Una sola colectividad

Opinión
/ 12 marzo 2023
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“Imagina que estamos vinculados, no catalogados”.

- Gloria Steinem

La semana pasada estuvo enmarcada por dos eventos que en lo particular son muy significativos; la conmemoración del Día internacional de la mujer y se entregó el máximo galardón que se le puede hacer a un arquitecto a nivel internacional: el premio Pritzker de arquitectura. Este premio anual se otorga al arquitecto vivo que a lo largo de su ejercicio profesional haya contribuido de manera consistente y significativa a la humanidad y su entorno a través de la arquitectura, algo así como el equivalente al premio Nobel en esta disciplina.

La arquitectura es arte y es ciencia, pero en sus inicios servía principalmente para que el ser humano se resguardara y se protegiera de animales salvajes y de las inclemencias del tiempo. Después, los seres que habitaron la tierra, llamados a la búsqueda de la belleza, pensaron sus hogares y sus edificios como lugares, además de funcionales, sublimes y duraderos. La arquitectura es ciencia y es arte, creada para servir al ser vivo, a quien lo habita, a los individuos pero también a los colectivos. La arquitectura conforma las ciudades y las ciudades son nuestros territorios, nuestro hábitat -en teoría- nuestro lugar seguro. Este lugar que nos recuerda nuestro pasado y que influye en sus habitantes pero que también nos recuerda nuestra realidad actual con todas sus crisis y emergencias, sociales, culturales, políticas, urbanas, y al mismo tiempo nos impulsa hacia el futuro.

$!La arquitectura es ciencia y es arte.

El ganador de este año habla en su arquitectura de un concepto que sobresale del resto: la colectividad, y cito: “En lugar de promovernos todos individualmente, ¿por qué no nos promovemos colectivamente? ¿Cuál es nuestra relación con la sociedad? ¿Cuál es nuestro terreno común?”

La arquitectura monumental, conmemorativa, históricamente significativa, además de la arquitectura menor, también se creó con la intención de proteger distintos ámbitos y categorías que ordenan nuestras ciudades. Una promesa que hicieron los que nos antecedieron. Desde lo individual y en lo colectivo, la protección de la vida en todas sus manifestaciones: el respeto hacia el otro.

David Chipperfield, mencionado ganador del premio Nobel de la arquitectura, dirige su atención y su intención a la contribución que podemos hacer no sólo como arquitectos sino como sociedades en general para afrontar los desafíos que nos impone la crisis climática y la desigualdad social, la discriminación y la falta de recursos desde su trinchera.

De manera coincidente, Gloria Steinem, periodista, pionera coordinadora feminista y activista política, afirma que si se piensa en la raza humana como un pájaro con dos alas, entenderemos que si una está herida o rota, nadie puede volar. Asimismo, Cristina Sánchez Parra y Adriana María Suárez Mayorga, en un congreso de ciudades iberoamericanas, mencionan que los espacios en las ciudades perfilan narrativas sociales que evocan el pasado, sucesos tanto positivos y negativos conforman y definen la memoria colectiva.

Propongo un hilo conductor: la colectividad; cuatro especialistas: un arquitecto, una activista y dos académicas, hablan de colectividad, de la importancia de vernos como un todo y no como una sola parte, el premio Pritzker, desde la arquitectura, Steinem desde el periodismo y el activismo social y Sánchez Parra y Suárez Mayorga desde la academia. Estas personas no se conocen y sus preocupaciones son las mismas. Los derechos fundamentales de los seres humanos no se contraponen con nuestros edificios históricamente significativos, son parte de nuestra memoria pero también nos ligan de forma inevitable con nuestro presente, esta preocupación por la colectividad no es restrictiva, sino amplia y profunda.

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