¿Qué está en juego?

Politicón
/ 6 agosto 2017

Lo peligroso de esta coyuntura es que su desenlace está en manos de un presidente con una conducta errática e irascible

¿Cuáles pueden ser los impactos de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en la economía mexicana?

Señalemos lo obvio y pongámosle números. Nuestra economía es muy vulnerable a las fluctuaciones en el valor de las exportaciones hacia los Estados Unidos de América (EU). Aun si dejamos de lado las ventas foráneas de petróleo y gas, pues no forman parte del tratado actual, el cambio de un punto porcentual en las exportaciones realizadas por el resto de las actividades productivas, se traduciría en un ajuste de más de un tercio de punto en el valor de la producción bruta total (0.37), casi un punto en el empleo (0.92) y cerca de dos tercios en los salarios (0.63) y el valor agregado (0.62). Es decir, las repercusiones sobre la economía mexicana en su conjunto serían sustanciales.

Esto se debe a que las ventas externas de bienes y servicios realizadas desde México están muy concentradas en el mercado de los EU (80.6 por ciento del total en el 2016). Asimismo, se reducen a un pequeño grupo de productos, pues tan sólo 11 fracciones arancelarias, de un total de 599, aportan más de la mitad del valor de las exportaciones (50.6 por ciento en el 2015). Ésta es una de las razones por las cuales la caída de las exportaciones en 4 de 30 actividades productivas produciría entre dos tercios y cuatro quintas partes del impacto total sobre el conjunto de la economía mexicana. Se trata de tres actividades manufactureras (Maquinaria y equipo; Industrias metálicas y; Petroquímica y sus derivados), así como el comercio, cuya contracción en las exportaciones se traduciría en un ajuste del 76.1 por ciento la producción bruta de toda la economía, 86.4 por ciento en el empleo, 81.9 en los salarios y 82.9 en el valor agregado. Un solo sector, el de fabricación de Maquinaria y equipo, originaría más de la mitad del impacto agregado (48.4 por ciento en el caso de la producción bruta, 54.2 del empleo, 50.8 en los salarios y 57 en el valor agregado).

Y a pesar de la elevada concentración de nuestras exportaciones en un puñado de bienes y servicios, un choque externo en esos sectores rápidamente se extendería al resto de la economía. Las correas de transmisión serían: 1. La reducción en las compras intermedias a proveedores de insumos, lo cual repercutiría en todas las cadenas de abasto directas e indirectas; 2. El abatimiento en la demanda de insumos generaría la contracción en los niveles de producción y con ello de empleo de factores productivos (trabajo y capital), lo cual reduciría los niveles de ingreso en los hogares; 3. Con menos ingresos, los hogares reducen sus niveles de consumo en bienes y servicios y; 4. Esto produce una caída adicional en la demanda de bienes y servicios para las empresas, pues el consumo privado es el componente más importante de la demanda final.

En el caso de la asignación del ingreso primario, la actividades económicas en las cuales se observarían las caídas más significativas en el ingreso de los hogares mexicanos serían: comercio (1.03); la industria petroquímica y sus derivados (0.94); los bienes raíces (0.75); la industria alimentaria (0.65); los transportes, correos y almacenamiento (0.55); la minería petrolera (0.45); los servicios financieros y de seguros (0.43) y; la electricidad, agua y suministro de gas por ductos al consumidor final (0.4). Los hogares de los tres grupos de ingresos superiores, absorberían casi el 60 por ciento del ajuste.

Los impactos sectoriales de mayor envergadura en cuanto al consumo privado se resentirían en: comercio (1.04); bienes raíces (1.03); productos de la petroquímica y sus derivados (0.81); industria alimentaria (0.74); transportes, correos y almacenamiento (0.6) y; servicios educativos (0.37). Tratándose de bienes y servicios destinados a grupos de altos ingresos (servicios de esparcimiento, financieros, otros servicios, muebles y productos relacionados), cerca de dos tercios de las repercusiones se concentrarían en los tres deciles superiores. La contribución relativa de los grupos de ingresos inferiores gana relevancia (aproximándose al 50 por ciento) en los bienes de consumo básicos (educación, salud, alimentos y construcción).

Dadas estas características estructurales de la economía mexicana, así como las muy escasas posibilidades reales de diversificar sustancialmente su mercado externo en el corto plazo, nuestro país enfrentará la renegociación del TLCAN desde una posición de fragilidad económica.

Y si bien es cierto que los tres países se verían afectados por el fracaso en las negociaciones, en estos momentos nadie puede descartar los siguientes escenarios: 1. Que la renegociación se prolongue demasiado; 2. Que no desemboque en un acuerdo entre los tres Gobiernos, o; 3. Que no sea ratificada por los tres Congresos. En cualquiera de estos tres casos, la pregunta obligada es: ¿qué hará el Presidente de los EU: invocará la cláusula 22.05 para retirarse del TLCAN o concederá la permanencia del acuerdo vigente? Lo peligroso de la coyuntura que vivimos es que su desenlace, en última instancia, estará en las manos de un mandatario profundamente controvertido, con una conducta errática e irascible y con compromisos específicos con su base electoral.

adavila_mx@yahoo.com.mx

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