Una mujer descubre que su marido la engaña, así que decide darle una lección y confecciona un muñeco vudú para vengarse. Si funciona el hechizo, ¿hasta dónde será capaz de llegar para castigar a su esposo? En un paseo por la sierra, una amante de perros descubre la existencia de un asesino serial con el cual puede comunicarse, ¿se atreverá a contactarlo y pedirle que incluya a alguien en su lista de muerte? Una abuelita descubre una ouija en la casa de retiro que habita y, para su sorpresa, el artefacto promete cumplirle un deseo, ¿se animará a pedirlo y pagar el precio que se le exige?
Los cuentos que aparecen en “Un descuido cósmico” (Tusquets, 2023), el reciente libro de Liliana Blum, invitan al lector a adentrarse en un territorio en donde lo sobrenatural es posible y en el que la venganza puede satisfacerse de distintas formas. Estas historias están protagonizadas por mujeres maduras dispuestas a impartir la justicia que les fue negada, a acudir a brujas para lograr el embarazo deseado, que no temen cuidar aliens en casa o buscar grullas azules en medio de senderos abandonados.
“En casi todo mi trabajo las protagonistas son mujeres y no porque yo tenga una agenda, sino que con estos personajes me siento más a gusto porque al final del día todas ellas soy yo. A medida que han pasado los años, mi primer libro de cuentos salió en 2003 (‘La maldición de Eva’), mis personajes han crecido conmigo”, detalla la escritora duranguense en entrevista con Vanguardia.
En este libro las protagonistas tienen más de cuarenta años, incluso hay mujeres de la tercera edad y una vampira, que se alimenta exclusivamente de hombres violentos, con más de 200 años. La mayoría de ellas son personas que, lejos de su apariencia anodina, poco agraciada y medio olvidable, son capaces de una rudeza y temeridad que las llevan a tomar fuertes decisiones.
“Se vuelven rudas porque hay un hartazgo. Creo que socialmente somos muy injustos con las mujeres en general, y particularmente con las mujeres de cierta edad. Las mujeres que ya no están en etapa fértil, no son bonitas o han dejado de ser apetecibles para los hombres se vuelven como invisibles e incluso se desestima todo lo que dicen. Los hombres cuando envejecen se vuelven sabios, mientras que a las mujeres se les dice ‘ya está menopáusica’, ‘está chocheando’, ‘se le va onda’, frases que son bien denigrantes. Se nos vende que el matrimonio y la maternidad son las grandes cosas a las cuales aspirar y resulta que son unas cárceles, especialmente para la mujer porque el hombre tiene estas salidas, a través de las infidelidades, de su vida fuera de la casa, de no ser el responsable de los hijos.
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“Las protagonistas se han dado cuenta de que las timaron y tienen esta sensación de coraje que creo que es un sentimiento muy humano, particularmente cuando se está rodeado de impunidad y de injusticia. Creo que todos hemos sentido ganas de venganza cuando estamos desprotegidos y a nadie le importa. Estas mujeres de repente tienen ganas de revancha y pues acuden a distintos medios, a veces con buenas soluciones, a veces las cosas se les salen de las manos, pero son mujeres que no son pasivas, que deciden tomar las cosas en sus manos”, detalla la autora, quien presentará “Un descuido cósmico” el próximo 12 de octubre, a las 16:00 horas, en la Feria Internacional del Libro Monterrey.
Desde pequeña Liliana Blum es una gran observadora. Siempre está atenta a frases, acciones, situaciones o lugares que pueden ser materia prima para el siguiente cuento, o la próxima novela. Además, recurre a su propia experiencia para alimentar sus historias. Claro, nada es autobiográfico, pero en cada relato aparecen detalles de la vida de la autora: sus perras, Canela y Fauda, la biblioteca pública de Durango, los libros consentidos, las relaciones incómodas.
“En el cuento ‘Pajarita’ sale un personaje de una de mis novelas favoritas, ‘La Paloma’ de Patrick Süskind. El pez horrible bolotudo del primer relato salió de cuando andaba de novia con el que luego fue mi marido, que tenía uno de esos peces que se me hacían repugnantes. En el libro hay un profesor de deportes que muere a manos de un asesino serial y ese señor nos metió mano en la secundaria a mí y a un montón de chavitas. Hay elementos de mi vida que bajo y los pongo en los cuentos, pero no de manera autobiográfica. Me quedo con las emociones, tanto las buenas como las malas..
“En uno de los cuentos me pregunté, ¿a quién mataría este asesino? y saqué mi lista. En Tequisquiapan hubo un señor que envenenó decenas de perros, tanto callejeros como de casa, fue una masacre, así que lo seleccioné para ser el objetivo de un asesino serial”, relata con una sonrisa cómplice. “Creo que si ponemos atención podemos encontrar material para muchas historias, aunque no sabemos cuándo lo vamos a necesitar, así que hay que guardarlo en un frasco. Entonces estos elementos se marinan y quedan en su punto exacto para cuando los necesitamos”.
Pensamientos oscuros
En “Un descuido cósmico” hay asesinatos, fantasmas, magia negra e incluso vampiros y extraterrestres. De hecho, por primera vez Blum incorpora elementos sobrenaturales a sus cuentos, un recurso que disfrutó mucho y que suma a un estupendo manejo de la tensión, esa que te pone a leer con mayor rapidez para saber qué va a pasar.
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“Yo me inicié en el cuento y luego escribí novelas. Creo que la novela tiene sus propios requerimientos, es mucho más lógica, necesita más planeación. En cambio, el cuento da mucho para la intuición, para improvisar. A mí me gusta leer cosas que tengan tensión y no nada más narraciones que se quedan en una anécdota. Algunos escritores cometen el error de pensar que sólo porque están contando algo muy llamativo, una fiesta de disfraces, un ambiente con sexo y drogas, persecuciones, un monstruo, ya se ganaron al lector. A veces leemos eso y nos quedamos con la sensación de que no pasó nada. El elemento clave es que haya conflicto, cuando hay conflicto surge el suspenso.
“Creo que el gran secreto del cuento es que exista un personaje que tenga un objetivo muy claro, porque así lo quiere o porque alguien se lo impuso. Por ejemplo, una mujer que quiere vengarse del marido, una mujer que conoce a un asesino serial y quiere hacer un poco de justicia, una mujer que quiere que le crean que vio a una garza. Si le ponemos un objetivo claro a nuestros personajes toda la trama se va a mover en torno a eso. Es algo bien obvio y sencillo, pero creo que puede hacer la diferencia entre un texto que genera una expectativa y otro en el que estás esperando que pase algo. Hay que darle al personaje, como a la gente, una motivación para levantarse cada mañana”.
El humor negro es otro de los recursos que utiliza Blum para explorar las acciones de sus personajes, que retan las convenciones sociales, pero a cambio muestran la complejidad de las emociones humanas.
“Siempre he sido muy desconfiada de las apariencias, por experiencia me consta que gente que a lo mejor tiene mala fama, o un defecto de carácter muy obvio, es juzgada y no se entiende qué hay detrás. Esta forma de darles humanidad a mis personajes empieza desde un ejercicio de autocrítica, de admitir que esos personajes se parecen mucho a mí y que a veces yo he tenido pensamientos o fantasías de venganza. Hay una parte que obviamente me detiene, pero está la idea de que ojalá pudiera hacerle daño a alguien por lo que me hizo. Es aceptar que uno tiene estos pensamientos oscuros, reprobables, y que uno no es un ángel bajado del cielo. En el momento en que me veo en esa posibilidad y me acepto como un humano pecador, también los personajes pueden hacerlo”.
La autora de “El monstruo pentápodo”, que muestra su faceta de dibujante con ilustraciones que acompañan cada uno de los cuentos que integran el libro, tiene claro que su escritura busca sorprender al lector con situaciones extraordinarias que ponen a trabajar la imaginación.
“A mí nunca me ha emocionado retratar la realidad tal cual es. A través del arte podemos dar ese giro de libertad, de catarsis, de justicia poética, de juego, que en la vida real no nos permiten. Esa es una de las grandes funciones del arte. Para ver algo igual como lo de afuera basta con abrir la ventana. En tiempos como los de ahora, uno necesita un escape mental de muchas cosas. A mí eso me lo dan los libros y después la televisión”, concluye.