Pura demagogia

Politicón
/ 14 marzo 2017

Hace poco leí en un póster, pegado en la pared de una dependencia de Gobierno, una leyenda que decía algo así: “Ningún niño o niña debe trabajar”.

Y me acordé de Óscar, un chico de 13 años, estudiante de Secundaria y lugareño de la comunidad de Kilómetro 64, al que un mañana vi manejando una pick up, un nene manejando una pick up, la pick up de su papá.

Venia, me dijo, del monte y me señaló la batea de la camioneta repleta de candelilla, ese arbusto del que se mantienen los campesinos del desierto, porque en el desierto no hay otra cosa de qué mantenerse.

Le pregunté que por qué hacía eso y me dijo que con la cera que obtenía de quemar la planta ayudaba a sus padres, tenían más hijos, a pagarse sus estudios: sus cuadernos, sus lápices, los camiones.

Para ir a estudiar a su escuela, que estaba a unos 30 kilómetros de su casa en otro ejido, tenía que pagar 22 pesos diarios.

Y para sacar 22 pesos diarios viviendo en el desierto, viviendo del desierto, estaba difícil.

Como la mayoría de los niños de Kilómetro 64, Óscar había aprendido a cortar y cocer candelilla desde los ocho años, si no es que antes.

Lo confirmé el día que vi a Óscar moviendo la cera con un gran cucharón dentro de la paila, el recipiente ese donde se quema la candelilla.

“Este trabajo es del diablo, oiga, porque se trabaja con pura lumbre”, me había dicho una campesina del lugar.

Pero a Óscar parecía no importarle ser tragado por las bocanadas de humo que escupía la paila y que, luego supe, son los vapores del ácido sulfúrico usado para la extracción de la cera, que al contacto con la ropa, la desgarra y enrojece la piel.   

Así era de duro, de rudo el trabajo de Óscar, pero él no cejaba en realizarlo.

Tenía que mantener su escuela.

Y eso que no era un niño fortachón, era apenas metro 30 de estatura y flaquito.

Se está curtiendo, se va a cutir, pensé.

Ya le digo, no era el único.

Sus hermanas y hermanos, como el resto de los niños que viven en Kilómetro 64, salían todos los días a la sierra, a unos 15 kilómetros del pueblo, para traer candelilla.

O se morían de hambre.

En México ningún niño o niña debe trabajar.

Que falacia, la pura demagogia, un sueño guajiro.

 

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