Javier Benito López Garza
Papá Harmony
Quienes somos papás o mamás tenemos la fortuna de conocer el amor incondicional. El que compromete nuestras vidas: el amor a los hijos. Si preguntan: ¿qué estás dispuesto a hacer por ellas y ellos?, la respuesta es, sin dudarlo: todo.
Tanto les amamos que llegamos a sobreprotegerlos, queremos evitarles cualquier pena. Sin embargo, podemos llegar a dañarles, volverles dependientes y débiles.
Es crucial que las infancias socialicen fuera de la burbuja familiar. Que establezcan amistades, experimenten, se equivoquen, pierdan, aprendan y, con ello, se hagan fuertes.
Yuval Noah Harari destaca en “Sapiens” la importancia del carácter social y la cooperación para el éxito del ser humano como especie. La socialización tiene beneficios como la adquisición del sentido de pertenencia, el desarrollo de habilidades de lenguaje y liderazgo, la construcción de la identidad, la convivencia con las normas y la resolución de conflictos.
Los Early Years son la etapa ideal para construir la inteligencia social. Como se destaca en el debate nature vs. nurture, el entorno, además de la genética, influye en el desarrollo integral de la o el niño. Limitar las experiencias puede obstaculizar este potencial.
El ambiente escolar ofrece interacciones únicas que favorecen el bienestar emocional. Al elegir una opción educativa debe buscarse el equilibrio entre la sobreprotección y el adoctrinamiento, como lo menciona Vidal Schmill en su libro “Disciplina Inteligente”. Es necesario procurar entornos educativos que estimulen la mente y promuevan la libertad de explorar.
Observo cómo el modelo de Early Years hace sentir cómodo a mi hijo. Le permite fluir naturalmente tal como es y puede convivir con sus límites. Participa de manera extrovertida y entusiasta en las actividades y eventos escolares. Conoce y comprende mientras juega. El aprendizaje académico, la lectura y sus tareas se le dan con facilidad y sin el peso de ser una obligación.
Como papá, he podido constatar las ventajas de este modelo. Mi hijo menor, quien está en kínder, todos los días demuestra emoción por ir al colegio: la escuela es una aventura diaria. Disfruta la biblioteca y sus libros, los sonidos del inglés y el francés, participar en eventos y travesear con multiplicaciones.
A pesar de nuestro instinto, debemos evitar la sobreprotección. Para mí, la tranquilidad viene de saber que mi hijo nunca se quiere ir de su escuela. Que elegí para él un espacio seguro para socializar y capaz de darle las herramientas para una vida equilibrada, innovadora y exitosa.
Así, mamás y papás, cuando nos pregunten qué haríamos por nuestras hijas e hijos, la respuesta es: todo; y más aún, todo lo mejor.