Voz de Marian Anderson es honrada en colección remasterizada
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El público podrá experimentar su rica carrera a finales de mes cuando Sony Classical lance una colección remasterizada que abarca su trabajo de 1924 a 1966
En un frío Domingo de Pascua hace 82 años, una elegante mujer negra descendió por los escalones del Monumento a Lincoln ante un público no segregado de 75.000 espectadores convirtiendo su presentación en un momento histórico.
Marian Anderson cantó solo media hora ese día en 1939, pero su simple presencia hizo que fuera un momento crucial en la lucha por los derechos civiles. Se presentó por invitación de la primera dama Eleanor Roosevelt después de que Daughters of the American Revolution (una organización de descendientes femeninas de independentistas estadounidenses) se negó a modificar su política de artistas únicamente blancos en su sala de conciertos Constitution Hall.
Anderson admitió sentirse nerviosa en la ocasión, pero como escribió después en su autobiografía: “Podía ver que mi importancia como individuo era pequeña en este asunto. Me había convertido, les gustara o no, en un símbolo, representando a mi gente. Tenía que presentarme”.
Años más tarde le dio otro famoso golpe a la segregación cuando rompió los límites raciales en la Ópera Metropolitana en 1955, abriendo la puerta para cantantes como Leontyne Price, quien triunfaría ahí seis años más tarde.
Probablemente muchas personas en la actualidad saben de ella sólo por esos eventos históricos. Pero Anderson tuvo una larga carrera como concertista con una voz de una sorprendente calidez y grandeza de la que el director Arturo Toscanini dijo alguna vez: “uno tiene el privilegio de escuchar sólo una vez cada 100 años”.
El público podrá experimentar su rica carrera a finales de mes cuando Sony Classical lance una colección remasterizada que abarca su trabajo de 1924 a 1966.
Las selecciones muestran su amplio repertorio que va de arias barrocas a música religiosa y más. Un CD está dedicado a villancicos, otro a su concierto de despedida en Constitution Hall en 1964, cuando ya se había retirado la política de segregación en el foro. El disco final contiene fragmentos de una gira por Asia de 1957, patrocinada en parte por el Departamento de Estado y narrada por el periodista televisivo Edward R. Murrow.
Anderson era considerada una contralto, la tesitura más grave para una cantante femenina, y su habilidad para llevar su voz a profundidades subterráneas se puede escuchar en la espiritual “Crucifixion”.
Pero también podía ascender tres octavas y en canciones como “Die Forelle” de Schubert alumbra su voz para sonar como una soprano lírica.
“Para mí es más como muchas mujeres negras en la ópera que no tienen voces fácilmente clasificables”, dijo Naomi Andre, profesora de la Universidad de Michigan y autora del libro “Black Opera”. “Pienso en Jessye Norman, Grace Bumbry o Shirley Verrett, quienes cantaban lo que querían en vez de lo que alguien les dijera que debían cantar”.
Algunas secciones de años posteriores muestran el deterioro de su voz. Su debut en la Met, en el papel de la adivina Ulrica en “Un baile de máscaras” de Verdi, la única ocasión que cantó en el teatro, llegó cuando tenía 57 años y había perdido algo de brillo y seguridad.
“Todos nos desarrollamos, luchamos y cambiamos”, dijo Robert Russ, el productor de Sony Classical responsable del proyecto. “No hay necesidad de ocultar cosas que todavía son aceptables”.
Eventualmente Anderson prosperó con los sueldos de sus conciertos, pero uno de los momentos que más la enorgullecían fue cuando estaba comenzando y ganaba 5 o 10 dólares por presentación. Era suficiente como para que llamara a la tienda departamental Wanamaker’s en su natal Filadelfia para decir que su madre no trabajaría más fregando pisos para apoyar a su familia.
La memoria de sus logros pudo haber perdido lustre a lo largo de los años, pero Filadelfia la sigue honrando, más recientemente con planes para erguir una estatua de ella fuera de la Academia de Música, donde solía presentarse.
Aunque el éxito de Anderson no tenía rival en su época entre artistas negros clásicos, había otros que tenían igualmente carreras notables. Andre mencionó a Harry T. Burleigh, Roland Hayes y Paul Robeson como ejemplos.
“Pensamos que ella es la única y de muchas maneras ella es la única que llegó a la cima”, dijo Andre. “Pero no es sólo una rara anomalía”.
“Hay otras personas que tenían voces hermosas de las que estamos indagando y descubriendo”, dijo. “Me gustaría que alguien escuchara las grabaciones de Marian Anderson y pensara ‘¿Quién más estaba ahí?”.
La colección viene acompañada de un libro de pasta dura de 228 páginas con ensayos, ilustraciones y detalles de su discografía, “Beyond the Music, Marian Anderson, Her Complete RCA Victor Recordings” será lanzado el 27 de agosto y se encuentra disponible en Amazon por 97,74 dólares.