Claes Oldenburg, último maestro del pop-art

Artes
/ 28 septiembre 2015

Hace cinco años, su "Typenwriter Eraser" (1976) fue subastado en Christie's por 2.2 millones de dólares.

Nueva York, EU.- Claes Oldenburg tenía elevadas aspiraciones con respecto al arte, y lo dijo muy claramente: "Estoy a favor de un arte político-erótico-místico, que hace algo más que sentar su trasero en un museo", explicó a principios de los 60 en un manifiesto artístico.

En cualquier caso, las esculturas de este estadounidense nacido en Suecia son demasiado grandes para sentar cualquier partel cuerpo dentro de un edificio cerrado. Sus trabajos son originales e ingeniosos, pero también dotados de un profundo sentido. Mañana, el que junto a Jasper Johns es el último gran representante vivo del pop-art cumple 85 años.

Oldenburg nació en Estocolmo, pero llegó a Estados Unidos junto a su familia cuando tenía siete años. Y no lo hizo de forma modesta, sino como el hijo del cónsul sueco en Chicago. Aquí creció, se enamoró del país, su gente y su estilo de vida. Tras su paso por la universidad de Yale estudio arte en Chicago, donde a comienzos de los años 50 vendió también sus primeras obras: cinco piezas por 25 dólares.

Después, Oldenburg partió a Nueva York en el momento justo, pues a finales de los 50 la metrópolis demandaba nuevas ideas, nuevos artistas y un arte nuevo. De pronto, se acabó aquello de "¿esto es arte?" siempre y cuando las obras denotaran creatividad y ofrecieran algo diferente.

Artistas como Jackson Pollock abrieron el camino y la juventud se preparó para seguirlo. Entre ellos Andrej Wharhola, que conocido como Andy Warhol se convirtió en rey de una nueva tendencia llamada pop-art. Roy Lichtenstein, Jasper Johns y Claes Oldenburg eran algunos de aquellos jóvenes.

La principal aspiración del pop-art era que fuera diferente y, en lo posible, ingenioso. Johns pintó sus enormes banderas, Warhol sus botellas de Coca-Cola y Lichtenstein sus cómics. En el caso de Oldenburg, el tamaño importaba, como en su pintalabios de siete metros sobre un tanque.

Un lapicero casi volatilizado realizado para la universidad de El Salvador se convirtió en 1977 en símbolo de la supervivencia de la inteligencia ante la brutal represión política. Y en San Francisco, famosa por su tolerancia en cuestiones homosexuales, una flecha de Cupido de casi 20 metros se clava en el suelo, junto a su arco.

Oldenburg participó en cuatro ocasiones en la documenta de Kassel (Alemania). En una de ellas, colocó una gigantesca piqueta de 12 metros en la orilla del río Fulda. Entre sus más de 40 monumentales esculturas figuran las enormes cerillas que colocó en La Vall d'Hebron, en Barcelona.

Su segunda esposa, Coosje van Bruggen, fue para él más que una musa. De hecho, Oldenburg siempre se consideró parte de un dúo. La artista holandesa falleció en 2009, dos semanas antes de su 80 cumpleaños, debido a un cáncer. Ella acababa de cumplir 66.

Desde entonces, el veterano escultor vive retirado, aunque sigue estando presente. Tanto turistas como estudiantes de arte capturan diariamente sus monumentales esculturas en incontables instantáneas. Hace cinco años, su "Typenwriter Eraser" (1976) fue subastado en Christie's por 2.2 millones de dólares. Y los museos se siguen rifando sus obras, siempre que sean lo suficientemente pequeñas para "sentar su trasero" allí.

Por Chris Melzer/DPA




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