Volvernos a mirar

Artes
/ 10 marzo 2025

dentro de mí hay algo mejor empujando de vuelta”.

La palabra respeto, en su fonética, es una palabra potente, se dice que la fonética es una disciplina que se interesa solamente en cómo se realizan los sonidos por medio del aparato fonador, es decir, es concreta, individual y material, pero la fonología es más abstracta, colectiva e inmaterial, porque ésta última, estudia las huellas mentales del sonido. Es curioso que el sonido que emitimos al pronunciar una palabra amplifique su significado, tal como lo haría una percusión, unos tambores o un bajo en la música que se queda reverberando en nuestra caja interior cuando la escuchamos, de ahí la belleza del lenguaje. Disculpe, apreciable lector, si he llegado azotando la puerta a esta entrega expresándome directamente en primera persona, mi intención es cerrar un bloque de tres que empezó con la palabra relación, este catorce de febrero, continuó con recordar en la entrega pasada y finaliza hoy, en el marco del Día Internacional de la Mujer con la contundencia de la palabra: respeto. Una palabra que, tanto en su fonética como en su fonología pero, también en su significado, es poderosa. Entonces, la acción de respetar, que proviene del latín re-spectare, y que quiere decir “mirar atrás” o “volver a mirar”, también se puede traducir como atención o consideración, mirar con atención algo que ya estaba ahí de antemano y que no se había visibilizado en toda su magnitud.

Hoy me expreso en primera persona, porque así se padece la falta de respeto, la discriminación, el acoso, el abuso y la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. Dice Liu Jiakun, premio de Arquitectura Pritzker de este año, que para ser arquitecto o arquitecta, se necesita ser primero una persona en el sentido amplio de la palabra, tener consciencia, instinto, profundidad de pensamiento o, por lo menos, aspirar a eso. Esto viene a cuento, porque volver a mirar o mirar atrás, implica un conocimiento y una voluntad de valorar y visibilizar, he visto a mi alrededor la falta de respeto hacia la persona humana, la ceguera, la invisibilización, el abuso, el silencio, lo he visto y lo he vivido.

Otro autor, Peter Burke, afirma que “la historia cultural ya no es solo la historia del arte o la literatura, sino también la historia de las mentalidades, las emociones y las prácticas cotidianas”. Porque en la cotidianidad, es donde se demuestra el sentido común, porque al valorar la fonología del espacio, su significado inmaterial, abstracto y sobre todo colectivo, es donde podremos encontrar el respeto, volver a mirarnos, recordar, volver a pasar por el corazón lo que somos y de dónde venimos, relacionarnos, traer de vuelta.

Tal como menciona el autor cuando afirma que, reducir la cultura (o la vida) a producciones intelectuales (o materiales), ignorando las expresiones y experiencias de las personas: cómo entendemos o percibimos el tiempo, cómo nos organizamos en los espacios públicos, cómo los utilizamos, cómo gestionamos el duelo, cómo nos expresamos a partir de nuestro propio puerto de información que es nuestro cuerpo, para conformar una identidad propia y cómo esto implica relacionarnos entre nosotros, recordar nuestras tradiciones, nuestras prácticas cotidianas y respetarnos unos a otros.

Por eso, en el marco del Día Internacional de la Mujer, recordemos que, ningún monumento vale más que ninguna vida, el significado que le damos al objeto arquitectónico es el valor que posee, en términos lingüísticos si me permite la analogía, su fonología, no su fonética, en términos arquitectónicos su imaginario, no su materialidad. Pero, es imposible respetar los monumentos, nuestros espacios construidos o nuestra historia, si lo más importante que es la vida, la seguridad y la dignidad de los que los habitan tampoco es respetada.

Que volver a mirar, volver a pasar por el corazón sea el grito de justicia, porque el derecho a la vida y el respeto no tendrían que exigirse o imponerse.

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