Monstruos marinos, inteligencia artificial e imaginación. ¿Cómo innovar un suplemento para niños en un medio de comunicación local?
Para Big Vang, nuestro suplemento infantil, diseñamos una actividad que vincula la inteligencia artificial, las manualidades y un efecto óptico que si bien es simple, a ojos curiosos no deja de parecer magia. ¿Cómo lo logramos? Aquí está el camino.
Big Vang es nuestro suplemento dominical para las infancias de Saltillo. Existe, hasta ahora, solo en formato impreso y este 17 de marzo de 2014 publicamos su número 206. Lo diseñamos en 2021 para que los niños y niñas que estaban confinados en casa por el Covid tuvieran un periodismo enfocado en ellos, para hacerlos reír, para hacerlos soñar, para que algún dato interesante les volara la cabeza y no pararan de preguntar por qué, por qué, por qué.
Es un heredero directo del hoy extinto “Periodiquito”, que durante décadas marcó a los pequeños saltillenses, pero que la pandemia devoró al ser incosteable en una época de crisis.
Tuve el privilegio y la suerte de participar de lleno en la concepción de Big Vang junto con un gran equipo. Desde el nombre, la estética, los contenidos, etc. Añadimos cuentos, chistes, haikus, datos extraños, cosas viejas que ya no se usan en el mundo actual y recomendaciones de apps.
El producto en sí ha pasado por varios editores, diseñadores, pero nunca le he quitado el ojo de encima. Y es que cuando pones tanto de ti en un producto... Supongo que aquí debería decir que se convierte en algo así como un hijo, pero imposible saberlo. No tengo.
Más bien creo que es una oportunidad constante para la experimentación. Más como un lienzo, por supuesto que no blanco, sino manchadito de tanto borrón y sobrescritura, muy dispuesto a decirme un abnegado y mesiánico: haz de mí lo quieras. Padre me pongo en tus manos. Amén. O tal vez es un espacio muy a la Mary Shelley en donde puedo encarnar al doctor Víctor Frankenstein uniendo y separando partes de ideas heterogéneas, a veces muy poco relacionadas entre sí.
Pero no nos desviemos. Siendo sincero, yo quería dos cosas en particular con Big Vang. Dos muy ligadas a la nostalgia y al egoísmo y me atrevería a decir que también con la niñez en sí.
Mi primera intención era que todos los números incluyeran una breve pieza de ficción. Un cuento. De lo que fuera. Como fuera. Pero un buen cuento (le dije esa frase a la directora editorial cuando me preguntó que secciones debíamos incluir).
Se debe, por supuesto, a que mis primeros recuerdos están estrechamente ligados a los cuentos que me contaban mis padres, a una búsqueda propia y atropellada con el lenguaje al inventar mis propias historias. Y se debe, irremediablemente, a que estoy convencido de que sin la ficción no vale la pena vivir.
La segunda motivación era que cualquier niño o niña que viera las portadas de Big Vang quisiera arrancarlas y pegarlas como pósters en sus cuartos. Lo digo justamente porque durante mi época de chamaco, mi familia nos complació a mi hermano y a mí con cuanta revista infantil había en los puestos de periódicos. Y el resultado fue, obviamente, habitaciones con más pósters que cualquier otra cosa.
Con suerte eso ha ocurrido al menos una vez en un suplemento periodístico para niños.
La popularización de las herramientas de inteligencia artificial que estalló en 2022 impactó en todo el mundo. El periodismo no fue la excepción. Y claro que en Vanguardia, un medio que en su nombre lleva una promesa y un reto, ocurrió lo mismo.
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Aunque debo ser sincero: no hemos encontrado el método adecuado para utilizar estas tecnologías, ni para explotar su potencial ni para lograr lo que parece ser el camino para este año: transformarnos en una redacción amigable con las IA. Sin embargo, ya nos estamos ocupando de eso. Ahora, ¿qué tiene esto que ver con Big Vang?
Pues que desde el año pasado, y de un modo más bien irregular, hemos buscado que cuando menos una vez al mes tengamos contenidos generados u optimizados por software generativo en este producto.
Hasta febrero de este año, me había encargado de tal empresa. Para ser honesto, estos entregables me dejaban con un sabor agridulce. Nos enfocábamos más en generar fondos genéricos que en desarrollar un concepto circular; más en algunas texturas que tuvieran un rol secundario en el armado de esta “revista”; más en un apoyo visual que eficientara tiempos, ahorrara costos y nos permitiera cerrar el proceso sin contratiempos.
Un método eficiente, sí, pero horroroso en cuanto a lo que significa.
Por eso, para esta edición decidimos cambiar nuestra propia receta. Le pedí a la editora, Carolina García, que nos diera un tema lo suficientemente lejano en cuanto al deadline para hacer algo diferente. No sabía qué de manera exacta, pero sí que el método de usar IA en Big Vang no había sido el mejor. Su respuesta fue: Monstruos Marinos. Y con eso en mente comenzamos a trabajar.
El reto esta vez, sin embargo, no lo encaré solo. Es más, traté de sacarme de la ecuación lo más posible al inicio, bajo dos premisas que no terminan por dejar de incomodarme. La primera es que si yo era el responsable de los experimentos con IA en el producto y no estaba funcionando, era parte clave del error. Deducciones simples, evidentes y dolorosas. Pero qué va. Uno llora, se soba y listo.
La segunda es que cada día que pasa me cuestiono si en verdad todavía soy útil para hacer periodismo, pensando rotundamente que no, que ya basta, que fue suficiente. Pero estas páginas no están hechas para tal lloradera, sino para la celebración.
Como decía, no encaré esto solo frente a los algoritmos. En febrero de 2024, María Fernanda Moreno se unió al equipo de innovación editorial de Vanguardia. Su rol está enfocado en provocar, diseñar y construir experiencias editoriales. Un rol que sintetiza los pensamientos de una product manager, una creativa, guiada por un enfoque de diseño de experiencias.
Bueno, el reto para Mafer fue pensar en un abordaje diferente para el producto usando inteligencia artificial al mismo tiempo que encontraba una manera particular de conectar con nuestra audiencia meta: niños, niños, niños.
Por supuesto, como parte del brief le expliqué el suplemento, intentos previos de innovar en él, mi búsqueda como cliente interno, nociones que nos han brindado las direcciones general y editorial, entre otros aspectos.
Una de las nociones que conversamos, giró en torno al rol del periódico impreso y sus múltiples entregables encartados. A su función social, al periodismo como oficio, como negocio. También al periódico y sus productos vistos como objetos. A la experiencia táctil. A la plástica. A su convivencia o competencia frente a contenidos digitales. Y cada vez lo fuimos enfocando más en las infancias.
Tras hacer su investigación y algo de peloteo, Mafer encontró algo que se nos olvida día a día. La fascinación de los pequeños por manipular, tocar, explorar el mundo a través de los sentidos, todo con ojos de curiosidad, todo un prisma imaginativo que a veces se nos atrofia al crecer.
Pero dejaré que sea ella quien los cuente de propia voz.
Pensé que el reto sería muy interesante. Me intrigaba saber cuál podría ser el resultado de la reflexión llevada a la página. ¿Cómo seleccionaríamos los monstruos?, ¿cuál sería el estilo final y por qué?, ¿cómo puede esto ser una experiencia diferente para la audiencia clave?
Sentí emoción al saber que los niños recibirían una versión más dinámica, con ilustraciones que integran elementos interactivos y con un tema que presta para echar a andar la imaginación.
Queríamos que en esta edición niños se involucraran más, que no tuvieran miedo de manipular el papel, de arrugarlo, de maltratarlo. Que Big Vang se volviera una manualidad que no limitara a la sección de ponemos actividades.
En mi búsqueda de evidencias, recordé que de niña veía Art Attack. Fue donde vi esta actividad con celofán rojo donde descubrían mensaje ocultos, escribiendo el mensaje oculto en azul y poniendo elementos, garabatos o simplemente rayar sobre el mensaje de color rojo.
Es el mismo principio que siguen los lentes 3D que se repartían antes en los cines. Y aunque en mi caso no estoy tan familiarizada con eso, sí con los lentes con celofán rojo y azul que se daban en las cajas de CD’s de películas. Sobre todo de Disney. Recuerdo bien ver así la Era de Hielo 3 y Barbie y la Magia de Pegaso.
Era más emocionante verlas así. Y por lo mismo terminaba viéndolas más veces de lo común.
Pues esa emoción, ese mismo comportamiento, es el que buscamos replicar.
Ya enfocada con los monstruos marinos, abordamos la conceptualización como algo antiguo. Platicamos que un aspecto importante en la morfología de los monstruos estaba relacionada a lo antiguo y a lo desconocido, al rechazo de lo moderno y a la permanencia de un sentimiento de
El concepto lo trabajamos con base en un estilo vintage, antiguo, pensando que los monstruos se podrían representar como una ficha técnica de investigación, haciendo este match con el cuento que pondríamos y la actividad.
Comencé haciendo varias pruebas con prompts, hasta tratar de llegar al estilo que buscábamos. Una vez encontrándolo, solo cambiaba la descripción del monstruo y dejaba el mismo al inicio y final y el estilo me lo replicaba ya en todo lo que le pedía:
“vintage poster of sea monster with bigest mouth, styled like an old scientific discovery document --v 6.0 --style raw”
Para la portada y la contraportada fue un poco diferente, ya que no se buscaba el mismo estilo de ficha técnica antigua, sino algo más colorido, donde con solo verlo se pudiera contar una historia.
El prompt utilizado fue el siguiente “Hunter girl in the middle of the ocean in a boat, trying to hunt a giant leviathan with luminous eyes that is seen during the storm in old vintage style --v 6.0 --style raw”
Nos dio un resultado muy padre.
Claro que después de generar esas imágenes les di una postproducción para dar una mejor calidad y adaptarlas al tamaño del suplemento, además de agregar estos elementos y frases escondidas para poder realizar la actividad.
Fue una experiencia muy divertida y que al mismo tiempo te crea una satisfacción muy grande.
Fueron días de trabajo el poder generar todos los artes, prompt tras prompt hasta dar con el correcto, pelearte con Midjourney por no lograr generar lo que buscas, que te diera imágenes muy terroríficas, otras muy deformes y unas muy divertidas.
Pero ver los resultados, es algo increíble y el saber que esto llegará a niños me llena de un orgullo indescriptible.
La idea de poder tocar sus corazones, de encender en ellos una chispa de creatividad y curiosidad, hace que cada desafío enfrentado valga la pena.
Este proyecto me enseñó que, con perseverancia y pasión, podemos superar cualquier obstáculo y crear algo verdaderamente mágico que trascienda. Que esta aventura sea un recordatorio para todos, de que los sueños se pueden hacer realidad si trabajamos con amor y dedicación. Nos anima a seguir adelante, a soñar más grande y a inspirar a otros a hacer lo mismo.
Hay una sola cosa de lo que Mafer cuenta que me parece necesario destacar. En su busqueda por una buena idea, la parte estética dejó de ser prioridad, pero no importante. Lo más trascendente fue lograr que el producto “obligara a los niños a interactuar”. Así, la portada estaba ligada directamente con la contraportada, que a su vez incluía una actividad, que se vinculaba con los interiores y nuevamente con la portada.
El resultado final, la experiencia completa, podrán disfrutarla únicamente si compran el suplemento impreso que se distribuye en la ciudad de Saltillo. Ahí podrán hacer el experimento de describir los monstruos y mensajes ocultos, recorrer el mapa con 11 creaturas bestiales del mar y por supuesto, leer un cuento.
Portada
Interiores
Monstruos
La edición contempla 11 monstruos. Aquí compartimos cinco para que veas el tratamiento que les dimos. Los copys los generó la editora Carolina García.
1.- Kraken
2.- Vodyanoy
3.- “Nessie”
4.- Leviatán
5.- Cthulhu
Actividad
Aunque solemos elegirlo en la parte final proceso de Big Vang, esta vez le dimos la vuelta y dejamos que fuera la actividad la que nos guiara. La idea que fuera un elemento recortable que se usara para redescubrir la edición nos emocionó mucho y lideró la toma de decisiones.
Hay ocasiones en las que el Big Vang no incluye un cuento. A veces por el tema. A veces por la complejidad de hacerlo. Otras por decisión editorial. Pero siempre que a mí me pregunten, este suplemento debe llevar un pedazo de ficción. Si encontrara la manera de hacerlo, también lo tendría la portada principal del periódico.
Es difícil saber cuántas personas llegarán hasta este punto. Ya saben, con todas esas tendencias del contenido breve, directo, útil. Pero no podría estar más en desacuerdo con esas nociones que también tienen mucho de cierto. Pero en un momento como este, en donde hay tanta bibliografía disponible. En una industria como esta, en donde una buena parte del modelo de negocio apunta a la suscripción por el contenido, prefiero apostarle a esas audiencias que leen vorazmente, que tiene predilección por los formatos largos, por el consumo concienzudo, por los contenidos que ellos pueden complementar con su propio background. Y es que estoy convencido de que al periodismo de hoy le sobra la creencia ciega por los cúmulos de datos, le estorba considerar lo “vendible” como lo único necesario, y le falta instinto, carece de experimentación, adolesce de ficción.
Ese es también el equipo del cual me gusta me gusta ser parte. El equipo que quiero crear. Es el periodismo en el que creo. Porque al mismo tiempo somos periodistas, creadores, audiencias, personas.
Así que dejo para este cierre, sintiendo una debilidad particular, el cuento de esta edición. La pluma es mía. La gráfica, como se mencionó arriba, de Mafer.
El Tritónidas y la venganza de la Reina Plath
Reducidos los cazadores de monstruos de Rocafuerte a una sola embarcación, un relámpago atravesó el cielo y Sylvia Navona logró ver parte del cuerpo de la bestia marina que momentos antes devoró a toda su familia y amigos.
La tormenta azotaba el rostro de la niña de 10 años. Le ardían los ojos. Además, lo poco que ella veía en esa noche era gracias a los destellos de la terrible luz naranja que salía de los ojos del Tritónidas, iluminando su pequeño bote como un faro mortal.
El gruñido de este engendro era más fuerte que los truenos o las olas salvajes. Y cuando lanzaba mordiscos, aunque fuera en el agua, resonaban como miles de espadas chocando unas contra otras.
Sacudida por el violento movimiento del monstruo en el océano, la última sobreviviente de la tribu cayó al suelo de su nave, y el golpe la hizo reaccionar. Entonces lo recordó: los Rocafuerte contaban leyendas del Tritónidas, un monstruo famoso por devorar islas y que hace 300 años había atacado su aldea natal. Eso dio pie a que la tribu saliera al mar y se convirtieran en cazadores de recompensas de criaturas mitológicas. La leyenda decía: “El camino está en el interior. Del otro lado yace la respuesta”. Junto con estos recuerdos, vio los fugaces rostros fantasmagóricos de su padre, su madre, su hermano mayor.
Sin tiempo para llorar, Sylvia se levantó, apartó de su cara su cabello negro y se colocó en la orilla de su bote. Tomó el collar de kairoseki que Ted, su padre, le había regalado en su último cumpleaños y lo sostuvo frente a su rostro. La piedra roja del collar, bañada con la sangre de todos los monstruos que los Rocafuerte habían capturado en los últimos tres siglos, era usada para detectarlos y encontrar los puntos débiles de estos seres.
La oscuridad de la noche persistía. El Tritónidas gruñía con furia. La tormenta la hacía sentir frío. Su bote, con la inscripción “Venganza de la Reina Plath”, se mecía casi sin control. Todo parecía perdido.
Cualquier otra niña de su edad se hubiera rendido en ese momento, pero no Sylvia, no la última cazadora de monstruos de su tribu.
Mirando a través del kairoseki, observó que dentro del monstruo, y por debajo del agua, había un remolino de luz extraña. Por un momento se sintió derrotada. ¿Cómo podría llegar hasta allí?, e incluso si lo lograba, ¿qué haría entonces?
Sus manos temblaban. No veía bien. El miedo recorría su espalda. De pronto, escuchó su propia voz diciendo: “Confía en tu instinto”. Sylvia volvió a colocarse el collar alrededor del cuello y dejó que la corriente la llevara hasta el hocico de la bestia, que se la tragó como si nada.
Así, la última niña de la tribu de los Rocafuerte dejó de existir. Pero antes de que el enorme pedazo de maldad marina volviera a las profundidades, una brillante luz roja lo iluminó todo, quemando a la fiera al instante.
El mar, aunque con llamas sobre el agua, calmó su agitación. Los primeros rayos del sol despejaron las dudas: los restos del Tritónidas flotaban cocidos sobre el mar, mientras que en el lugar de la explosión, una mujer adulta de pelo negro, con una cicatriz en el ojo izquierdo y con un collar con una piedra roja, navegaba de pie sobre un pequeño barco con la inscripción “Venganza de la Reina Plath”.
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