Sentido de pertenencia o atente a las consecuencias

Politicón
/ 19 agosto 2019

Un colaborador con sentido de pertenencia se siente como en casa, está en bienestar, es proactivo y productivo; jamás permitirá que su hogar se destruya

“¡Niñas!, la casa se está quemando, ¡levántense!” Los gritos de mi madre interrumpieron mi sueño; con razón era tan real: yo estaba en un ático, sofocada por un espeso humo, esperando ser rescatada del fuego que casi me abrazaba y hacía crujir las paredes; en realidad, lo que ya ardía era el tapiz de madera y los muebles de mi casa.

La odisea ocurrió un sábado que papá fue a una reunión de exjugadores de futbol americano; mi hermano despertó temprano y quiso acompañarlo, pero apenas tenía cuatro años y papá no lo podía llevar, así que le pidió que fuera a dormir otro rato con mamá. Desobediente, aburrido y curioso, el chiquillo exploró en la cocina para ver qué encontraba; por desgracia, se topó con una caja de cerillos cuyo mecanismo medio conocía.

Fascinado por la combustión, mi hermano empezó a experimentar una y otra vez –en cuclillas, reclinado con los codos en un sillón de pliana– hasta que la última pieza por fin encendió. Él observó maravillado esa luz que descendía por el delgado cuerpo del fósforo, sin saber que pronto lo lastimaría; cuando eso ocurrió, soltó el cerillo, este cayó al sillón y el resto es historia que logró apagar un vecino quien –a falta de bomberos– le tuvo que hacer al héroe.

Afortunadamente, mi hermano corrió a buscar –ahora sí– a mamá, y ni él ni ningún miembro de la familia resultaron heridos. Ese día solo hubo daños materiales: media casa terminó achicharrada y la otra, ahumada; aunque –en honor a la verdad– el perjuicio fue severo a nivel psicológico, incluyendo a papá, quien salió corriendo de su reunión en cuanto le avisaron del incendio.

¿Por qué ocurrió el accidente? Muchos juzgarán a mi padre por no verificar, antes de irse, que el chiquillo se quedara con mamá. Otros tantos juzgarán a mi madre por seguir dormida un sábado a las ocho de la mañana y no estar atenta a las travesuras pirómanas de su hijo.

Lo cierto es que los hechos ocurrieron gracias a la falta de sentido de pertenencia de mi hermano, quien al desconocer el valor de los objetos e incluso de las personas –claro, como niño que era–, carecía de una conciencia activa que le permitiera visualizar cómo se desencadenarían los hechos y las consecuencias que estos traerían.

El sentido de pertenencia no es otra cosa más que el gusto por formar parte de un grupo, comunidad, país, etcétera; sin embargo, hoy en día el concepto se extiende a sí mismo, a las personas en lo individual (pareja, amigos…) y al entorno. Es fundamental en la vida de cualquiera, porque lo hace creer en lo que le corresponde, así como defenderlo y cuidarlo.

Cuando no se tiene sentido de pertenencia, el individuo se denigra y maltrata a sí mismo, a quienes lo rodean, e incluso lo hace con los recursos materiales. Quien posee este sentido nunca se lamenta de sus circunstancias; por el contrario, cada vez rescata y resalta lo bueno de sí, de su cultura, sociedad en la que está inmerso, familia y, por supuesto, de la empresa en la que colabora.

Pese a que existan conflictos en dichos ambientes, alguien con sentido de pertenencia cuida todo y a todos –en cada acto–, porque está consciente de que representan un beneficio y reconoce lo importante que son para él y los demás. El sentido de pertenencia es parte integral de un profundo autoconocimiento, entendimiento de los otros y una sólida autoestima.

Aunque actualmente el eslogan de la Universidad Autónoma del Noreste (UANE) es “Experiencia que transforma”, recuerdo cuando la institución invitaba muy bien a estudiantes, familiares, maestros y personal administrativo a sentirse parte de una gran familia con el eslogan “UANE, tu segunda casa”. Con base en la constante renovación y los logros que ha tenido, me atrevo a decir que la filosofía de la universidad sigue siendo la misma.

Justo esa es la cualidad del sentido de pertenencia: atender el entorno laboral como cuidamos nuestro hogar, considerar a los compañeros y recursos materiales como respetamos a nuestra familia y pertenencias; claro, eso se logra cuando empezamos desde nosotros mismos: si primero tengo cubiertas mis necesidades, salud física y emocional (sentido de pertenencia conmigo), puedo entonces ocuparme de los demás y del entorno (sentido de pertenencia con otros y con lo que me rodea).

Un colaborador con sentido de pertenencia se siente como en casa, está en bienestar, es proactivo y productivo; jamás permitirá que su hogar se destruya; además de que se vuelve la mejor carta de recomendación para clientes, proveedores, inversionistas y futuros candidatos que pretendan sumarse al talento de la empresa.

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