Terminó la luna de miel... ‘fosfo, fosfo’

Estoy entrando a esa etapa de la vida en la que muy poco puede ya sorprenderme. Recuerdo que en mis años de juventud, mi entusiasmo ante novedades políticas y sociales solían encontrar diversas respuesta de los avezados que me llevaban años de ventaja. En el mejor de los casos, eran respuestas prudentes o escépticas; y en el peor, sarcásticas y burlonas.

La esperanza y las expectativas que se suelen generar en el acontecer político, social y económico, cada vez que irrumpe en el escenario un liderazgo nuevo, novedoso y diferente, se han tornado más en rutina que en novedad. El ejemplo mas reciente es el del gobernador de Nuevo León, Samuel García.

Después de dejar atrás el idealismo entusiasta de mi juventud, de pronto me convertí en un adulto prudente, escéptico, sarcástico y en veces hasta burlón, cuando personas más jóvenes que yo se mostraban deslumbradas por el “promisorio” futuro que esperaba al Nuevo León por el arribo del nuevo Gobernador, de la mano o a la zaga de su activa consorte.

Entre los muchos elementos que lo harían invencible, señalaban estos jóvenes, es su gran capacidad para la comunicación mediática y la arrolladora presencia en las redes sociales de su esposa. Con Samuel ya nada sería igual. Todo comentario que llamara a la duda se estrellaba contra el superior conocimiento de la realidad enarbolada por sus defensores.

Hemos visto ya a tantos políticos aparecer y desaparecer, prometer, dar esperanza, decepcionar y desplomarse, que en respuesta a tan altas expectativas, suelo referirme a las experiencias del pasado: políticos, candidatos y gobernantes enfrentados con la realidad, siempre empiezan igual, siempre terminan igual.

El discurso del recién llegado suele articularse siempre sobre las mismas premisas: “Todos mis antecesores fueron y son tontos, corruptos, yo resolveré todos los problemas porque soy el mejor, porque soy yo”. Esa parece ser la extraña costumbre que se apodera de los políticos mexicanos cuando están en campaña, crece cuando ganan una elección y pareciera que, cuando alzan el brazo para rendir protesta de su cargo, se apodera de ellos un espíritu superior que los hace infalibles, inteligentes, sabios e indestructibles.

El asesinato de Debanhi Escobar cimbró a la sociedad neoleonesa y a la mexicana, con notorio énfasis a ese mundo que se mueve en las redes sociales. El atroz feminicidio demostró, una vez más, que la inseguridad pública azota al país y sigue siendo encubierta con el manto protector de la impunidad. Los discursos del gobernante asegurando que las cosas cambiarán gracias a él, se transforman en lamentos en búsqueda o creación de culpables, en huecas instrucciones para dar con los responsables, que luego bajan por el podrido sistema de justicia penal que termina, en tiempo récord y sin investigación criminal, con un chivo expiatorio que se cuelga como trofeo para consumo de la opinión pública. En el caso de Samuel la cosa se puso peor, incluso la víctima resultó culpable, hayase visto.

Que diferente sería ver que un político y gobernante reconoce primero que nada y antes de asumir el cargo, el estado que guarda la sociedad que se propone gobernar y la administración que habrá de liderar. Así, sin anestesia y sin adornos, sin fabular un mundo de fantasía que no existe, aunque algunos así lo quieran.

Decir la verdad, señalar el rumbo y una estrategia consensuada por mayoría, tomando en cuenta la voz de las minorías. Aceptar y advertir que ponerla en marcha tomará tiempo y será difícil, confesar que no hay caminos sencillos. Reconocer que menudearán los deseos de abandonar la ruta, que se cometerán errores, que habrá caídas, quizá que será necesario hacer adecuaciones.

Samuel, como muchos otros políticos que lo antecedieron y que le seguirán, se ahorcó con su propia lengua. Se creyó superior y hoy se da cuenta que el sistema corrupto y corruptor es más fuerte que él, puede más que él y es más astuto que él. Hasta aquí llegó la luna de miel “fosfo, fosfo”. Los neoleoneses se adentran en la crisis matrimonial.

@chuyramirezr