Sobre la inclusión forzada y #ConLosNiñosNo: el debate actual de contar con representación

Politicón
/ 7 junio 2020

En este mes se celebra mundialmente el conocido Pride Month (Mes del orgullo). Es importante para la población LGBT (lesbiana, gay, bisexual, transgénero, entre otras identidades sexo-genéricas), pero debería ser también importante para quienes creen en el respeto de los derechos humanos para todas las personas sin distinción. Es una época que invita a reflexionar sobre todo lo que se ha ganado en derechos humanos para la comunidad LGBT, pero también invita a darnos cuenta de lo que falta lograr.

Hace poco más de un mes, con motivo del Día de la Niñez, la Secretaría de Cultura de México publicó en Twitter una invitación para ver el extracto de una obra teatral dirigida a los infantes, como parte de un esfuerzo de la secretaría por fomentar la cultura a distancia con motivo del confinamiento a raíz de la pandemia acontecida. Se trata de una obra llamada “Príncipe y Príncipe”; una historia de amor entre dos hombres de una realeza ficticia.

El hecho causó bastante revuelo en redes sociales. Y fue precisamente porque una parte muy vocal de usuarios expresó su desaprobación a la obra. Se empezó a utilizar el hashtag #ConLosNiñosNo, y se volvió tendencia al menos por un día. Las quejas versaban básicamente en que se dejara fuera a los niños de toda ideología, que estos sólo quieren jugar y no están pensando en tendencias que un lobby quiere imponer sobre la población, que ese tipo de cosas sólo los confunden.

Estas reacciones no son nuevas. El año pasado, más o menos por estas fechas, en Monterrey, Nuevo León, una asociación de familias neoleonesas interpuso una denuncia en contra de un grupo de drag queens (hombres travestis con tinte performativo) acusándolo del delito de corrupción de menores. Dichas drags formaban parte de un proyecto de lectura de cuentos infantiles a niños. Argumentos similares se presentaron para justificar la denuncia, incluidos la promoción de la perversión.

Estemos de acuerdo o no con las distintitas manifestaciones de la sexualidad humana y el género, ¿se puede afirmar que tales actividades dañan las mentes de los infantes o promueven la depravación? Videos de la lectura de cuentos y la obra completa de “Príncipe y Príncipe” se pueden encontrar en internet con bastante facilidad. Si nos quitamos por un momento los lentes de los prejuicios, podremos darnos cuenta de que ambas actividades son completamente inofensivas. No se aprecian en momento alguno incitaciones sexuales o acercamientos indebidos para con los infantes, los cuales se aprecian divertidos. Sus padres y madres los acompañan en todo momento. Y si quitásemos los elementos LGBT de estas actividades, habrían pasado completamente desapercibidos.

Esto nos lleva a la siguiente cuestión: ¿es necesario presentarles a los niños estos temas?, ¿estamos forzando la inclusión de forma exagerada donde cada aspecto de la vida queremos relacionarlo con la comunidad LGBT? Los temas de diversidad sexual y de género provocan un disgusto más palpable, pues gran parte de la sociedad aún considera la diversidad sexo-genérica producto de problemas psicológicos y fuera de la naturaleza humana.

¿Es necesaria la inclusión? Yo respondo con un rotundo sí. Primero, nos guste o no, en este mundo hay personas que no se ajustan a los estándares generales, y mientras no causen un daño a terceros, debemos respetarlas; sin importar si creemos o no que su forma de vivir es la correcta. Existen niñas, niños y adolescentes que pertenecen a la población LGBT. El verse reflejados en diversos medios les puede ayudar a dejar de sentirse fuera de lugar por no ser normales, lo que es una causa de gran angustia para la juventud LGBT que no comparten sus pares heterosexuales y cisgénero.

Ahora bien, también soy partidario de lo que llamo una representación bien hecha o nada de representación. Cuando se habla de inclusión forzada, lo cierto es muchas veces la crítica es válida. Con el afán de verse progresistas, pero sin causar molestias a los grupos más conservadores, se insertan cuestiones relacionadas con la población LGBT que calificaría de mediocres. Lo que se logra es mandar un mensaje a la población de que la inclusión está de más y nadie quiere saber nada de ella, pero es una obligación.

La inclusión primero debe creerse para vivirse y luego implementarse. Efectivamente implementada, ayudará a mejorar la vida de las personas LGBT de actuales y futuras generaciones. Hará que dejen atrás la creencia de que no tienen un lugar en el mundo y que sus características personales los hacen ciudadanos de segunda clase. Quién sabe, de paso tal vez contribuya al respeto efectivo de los derechos humanos para todas y todos.

 

El autor es asistente de investigación del Centro de Estudios Constitucionales Comparados de la Academia IDH.

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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