Tiempo de contrastes, tiempo de Derechos Humanos

Politicón
/ 9 junio 2019

El nuevo siglo trajo consigo importantes deudas en materia de derechos humanos, pero con estas vinieron afortunadamente las reivindicaciones. Si bien fue en el Siglo 20 cuando se elaboraron, firmaron y ratificaron diversos tratados, convenciones e instrumentos internacionales, no fue hasta el Siglo 21 cuando dichos instrumentos empezaron a tomar fuerza y los estados fueron, en ciertos casos, casi obligados a cumplirlos.

Por una parte, en cuanto al reconocimiento de derechos, hay temas que ya no son objeto de debate social, o que cuestionarlos provocaría como mínimo un profundo rechazo en la colectividad. No podemos negar que aún hay cuestiones pendientes, como los derechos de las mujeres, pueblos indígenas, personas con discapacidad y adultos mayores, por citar algunos.

Por otro lado, hay tópicos que hoy aún son difíciles de tratar, pues existe un fuerte rechazo dentro de una población considerable, bien por estereotipos, cuestiones morales o religiosas, o incluso argumentos seudocientíficos. Aquí están los derechos de la población gay, lesbiana, bisexual, travesti, transexual, transgénero, intersexual y queer (LGBTTTIQ).

Es pues, también a inicios de este siglo, que esta parte de la población especialmente negada y olvidada ha ido cosechando los frutos de las luchas que empezaron en los años setenta del siglo pasado. A lo largo de la historia se han documentado uniones entre personas del mismo sexo, pero tal como matrimonio reconocido por las leyes y estados modernos no existía sino hasta el año 2001 cuando Países Bajos se convirtió en el primer país del mundo en legalizarlo, y Argentina en la primera nación latinoamericano en reconocer los matrimonios de parejas del mismo sexo en el 2010.

En México, si bien en 2015 la Suprema Corte de Justicia declaró constitucionales estas uniones en todo el País, aún no se logran reconocer por completo en el campo legislativo de cada estado y en el ámbito social. También son contadas las entidades federativas que reconocen el derecho al libre desarrollo de personalidad de las personas trans: cuatro en total incluyendo recientemente a Coahuila.

Desde el principio, las reformas legislativas en favor de la población LGBTTTIQ se han topado con el rechazo de la sociedad. Sin embargo, no es hasta años recientes –cuando es mayor el reconocimiento– que el titán dormido del ultraconservadurismo ha despertado. Si bien desde siempre existen lugares donde los derechos humanos son negados completamente, es en la actualidad cuando grupos a nivel global, bien organizados y formalmente constituidos, han comenzado movimientos que buscan no sólo seguir negando derechos sino desconocer los ya reconocidos.

Estos grupos se caracterizan por tomar papeles activos al buscar negar el reconocimiento de derechos humanos y tratar implacablemente de hacer llegar su mensaje a toda persona posible, excusados en la defensa de la moralidad religiosa, la familia natural y la vida.

Los baluartes de este sentimiento negacionista, si se me permite llamarlo así, no son pocos. Encontramos en España la creciente popularidad del partido de extrema derecha Vox, así como la asociación Hazte Oír igualmente en dicho país ibérico, vemos el surgimiento de movimientos como el de “Con mis hijos no te metas” en Perú, así como el apoyo popular a figuras xenofóbicas, misóginas y homofóbicas como el presidente Trump en Estados Unidos o Jair Bolsonaro en Brasil.

En México tenemos nuestra propia porción de tales situaciones: basta recordar al extinto Partido Encuentro Social, observar asociaciones como el Frente Nacional por la Familia y la Unión Nacional de Padres de Familia u oír las declaraciones del diputado de Nuevo León, Juan Carlos Leal.

Si reconocemos que el nuestro es el segundo país a nivel mundial con más homicidios cometidos en contra de la población trans y que cuenta con altas tasas de crímenes de odio cometidos contra gays y lesbianas, no se puede dejar de admitir con tristeza que son este tipo de movimientos y las personas que los respaldan quienes realmente carecen de moral, quienes destruyen familias y quienes atentan en contra de la vida.

Ante este panorama de contrastes donde por una parte vivimos la época de mayor auge en el reconocimiento de derechos humanos, pero también vemos la consolidación de ideologías antiderechos, no debemos quedarnos cómodos en las victorias obtenidas. Es el deber de todas y todos construir una nueva realidad donde absolutamente todos los seres humanos tengamos cabida.

 

El autor es auxiliar de investigación del Centro de Estudios Constitucionales Comparados de la Academia IDH

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDHDerechos Humanos S. XXI

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