San Valentín: Que bueno que nomás es una vez al año

Opinión
/ 16 febrero 2024

El miércoles fue el tan esperado Día de San Valentín, esa gloriosa fusión entre el amor y el comercio que nos hace cuestionar si deberíamos estar comprando rosas o acciones en la bolsa de valores de los osos de peluche. En este día, las parejas desbordan romanticismo mientras los solteros se preguntan por qué los cupidos no ofrecen servicios de reparto de pizza (o tacos, prefiero los tacos) en lugar de flechas de amor.

En este maravilloso periodo del año, los enamorados se preparan para demostrar su amor de maneras tan originales como intentar pronunciar “Parangaricutirimicuaro” al revés. Las tiendas, por su parte, se transforman en campos de batalla de tarjetas de felicitación que harían ruborizar a Shakespeare y peluches que desafían las leyes de la gravedad y el sentido común. ¿Ositos de peluche con modo de vuelo? ¿Es en serio?

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Pero, ¿quién dijo que el amor no puede ser una comedia delirante? Este San Valentín, por suerte ya pasó, pero vendrán más y es justo la oportunidad perfecta para desviar el cliché y optar por la originalidad. En lugar de un ramo de rosas, sería mejor regalar una planta carnívora y decirle a su pareja que es para que siempre tenga algo que la mire con “hambre de amor” porque, sinceramente, ¿quién no quisiera ser devorado por el cariño siempre?

Aun así, existen personas que, según ellos, no son correspondidas con este sentimiento. Ellos sufren en este día, son los llamados solteros. Así que para estos solteros valientes que enfrentan el día con la misma gracia que un gato en una pista de patinaje, les presento mi “Manual de Supervivencia para Solteros Heroicos en el Día de San Valentín”. Y aunque ya pasó, esto le servirá para el próximo año.

Lección 1: Ignore el comercialismo. Abrace su cuenta bancaria en lugar de convertirse en un patrocinador oficial de la industria de tarjetas y flores. Invierta sabiamente en algo duradero, como una suscripción premium a su plataforma de streaming favorita o la nueva consola de videojuegos. Esas sí son inversiones. ¿Para qué necesita rosas cuando puede tener horas de entretenimiento que durarán más que cualquier relación de San Valentín o estar descargando su furia y estrés disparando a diestra y siniestra en un gran videojuego? Por cierto, si considera esta última opción, también considere entonces adquirir una gran pantalla Ultra HD 4K o un muy buen proyector. Digo, es una sugerencia.

Lección 2: Elija a su compañero de entretenimiento sabiamente. Mientras las parejas luchan por reservar mesas en restaurantes caros, usted puede disfrutar del verdadero control. Ya sea un héroe de acción o una comedia que le haga olvidar que el amor, a veces, es tan confuso como las instrucciones de ensamblaje de un mueble sueco o recuerde lo de la consola.

Lección 3: El autoamor es la clave mientras algunos esperan ansiosos sus regalos. Los solteros valientes saben que el verdadero tesoro del día es el autoamor (y no se me vaya por el otro lado; esa clase de “autoamor” no es de la que hablo). Regálese un baño burbujeante, un postre decadente o simplemente un día de holgazanear en pijama, porque no necesita a alguien más para ser feliz. ¡Usted es su propio héroe romántico!

Lección 4: Humor, el mejor antídoto en un día donde el amor flota en el aire. Los solteros encuentran su mejor defensa en el humor. Cree tarjetas sarcásticas, comparta memes ingeniosos y ríase de las expectativas románticas como si fueran chistes de stand-up. Después de todo, la risa es el mejor regalo que puede darse a sí mismo.

Pero algo muy importante es que, a medida que el resplandor efímero de las tarjetas rosadas y las cenas románticas se desvanece, debemos reflexionar sobre el verdadero significado del Día de San Valentín. Más allá de los regalos ostentosos y los gestos extravagantes, este día debería ser una oportunidad para explorar el amor en sus diversas formas y, lo más importante, aprender a amarnos a nosotros mismos.

Y es que en este mundo saturado de consumismo, el Día de San Valentín se ha convertido en una temporada de compras desenfrenadas. Sin embargo, en lugar de sucumbir a la presión comercial, podríamos redirigir nuestro enfoque hacia el aprecio genuino y las conexiones significativas. La lección clave radica en entender que las expresiones de amor no necesitan desbordar nuestras billeteras; pueden residir en los gestos más simples y sinceros.

Para las parejas, este día no debería ser una competencia para demostrar quién puede comprar el regalo más caro, sino una oportunidad para profundizar la conexión emocional. En lugar de caer en los clichés, podríamos esforzarnos por sorprender a nuestros seres queridos con actos de amabilidad, gestos pensativos y momentos compartidos que construyen recuerdos duraderos.

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Y en el caso de los solteros, el Día de San Valentín no debería ser una jornada de lamentaciones, sino una celebración del amor propio. La verdadera joya de este día radica en aprender a disfrutar de nuestra propia compañía, apreciando nuestras fortalezas y cuidándonos a nosotros mismos como el tesoro que somos. En lugar de medir nuestra valía por la existencia de una pareja, podríamos reconocer que somos completos y valiosos por derecho propio.

La risa, como se ha mencionado anteriormente, es el mejor antídoto para las penas del Día de San Valentín y también, por qué no, para endulzarlo aún más. En la actualidad se ha venido tomando el amor demasiado en serio; es ahí donde el humor se convierte en nuestra herramienta para desarmar las expectativas exageradas y abrazar las complejidades del amor de manera ligera y divertida. La risa desmedida y sincera ocasionada por otra persona o uno mismo es señal inequívoca de que uno es feliz.

En última instancia, el Día de San Valentín es una oportunidad para redefinir y celebrar el amor en todas sus formas. Al abrazar el amor propio, fomentar conexiones auténticas y encontrar el humor en las complejidades de las relaciones, podemos transformar este día en algo más que una celebración comercial. Pero como siempre, no tiene por qué hacerme caso si no quiere, al fin y al cabo, esta es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿qué opina?

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