Saltillo, comunidad más humana

Politicón
/ 27 julio 2019
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El jueves pasado una comunidad cumplió años de vivir. No fueron pocos: cuatro siglos más cuatro décadas y dos años de pilón. Se llama ciudad de Saltillo. Para mí, Saltillo es una comunidad de personas que se ha continuado generando vida humana mediante una escalera cuyos escalones no terminan con los siglos. Escalones que se mutan de hijo(a) a esposo(a), de esposos a abuelos, de abuelos a tatarabuelos… Ellos han armado una cadena de eslabones vivos tan interminable como cuatro siglos de historia comunitaria.

Más que una cadena de producción, de historia académica, social, política y religiosa, ante todo ha sido una cadena familiar la que ha forjado la historia de la comunidad saltillense. Familias que han integrado vecinos, amigos, héroes, revolucionarios, pintores, músicos, poetas, maestros, médicos, enfermeras, sacerdotes, carteros e ingenieros. Tantos rostros de saltillenses de ayer y de hoy que nos llenan de orgullo al recordarlos, pero mucho más su memoria se conserva en el corazón de cada quien y de manera diferente. A eso llamo comunidad de Saltillo.

¿Ha cambiado Saltillo? La ciudad y sus edificios emblemáticos no han cambiado. Se han añadido para darle fluidez al tráfico puentes y carriles, nuevas colonias y centros comerciales que dan servicio y negocio, nuevas empresas que procuran oportunidad de trabajo. Pero las montañas, el cerro del pueblo, la Catedral y los centenarios centros académicos sobreviven casi de manera anónima en el bosque de viviendas y comercios.

La comunidad de Saltillo no es la misma de hace 50 años. Ha cambiado no solamente el sombrero por la cachucha, la falda por los pantalones y el copete de vaselina por lo pelón del cráneo. Ha cambiado la actitud tímida y conservadora por la liberal en el lenguaje y el atuendo, la concepción de la religión, la sexualidad, el dinero, la bebida y la diversión.

Además de esto, hay un cambio muy significativo que ha hecho de la comunidad saltillense una sociedad sobresaliente que ha recibido el reconocimiento de la ONU a través de su Agencia para refugiados (UNHCR en inglés, ACNUR), de la Embajada de Irlanda, de la Conferencia Episcopal de Alemania a través de su agencia Caritas, además de los reconocimientos nacionales.

La comunidad saltillense ha cambiado de la actitud tradicional individualista de exclusión de los extraños a la inclusión, solidaridad y hospitalidad de los migrantes que llegan a la ciudad y que han sido apoyados por los saltillenses. La conciencia de la dignidad humana y los derechos humanos sin fronteras de color, nacionalidad o religión es una nueva y creciente actitud de los saltillenses.

Hace 16 años que el padre Pedro Pantoja creó la “Casa del Migrante”, los migrantes eran evitados por extranjeros y la actitud de la comunidad saltillense era de evitación e indiferencia.

Hoy, cada día llegan a esa “casa” entre 200 y 250 migrantes a recibir techo, comida y apoyo humano y legal. Donde se recuperan de sus kilométricas jornadas. Este cambio cristiano y evolutivo sucede en nuestra comunidad saltillense de manera silenciosa, pero creciente. Hoy Saltillo es una comunidad con una nueva actitud: la hospitalidad gracias a la “Casa del Migrante”. Una institución que difunde y contagia con su labor la dimensión superior del amor al prójimo sobre la ley de las fronteras inhumanas.

Felicidades, Saltillo, porque te estás convirtiendo en una comunidad verdaderamente humana.

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