Transita Calamaro de la actitud de Dylan al descontrol de los Stones
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Ofrece el cantante argentino su primera presentación en México; sale al escenario del Auditorio Nacional con una pose elegante que a las pocas canciones cambió para hacer vibrar al público en una lluvia de adrenalina.
Ciudad de México.- Se presentó hace unos días como "ilustre desconocido" en México, pero el cantante argentino Andrés Calamaro logró pegarse anoche a la piel la aureola de ídolo en el Auditorio Nacional capitalino, a pesar de ser su primera gira por el país.
Diez mil espectadores -muchos compatriotas suyos- se dieron cita en el considerado escenario magno de México para ver, en dos horas y media, como Calamaro transitaba desde una actitud elegante a lo Bob Dylan hasta el descontrol de un Rolling Stone.
El ex capitán de Los Rodríguez, que venía de actuar dos noches en Guadalajara (oeste) , salió a las tablas con un aire "cool" e indiferente, parapetado tras gafas oscuras y en posición de ataque con "El salmón" y "Los chicos" como estoque para la primera sangre.
La pose elegante -americana con margarita gigante en el ojal incluida- le duró apenas cinco canciones, las que tardó en dirigirse al publico con un "compañeros y compañeras mexicanos, muchas gracias" cuando callaron las guitarras.
Calamaro se despojó de la chaqueta y dejo al descubierto, junto a una camiseta del líder revolucionario mexicano Emiliano Zapata, su lado rockero de Mister Hyde; en el patio de butacas comenzó a llover adrenalina mientras el cantante presumía de pulmones con gritos casi en falsete.
Tras "5 minutos más" , volvió a calarse la americana del Doctor Jeckyll y se deshizo -brevemente- de sus gafas para sacarse unos tangos del corazón, como "Los mareados" , lo que descubrió a la numerosa hinchada argentina entre el público.
Pasaban los minutos, las canciones, y Calamaro, de nuevo metamorfoseado en puro vigor, parecía no tener ganas de fingir su retirada para escuchar al público pedirle más; besaba el suelo, alababa a una audiencia "que Mick Jagger soñaría" y tiraba flores.
Cada vez más desmadrado, se olvidó de que casi roza los 50 años y volvió a ser un "enfant terrible" del rock. "Crímenes perfectos" y "Loco" prepararon el camino para la poesía de "Flaca" y el impacto de "Alta suciedad" en un falso clímax.
Calamaro se marcho del escenario, pero seguía hiperactivo y después de unos sorbos de mate volvió para conceder al respetable el "Sin documentos" de Los Rodríguez.
Dos temas de su pasado mas tarde, el argentino se deshizo en elogios a México - "tendríamos que volver una vez por semana" , dijo.
Dos veces le lanzaron a él la camiseta de los "Pumas" , equipo de fútbol capitalino, y dos veces la exhibió sin ponérsela. Lo que sí se colgó fueron las banderas de Argentina y México, después de ondearlas atadas al micrófono.
Llegado el final, se quitó las gafas, hizo la reverencia de rigor con la banda, lanzó besos y desapareció. Se encendieron las luces, el público empezó a retirarse... y Calamaro regresó bajo los focos, para mandar el último abrazo.