¿Por qué creerse con derecho a maltratar a los niños?

Opinión
/ 14 junio 2022
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Es viernes por la tarde, y en los alrededores de la Plaza de Armas bulle el movimiento. En las calles que la circundan, se avistan numerosos grupos de mujeres, algunas de ellas acompañadas de sus hijos pequeños y otras más de amigas. La venta y compra de productos ha cambiado el escenario de los últimos años en la antelación del fin de semana. Se vuelve un ir y venir de estos grupos de mujeres ofreciendo colorido al ambiente. Una nueva etapa en sus vidas, lo cual está muy bien. Lo que no, es lo que a continuación se relata.

Hacia allá se dirige una joven madre, por la calle Hidalgo. Transporta en carriola a un bebé y junto a una niña de no más de seis años, camina apresurada, recién de haber cruzado la calle de Juan Antonio de la Fuente.

La niña se ha retrasado unos segundos. La madre anda aceleradamente. La reprende. Con gesto de enojo, le advierte con estas palabras: “Vente aquí a mi lado. Ni creas que, si te pierdes, voy a andar buscándote”. De inmediato, la niña, que apenas le rebasa la cintura, toma una de las mangas de la blusa de su mamá.

Mientras esto ocurre, los autos han provocado un intenso tráfico. Van detenidos por la calle Hidalgo, y en dos carros diferentes, con apenas un par de autos entre ellos, es posible observar, del lado del copiloto que un par de niños sacan las cabezas por la ventanilla. En uno, un hombre lo sostiene; en el otro una mujer. Estos dos pasajeros sí llevan claramente colocado el cinturón de seguridad.

En todos los casos, son los adultos quienes están a cargo de niños inocentes. En el primer caso, la mujer hiere con sus palabras a una niña que con ellas se hace cargo se perderá para siempre si no obedece a su madre. ¿Una forma eficaz para lograr el propósito? La madre está convencida de que sí. Llegarán a casa y encontrarán toda clase de informaciones sobre desapariciones y muertes de mujeres. Pero eso no le importa a la hora de amenazar a la niña. Al contrario, pensará que es un buen acicate para que no se le separe.

La educación así ofrecida por la madre no es en ninguna forma la ideal. Es un atentado incluso contra la propia hija, a quien atemoriza amenazando. Ella, que se supone que es quien ha de ofrecerle protección. ¿Por qué las palabras hirientes y ominosas serían las eficaces para lograr un propósito de protección y seguridad? La información a su hija sin duda es necesaria, pero no dada así.

En los casos de los automóviles: quienes están también a cargo de la seguridad de los niños son quienes no los protegen. Es increíble que todavía en esta época y con tantos accidentes registrados y documentados, los saltillenses sigan sin entender las normas básicas, que deciden entre la vida y la muerte, del uso del automóvil. Lo que además resulta tremendo de entender es cómo estas personas sí llevan colocado su cinturón de seguridad, dejando únicamente a los niños expuestos a peligros reales.

El ambiente en general en materia de protección y seguridad debería llevar a reflexionar en los hogares en la forma en que se actúa con los menores. Abandonarlos a su suerte, dejándolos solos en casa, descuidándolos en los autos o claramente amenazando como en los casos de las historias vistas el viernes pasado y relatadas aquí, son acciones que pueden ir directo a consecuencias para arrepentirse.

Los niños tienen derechos que debemos recordar todos los días y hacerlos respetar. Lastimarlos, como dice una expresión, es maltratar su futuro: es arruinar su futuro. Y aunque sean los padres, no tienen ningún derecho de herirlos. Ninguno.

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