo eso con lo venerable? Tres grandes preregrinaciones fueron cumbre de la fe en esa maravillosa edad de la historia de los hombres que fue la llamada Edad Media. Una era a los santos lugares, a Jerusalem; otra a Roma -de ahí el vocablo “romero”, sinónimo de peregrino-; la tercera -la más importante quizá- era a Santiago de Compostela, en Galicia España, donde se rendía veneración al apóstol Santiago, cuyo cuerpo, según la leyenda, tuvo sepultura ahí. Los mares de Galicia son pródigos en un molusco al que precisamente en memoria de Santiago los naturalistas bautizaron como Pecten Jacobeus, pues Jacobo es el nombre de Santiago: Sanctus Iacobus. Quienes hacían la peregrinación jacobea a la tumba del apóstol recibían como prueba o constancia una concha, venera, que solían llevar al cuello colgando de una cinta o cadenilla o que cosían en su esclavina, vestidura que cubría los hombros y la espada de los peregrinos. Por eso ahora se llama “venera” a la insignia, escudo o distintivo que llevan al pecho los miembros de alguna asociación.

Extraños caminos los que llevan de Venus al apóstol Santiago. Por esos caminos llegamos hasta nuestro Santo Cristo de la Capilla: la cruz donde está clavada la preciosa imagen muestra en sus remates adornos a manera de conchas o veneras. También los hay en la fachada de la catedral, que en sus nichos tiene también conchas. Catedral de Santiago es la de Saltillo, consagrada al venerable apóstol de las veneras. Siendo el Santo Cristo de la Capilla el venerado símbolo de la fe de los saltillenses, no es extraño entonces que en su cruz esté la venera jacobea, quizá para así relacionar la bella imagen con el patrocinio que Santiago tiene en nuestra ciudad desde su fundación.

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