¡Qué extraños somos los mexicanos!

Opinión
/ 30 mayo 2024

Muy extraños somos los mexicanos. Desde tiempos inmemoriales nuestros gobernantes han aprovechado su posición para cometer los peores ilícitos y, lejos de denunciar su proceder, seguimos dándoles nuestro apoyo y continuamos creyendo en sus promesas como si nada hubiera pasado. La historia de corrupción es larga en el sistema político mexicano, sin embargo, pocas revelaciones habían despertado tanto mi indignación como la Casa Blanca de Peña Nieto y la mansión gris de Houston en la que vivía el hijo mayor del Presidente que prometió limpiar la corrupción.

Dicha mansión y la camioneta Mercedes que solía manejar José Ramón López Beltrán en el vecino país, distan mucho de la vida austera que recomienda el Presidente y que, a fuerza de devaluaciones e inflaciones récord, nos quiere imponer a todos los mexicanos, exceptuando, claro está, a él mismo que vive en un Palacio, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos, a sus sobrinos, a los amigos de los hijos y a la familia de funcionarios tan intachables como Manuel Bartlett.

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No es suficiente que periodistas como Carlos Loret de Mola muestren videos de los hermanos del Presidente recibiendo sobres con dinero en efectivo; no importa que los hijos Andy y Bobby se hinchen a lo tonto los bolsillos con sus negocitos en la construcción del Tren Maya. Resulta un error insignificante los más de 15 mil millones de pesos desaparecidos en el mayor acto de corrupción en la historia moderna de México, al grado que la “Estafa Maestra” de Peña quedó en juego de niños.

No basta que se demuestre un trato privilegiado para su prima en la obtención de contratos para Pemex, ni tampoco que se den a conocer las cifras millonarias destinadas por el gobierno federal en la reconstrucción del estadio de beisbol de su hermano Pío; ni mucho menos importa que salgan a la luz los tejes y manejes de Bartlett y su vástago, quien salió corregido y aumentado, para obtener contratos millonarios por servicios o ventas de todo tipo de equipos y, por su puesto, sin licitación. Tampoco resulta importante los cientos de millones desviados de las obras de la refinería de Dos Bocas, ni las mansiones “rentadas” por la exsecretaria de Energía, Rocío Nahle.

No es suficiente todo ello. Ni mucho menos es importante que se le acuse al Presidente de llevar un narcogobierno; de ser insensible ante el dolor de los mexicanos y de haber aumentado el número de mexicanos en pobreza extrema. No basta tampoco que haya elegido a una corcholata a su imagen y semejanza en lo mentirosa, en cuanto su indiferencia frente al dolor ajeno, y en su defensa a ultranza de los delincuentes Andy y Bobby López Beltrán y sus primos.

Nada de eso ha sido suficiente para que el presidente López renuncie su diatriba distractora y dirige toda su rabia contra periodistas y medios de comunicación. No es una casualidad que durante este sexenio se haya roto el récord de periodistas asesinados, o de candidatos políticos.

AMLO ha repetido hasta el cansancio que “no somos iguales”. A mí no me molesta que diga eso, pues es de las pocas verdades que ha pronunciado durante las conferencias mañaneras. Los de la 4T no son iguales, son mucho peores que quienes antes detentaban el poder. No se puede negar que en los sexenios anteriores ha reinado la corrupción, pero nunca a los niveles actuales. López Obrador nos ha robado dinero, calidad de vida, instituciones y la esperanza de un México mejor.

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Muy extraños somos los mexicanos, decía, porque a pesar de todas las tropelías, de los robos más descarados, de negligencias mortales, del aumento de la inseguridad pública, y de no existir ningún logro palpable esta administración, la candidata oficial se mantiene al frente en la mayoría de las encuestas. Por mucho menos, millones de mexicanos retiramos nuestro apoyo a Enrique Peña Nieto y su otrora partido gigante irremediablemente se convirtió en la tercera fuerza política del país.

Estamos a tres días de que se nos presente la oportunidad de quitarle el poder a alguien que sólo lo ha utilizado para dividir con su retórica al pueblo de México. Aquí entre nos, yo saldré a votar para botar al peor presidente que en mi opinión hemos tenido y espero no decir nuevamente, cuando se den a conocer los resultados electorales: “¡Qué extraños somos los mexicanos!”.

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