¿Está muriendo el idioma español?

En el marco del Día Mundial del Idioma Español en las Naciones Unidas revisamos las distintas expresiones, usos y tradiciones actuales de esta lengua y sí realmente están poniendo en peligro su esencia

Artes
/ 22 abril 2024
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“Las yents de agora escriven ‘ver’ por ‘veer’, el castellano se a ruinado”, dice un bellísimo meme escrito en castellano antiguo, como una forma de burla a quienes, con el diccionario sobre el pecho, defienden a capa y espada las reglas, tradiciones y formas del “español correcto”.

Según el Instituto Cervantes hay más de 500 millones de hablantes de este idioma –y otros 200 millones más aprendiéndolo como segunda lengua–, lo que lo convierte en el segundo más grande del mundo, detrás del chino mandarín. Pero incluso así hay quienes temen por la seguridad del mismo frente a los nuevos modos, vocablos y usos que están comenzando a poblar nuestra voz hispana.

Este 23 de abril se conmemora el Día Mundial del Idioma Español en las Naciones Unidas, una fecha instaurada en 2010 en honor del escritor Miguel de Cervantes Saavedra, cuya obra “Don Quijote de la Mancha”, es considerada un texto fundamental en la historia del español. La efeméride busca celebrar “la expansión y la riqueza del español”, tan vivo como siempre, precisamente por la forma en que quienes lo hablamos lo nutrimos cada día.

La diversidad es vida

Hace unos días el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, en una entrevista con la agencia EFE, aseguró que el español “ha aprendido a mantener la unidad respetando la diversidad” y que no se habla ni mejor ni peor, sino “distinto” según el lugar en el que se emplea.

En este sentido vale la pena recordar que nuestro idioma comenzó como una variación del latín vulgar en la zona de Hispania. Tras la caída del Imperio Romano y durante los siguientes siglos, entre los cambios políticos que hubo y la presencia árabe se hizo más prominente, el español se nutrió de otros idiomas y dialectos, algunos de los cuales sobreviven en la península ibérica, como el leonés y el aragonés.

Sin embargo, Latinoamérica tiene sus propias variantes dialectales, desde la argentina, la peruana, la colombiana y la mexicana, hasta las que ocurren en regiones de Estados Unidos con presencia latina. Algunos de estos son reconocidos por instituciones como el Cervantes, mientras que otros simplemente existen y son hablados por comunidades específicas.

La globalización no puede ser el dictado de un sistema económico que se olvide de los lazos humanos o culturales. No puede ser un proyecto que descanse en el predominio y que facilite los enfrentamientos bélicos y las guerras. Tiene que ser una cultura de paz basada en el entendimiento, la diversidad y las distintas perspectivas del mundo. En eso trabaja el Cervantes”, expresó García Montero en la misma entrevista.

La amenaza del lenguaje incluyente

Sin duda, el uso que más parece enervar a los guardianes del español es el de las prácticas que buscan visibilizar a grupos vulnerables a través de la lengua. Lo que empezó hace años como un esfuerzo para darle su lugar a las mujeres –separar en ‘todos y todas’ ante la imponente presencia del masculino genérico–, ahora se ha extendido a la inclusión de las letras e o x en un intento por dejar de invisibilizar a las identidades de género que existen.

¿Por qué un grupo integrado por 6 hombres y una mujer puede ser llamado “todos” pero uno de 6 mujeres y un hombre no puede ser llamado “todas”? Ante la falta de una estructura que permita darle voz a estas nuevas necesidades de la sociedad, no queda más que modificar lo existente.

“El lenguaje inclusivo no pretende ser correcto. Todo lo contrario, pretende cambiar la realidad, desafiarla y transformarla. Busca poner en entredicho uno de los productos del patriarcado, en la misma manera en que muchas normas jurídicas han debido modificarse para dejar de ser discriminatorias. Si el lenguaje inclusivo incomoda, es porque nos confronta con nuestro propio sexismo; nos obliga a cuestionar el mundo tal como lo conocemos, nos obliga a ver lo que siempre ha sido invisible”, llegó a decir el ministro Arturo Zaldívar sobre el tema y quedó así registrado en la Guía para usos de lenguaje inclusivo y no sexista Suprema Corte de Justicia de la Nación.

El uso hace a la norma

Pero no solo genera controversia este tipo de modificaciones –más deliberadas– al lenguaje, sino también las prácticas que, de forma natural, le van dando otra forma al idioma, y que son las que lo convirtieron en lo que actualmente, aunque muchas personas ignoren tal detalle.

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Basta con poner dos ejemplos, para detonar la memoria y recordar que como estos existen muchos. Usar el verbo ocupar como sinónimo de necesitar ha sido hasta meme, pero hay quienes se toman muy a pecho su utilización y desacreditan a quien la ha incorporado, a pesar de que la misma Academia Mexicana de la Lengua –órgano que al igual que la Real Academia de la Lengua observa y estudia, no regula ni rige el idioma–, considera que “es correcto, aunque solo es frecuente en ciertos dialectos”.

El otro ha sido producto de muchísimas más disputas en redes sociales: las quesadillas. Este platillo, que a pesar de llevar un prefijo alusivo al queso, en ciertas parte del país puede o no llevar este ingrediente, da cuenta de cómo el idioma es de quien lo habla, y mientras esto no cambie, realmente no hay nada de qué preocuparse.

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