Si no pueden someter a Trump a un juicio federal...

Opinión
/ 9 marzo 2024
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La Corte Suprema bien podría decidir otra elección presidencial

Por Thomas B. Edsall, The New York Times.

Aunque el fallo de la Corte Suprema del lunes de que los estados no pueden prohibir que Donald Trump aparezca en la boleta presidencial acaparó mucha atención, la decisión con más consecuencias políticas se produjo el 28 de febrero, cuando el tribunal fijó una audiencia sobre el argumento de Trump de inmunidad presidencial para la semana del 22 de abril.

Ese retraso es a la vez un golpe devastador para la campaña de Joe Biden y una ayuda importante al esfuerzo múltiple de Trump para minimizar la atención a los detalles de los 91 delitos graves que se le imputan.

Esto aumenta la posibilidad de que ninguna de las dos acusaciones federales formales contra Trump llegue a juicio antes de las elecciones de noviembre. La no celebración de al menos uno de esos juicios antes del 5 de noviembre socavaría un objetivo demócrata clave: ampliar la conciencia del electorado sobre los peligros que plantea un segundo mandato de Trump.

Es muy probable que esos juicios, en caso de que se celebren, produzcan una avalancha de titulares diarios y emisiones de televisión que describan la participación de Trump en la insurrección del 6 de enero de 2021 y su secuestro de documentos clasificados del gobierno en su residencia de Mar-a-Lago, una avalancha mediática que recuerda a las audiencias del Senado por el escándalo de Watergate, que se prolongaron durante 51 días en 1973.

“Desde el principio, consideré que el caso federal de subversión electoral podía convertirse en el caso más importante en la historia de este país”, escribió Richard L. Hasen, catedrático de Derecho de la Universidad de California en Los Ángeles, en su electionlawblog. “Y ahora puede que no ocurra debido a los tiempos, que están por completo bajo el control de la Corte Suprema. Esto bien podría acabar con el juego”.

Que los juicios se celebren o no antes de las elecciones es crucial para el resultado, al menos por dos razones.

En primer lugar, un segmento bastante grande del electorado no tiene ni idea o tiene un conocimiento escaso de los delitos de los que se acusa a Trump. Un mayor conocimiento de estos delitos solo puede favorecer a Biden.

En segundo lugar, un elemento clave de la estrategia de campaña de Biden es movilizar a lo que los estrategas políticos llaman la “mayoría anti-MAGA”. No se puede confiar en que muchos electores que están en contra de MAGA (las siglas en inglés del eslogan que representa al movimiento que apoya a Trump) acudan a las urnas a menos que se les plantee directamente la amenaza de una victoria de Trump-MAGA, algo que los juicios ayudarían a conseguir.

Una encuesta realizada del 30 de enero al 1.° de febrero por YouGov preguntó a los electores si sabían a) que a Trump “se le acusa de falsificar registros empresariales para ocultar pagos para callar a una estrella porno”; b) que “se le acusa de tomar documentos altamente clasificados de la Casa Blanca y obstruir los esfuerzos para recuperarlos; c) que “se le acusa de conspirar para revertir los resultados de una elección presidencial” y d) que “se le acusa de intentar obstaculizar la certificación de unas elecciones presidenciales”.

Entre el 20 y el 25 por ciento de los encuestados dijo no saber, y otro 20 o 25 por ciento dijo “no estar seguro”, de cuáles eran los delitos que se le imputaban a Trump; en otras palabras, casi la mitad de los encuestados tenía poca o ninguna comprensión de la serie de acusaciones contra Trump.

Otra encuesta realizada del 25 al 29 de enero por YouGov hacía una pregunta diferente: “cuánto ha oído hablar” de cada una de las imputaciones. En este caso, los votantes independientes, que desempeñarán un papel importante a la hora de determinar el resultado de las elecciones de 2024, estaban mucho menos familiarizados con las acusaciones que los demócratas o los republicanos.

Más de la mitad de los republicanos (el 55,5 por ciento) y los demócratas (el 50,75 por ciento) le dijeron a YouGov que habían escuchado “mucho” sobre las imputaciones, en comparación con el 41,75 por ciento de los independientes.

Estos resultados plantean interesantes desafíos para los analistas políticos. Aunque los profesionales de la política difieren en los detalles de las estrategias que creen que debería adoptar Biden, la decisión de la Corte Suprema de aplazar la resolución de las demandas de inmunidad de Trump es un auténtico revés.

Nate Silver, fundador de FiveThirtyEight, sostiene que Biden necesita adoptar una estrategia de persuasión para convencer a los votantes que lo apoyaron en 2020, pero ahora apoyan a Trump, de que vuelvan al redil demócrata.

“Los demócratas suelen asumir que las elecciones se ganan a través de la participación y no del convencimiento”, escribió Silver en una publicación reciente de Substack. “No es una propuesta descabellada, ni mucho menos. Pero parece una estrategia perdedora para 2024”.

Según Silver, ya desde 2012, destinar recursos a aumentar la participación resultaba efectivo en gran parte porque el electorado general era decisivamente más demócrata que republicano, por 38 contra 32.

Desde entonces, escribió Silver, “los demócratas perdieron su ventaja en la identificación del partido en muchas encuestas”. Por ejemplo, en los sondeos de Gallup a lo largo de 2023, en contraste con la ventaja demócrata en 2012, el mismo porcentaje de estadounidenses (el 27 por ciento) se identificaba como demócrata y republicano, mientras que un 43 por ciento se identificaba como independiente”. Encuestas recientes de Gallup descubrieron que cuando se les pregunta si se inclinan por uno u otro partido, los independientes ahora se dividen a partes iguales entre votar por el Partido Demócrata o el Partido Republicano.

Silver analizó los detalles de la reciente encuesta de Times/Siena para mostrar “los peligros potenciales para los demócratas de centrarse en la participación de base”:

La encuesta preguntó a los electores por quién votaron en 2020, así como por quién planeaban votar en noviembre. Esto produjo una brecha importante; Biden en realidad lideró por 12 puntos en el voto recordado de 2020, pero está por detrás de Trump por 5 puntos en las preferencias de los votantes para 2024:

El voto recordado en 2020 (que excluye a quienes no votaron): Biden, el 53 por ciento y Trump, el 41 por ciento.

Voto de 2024 (incluidos los que se inclinan por el candidato): Trump, el 48 por ciento y Biden, el 43 por ciento.

Este es, continúa Silver, “un mal dato para la Casa Blanca. En la encuesta, solo el 83 por ciento de los votantes que dicen haber elegido a Biden en 2020 piensan votar por él este año, mientras que el 97 por ciento que votó por Trump piensa volver a votar por él”.

Y lo que es más importante, estos desertores de Biden no forman parte de la base demócrata, Silver argumentó:

Si Biden solo conserva el 83 por ciento del voto general que obtuvo en 2020, eso implica que le está yendo bastante mal con las personas que votaron por él en 2020 pero que no son votantes leales de las primarias demócratas. Solo alrededor del 75 por ciento de este grupo dice que volverá a votar por Biden.

¿La conclusión de Silver?

Si quieren maximizar sus posibilidades de ganar en noviembre, los demócratas deberían centrarse primero en este grupo de votantes indecisos que cambian de voto, y después en la base.

Adam Carlson —un antiguo encuestador demócrata que todavía agrupa datos sobre tendencias electorales entre subgrupos clave a partir de múltiples encuestas— ha reunido material que sustenta el argumento de Silver de que los demócratas necesitan restaurar la lealtad entre los antiguos votantes demócratas que ahora están considerando votar por Trump.

En una publicación del 28 de febrero en X, Carlson escribió: “Los siete subgrupos que menos atención le están prestando a las elecciones de 2024 son los mismos siete subgrupos que más se inclinan hacia Trump en las encuestas”.

En específico, tras combinar datos de encuestas que se llevaron a cabo del 1.° al 27 de febrero, Carlson encontró que el 17 por ciento de los electores independientes estaban atentos a las elecciones y que este grupo se había inclinado 26,3 puntos hacia Trump en comparación con su voto real en 2020.

De igual modo, el 27 por ciento de los hispanos comentó que estaba pendiente de las elecciones, mientras que sus intenciones de voto se habían movido 16 puntos hacia Trump desde 2020. Carlson describió tendencias similares para los votantes de bajos ingresos, los votantes jóvenes, los votantes negros y los moderados.

Michael Podhorzer, exdirector político de AFL-CIO y fundador de Analyst Institute, parte de dos premisas básicas para calcular las estrategias demócratas efectivas este año.

La premisa más importante que sustenta el análisis de Podhorzer es que los electores anti-MAGA conforman la mayoría del electorado. El segundo supuesto es que esta mayoría anti-MAGA se compone de dos partes, la primera son votantes fiables que acuden de manera sistemática a las urnas el día de las elecciones, la segunda se compone de votantes poco participativos y poco fiables a los que hay que advertir una y otra vez y en detalle de los peligros que supone la elección de Trump y sus aliados.

“La ‘mayoría anti-MAGA’ es la dinámica más importante en nuestras elecciones actuales”, escribió Podhorzer en una publicación del 28 de febrero en su perfil de Substack, “La democracia no es un deporte de espectadores”:

A la hora de la verdad, la mayoría de los estadounidenses no quieren un futuro MAGA. De los 178 millones de estadounidenses que han votado al menos una vez a partir de 2016, unos 94 millones han votado en contra de MAGA y alrededor de 84 millones han votado a favor de MAGA.

Podhorzer argumenta que el “peligroso error” que es muy probable que cometan los demócratas en las elecciones de noviembre:

es dar por sentado que los votantes ordinarios que decidirán esta elección invariablemente tomarán sus decisiones basándose en si juzgan que Biden o Trump es más capaz de desempeñar la presidencia, en lugar de basarse en lo que ellos y sus familias podrían perder si Trump y MAGA ganan. La evidencia del comportamiento de los votantes desde 2016 nos dice que la gente hará esto último, siempre y cuando se les deje claro lo que está en juego. Pero si tratamos esto como unas elecciones normales (solo otra ronda de combate individual entre dos contrincantes, Joe Biden y Donald Trump) Trump y MAGA podrían ganar.

Según este punto de vista, un bloque importante de electores se compone de “votantes recién involucrados —aquellos que apenas entraron (o se reincorporaron) al electorado en 2018 o después— y que impulsaron una participación históricamente alta y le dieron la victoria de manera drástica a Biden y los demócratas cuando lo que estaba en juego era un futuro MAGA”.

Para sustentar su análisis, Podhorzer hizo referencia a las elecciones de medio mandato de 2022. Esas contiendas se “entienden mejor como dos elecciones distintas: una en los campos de batalla clave, donde los votantes entendieron lo que estaba en juego y salieron en masa para rechazar a MAGA; la otra, donde los votantes no entendieron lo que estaba en juego y salieron a votar en los niveles bajos que suelen verse en unas elecciones de medio mandato, lo que permitió que ocurriera la predicha Ola Roja” republicana.

Podhorzer proporcionó datos para respaldar su argumento: en 2022, la participación electoral en todo el país cayó cuatro puntos, al 46 por ciento en comparación con el 50 por ciento en 2018, que fue percibido por muchos como un referendo sobre Trump. Los demócratas sufrieron una pérdida neta de nueve escaños en la Cámara de Representantes en 2022.

En los estados donde los republicanos presentaron candidatos MAGA en carreras competitivas para cargos estatales —Arizona, Wisconsin, Georgia, Pensilvania y Míchigan— la participación de 2018 a 2022 se mantuvo constante en el 53 por ciento y los demócratas ganaron cuatro escaños en la Cámara Baja.

La conclusión: “Cuando la gente no reconoce lo que está en juego, se queda en casa”, lo que entonces “nos lleva al problema no reconocido de la dinámica de la mayoría anti-MAGA para los demócratas”, escribe Podhorzer. “Sus mayorías en los estados disputados del Colegio Electoral dependen de mantener una participación y un apoyo atípicamente altos de personas que no eran votantes habituales en 2016”.

Estos votantes no solo están “alejados de la política partidista”, sino que “carecen de confianza en la capacidad de gobierno de los demócratas”.

Al mismo tiempo, Podhorzer agregó: “La mayoría de los votantes no solo no prestan atención ahora a los problemas judiciales de Trump, sino que no saben casi nada de lo que ha dicho en campaña sobre lo que hará si es elegido de nuevo, por no hablar de la agenda tan específica y escalofriante que han montado sus aliados en caso de que gane un segundo mandato”.

Podhorzer escribió que, dado que muchos de los votantes anti-MAGA no están entusiasmados con Biden, los demócratas tienen que argumentar que “en noviembre, no estamos eligiendo a un líder; estamos eligiendo la nación en la que nos convertiremos”.

Los juicios federales que ahora parece que van a ser aplazados hasta después de las elecciones (y es probable que se aplacen de manera permanente) bien podrían haber convencido a los votantes indecisos de que el gobierno constitucional estadounidense estaba en juego.

Celinda Lake, encuestadora demócrata, argumentó en un correo electrónico que en la campaña para movilizar a los votantes de baja participación, no es tan importante si Trump va a juicio, sino si es condenado: “Lo que importa no son los juicios, sino las condenas. Si Trump es condenado por un jurado por un delito penal, por conspirar para revertir o robarse las elecciones, eso importará”. Lake añadió que “una condena a Trump aumentaría el voto entre los hombres demócratas de baja participación, y ocuparía el segundo lugar, después del aborto, en la movilización de las mujeres demócratas de baja participación”.

En un ensayo invitado del Times del 26 de diciembre, titulado “A Trump Conviction Could Cost Him Enough Voters to Tip the Election’, Lake, Norman Eisen, fiscal especial del juicio político en contra de Trump celebrado en 2019-2020, y Anat Shenker-Osorio, consultora política, escribieron:

¿Por qué las encuestas registran un fuerte descenso para Trump si es condenado? Nuestro análisis (que incluye grupos de discusión que hemos realizado y visto) muestra que a los estadounidenses les importan nuestras libertades, en particular la libertad de votar, hacer que se cuenten los votos y garantizar que prevalezca la voluntad de los electores. Temen confiarle el Despacho Oval a alguien que abusó de su poder al participar en una asociación ilícita para negar o arrebatar esas libertades.

¿Por qué una condena es mucho más importante que una acusación formal?

Lake, Eisen y Shenker-Osorio escribieron:

Los votantes entienden que el delito debe probarse. Reconocen que en nuestro sistema legal hay una diferencia entre alegatos y pruebas, y entre un individuo que solo es acusado y otro que es declarado culpable por un jurado de sus iguales.

Whit Ayres, encuestador republicano, describió en un correo electrónico las presiones cruzadas sobre los votantes, en particular los republicanos, en caso de que se realice un juicio y, posiblemente, se dicte una condena:

Las encuestas a pie de urna entre los votantes de las elecciones primarias republicanas preguntaban si los votantes considerarían a Trump no apto para el cargo si era condenado por un delito y las cifras fueron significativas: un 31 por ciento en Iowa, un 47 por ciento en Nuevo Hampshire y un 36 por ciento en Carolina del Sur. Pero eso no dice nada sobre cómo votarían estas personas en una contienda entre Trump y Biden, porque también es probable que consideren a Biden no apto porque es demasiado mayor para volver a postularse a las elecciones.

Ayres escribió que otro factor clave es “qué juicio estamos considerando. Si tuviera que diseñar un caso que fuera fácil para los republicanos descartar como una cacería de brujas partidista, sería el caso que involucra a Alvin Bragg, Stormy Daniels y el soborno en Nueva York”.

Por el contrario, continuó Ayres, “las acusaciones relacionadas con Jack Smith, los documentos clasificados y la insurrección del 6 de enero son mucho más graves y podrían hacer cambiar de opinión a algunos votantes si llegaran a juicio antes del día de las elecciones. Pero los acontecimientos recientes y los tiempos actuales lo hacen muy improbable”.

En general, Ayres desestimó el potencial de los juicios para determinar el resultado de las elecciones: “Si los demócratas quieren derrotar a Trump, tienen que conseguir que Biden se retire y nominar a alguien que de verdad pueda competir contra Trump, lo cual Biden no puede hacer en este momento. Poner sus esperanzas en procesos que aún no han ocurrido es una quimera”.

El último punto de Ayres sobre la edad de Biden plantea la pregunta: ¿La campaña de Biden puede disminuir o acallar de algún modo las preocupaciones sobre su capacidad para llevar a cabo las tareas esenciales de la presidencia? ¿Puede desviar la atención pública hacia el amplio abanico de defectos de Trump y hacia las amenazas (provenientes del propio Trump y de muchos otros) que una segunda presidencia de Trump supondría para la democracia estadounidense, su Constitución y el Estado de derecho?

Estas dudas en cuanto a la competencia de Biden han seguido siendo una preocupación pública dominante: a pesar de una mejora significativa de la economía con un crecimiento medio anual del PIB del 3,4 por ciento durante los tres primeros años del gobierno de Biden, superando el 2,6 por ciento durante los tres primeros años de Trump, la disminución de las tasas de inflación y una tasa de desempleo del 3,8 por ciento.

A la campaña de Biden no le faltará un recurso crucial: dinero en efectivo. Según Open Secrets, hasta principios de febrero, el comité de campaña de Biden ha recaudado 107,6 millones de dólares, en comparación con los 85,3 millones de dólares del comité de Trump. El SuperPAC pro-Biden, Future Forward, anunció planes para gastar 250 millones de dólares en el actual ciclo electoral, gran parte en las semanas previas al 5 de noviembre.

Sea cual sea la ventaja de Biden, el gasto de campaña será más efectivo si la campaña tiene material concreto con el cual trabajar, algo que un juicio oportuno de Trump proporcionaría.

En el año 2000, la Corte Suprema, con una mayoría designada por los republicanos, decidió unas elecciones presidenciales a favor del candidato republicano. Algo anda muy mal en nuestra democracia si esto ocurre dos veces en menos de un cuarto de siglo. c.2024 The New York Times Company.

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