Vamos a divertirnos. Episodio II y final
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Plácido Detona
Hace varios meses, cuando los de un portal alemán se me acercaron para negociar los derechos de mis columnas sindicadas, uno de los editores no resistió la tentación de preguntarme si habría manera de que de vez en cuando escribiera algo con espíritu teutón.
Les platico lo que le respondí:
Mira, lo más cercano que tengo de Alemania son los apellidos de mi abuelo paterno, que los anglisajoneó para escondérsele a los que vinieron a buscarlo a Estados Unidos, cuando junto a familiares suyos huyeron de la Gran Guerra desde Gdansk, Polonia, para venir a caer a otra, la de la revolución mexicana en 1911.
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Lo segundo que tengo cerca de Alemania es a mi hija Pita, la doctora que después de hacerse cirujana acá, se quiso aventar una segunda especialidad en proctología y terminó casándose con un austriaco de poca madre que se llama Fritz Gugg, que la llevó a vivir a Viena, donde allá sigue y no la veo desde hace tanto que espero no se haya olvidado de mí, porque yo de ella no.
Y en aquella conversación que tuve con el editor de marras, me preguntó -y yo le respondí- que en mis artículos, quiero descubrir y describir las relaciones humanas y sociales auténticas, con el objeto de criticar las ideas convencionales de esas mismas relaciones.
Le dije también que quiero poner en crisis todos los días, el optimismo aburguesado de los que prefieren sus abullonadas zonas del confort particular, que correr el riesgo público de levantar la mano, alzar la cabeza y mostrar sus nombres cuando la ocasión de un gobierno mediocre lo amerita. ¿Me estás leyendo, Samuel García?
Escribo todos los días, y junto a Catón soy el único en hacerlo.
Ciro Gómez Leyva se propone hacer lo mismo desde España. Hasta ahora lleva dos meses consecutivos detonando. Espero que nada se lo impida para ver si completa al menos un año.
Cuando escribo, quiero obligar a mis lectores a dudar de la conveniente serenidad y seguridad del orden establecido.
Una vez que me desperté de madrugada, se me ocurrió que si alguien me preguntara cuál es mi oficio, le respondería que es encontrar la diferencia entre los sueños y los ensueños.
¿HAY ALGO DE STRESS EN TODO ESTO?
Claro que lo hay, pero lo tomo como una consecuencia natural de la intensidad con la que vivo mi vida.
El antídoto que siempre uso para administrar el stress, se lo aprendí a uno de los jefes a quienes más he admirado: Gustavo Aguilar Kubli, quien murió sin pedirme permiso hace una década en Guadalajara.
Yo tenía 23 años cuando lo conocí y acababa de sobrevivir a los despiadados reajustes de personal del Grupo Alfa allá por 1982.
De formar parte del equipo del también finado Diego Sada en la División Alfa Industrias, me asignaron al corporativo que acaba de inaugurarse en la Colonia Carrizalejo, de San Pedro Garza García.
En realidad Gustavo no era mi jefe directo, porque tenía como sub director a Alejandro Valadez, y a Gerardo Hurtado, gerente de aquella área.
Yo era algo así como jefe y todos ellos provenían de la División consentida del Grupo: Acero.
Mis pares en aquél equipo eran Pepe Ortiz (qepd), Carlos Martínez, Andrés Bermea, y el único indeseable de la indeseable “Alfa Industrias”, era yo.
A lo mejor por eso, Gustavo -que también era de los “aceros” - me tomó “por su cuenta” y todos los viernes por ahí de las 6 de la tarde, se aparecía en mi cubículo y me decía: “Plácido, vamos a divertirnos”.
Y en seguida me soltaba un montonal despiadado de chamba para que se la entregara resuelta, el lunes a primera hora cuando volviéramos todos al jale.
Tenía la gracia de hacer las cosas así; me divertía de verdad, y en vez de tomarle tirria, yo mismo lo buscaba los viernes a las 6 de la tarde, cuando a él se le olvidaba...
CAJÓN DE SASTRE
“Entonces, vamos a divertirnos”, detona la irreverente de mi Gaby, desde PTY o Panamá, para los que no se saben la clave aeroportuaria de esa canalera ciudad.
Mañana, cambio completo de programa sin faltar el Incomparable Iván y toda la Compañía.
Por lo pronto hoy, es deseo que pasen ustedes un plácido domingo, especialmente las Frías Serpientes que siguen jodiendo con sus frustrados afanes de censores torquemados.