5 MAY 2017 - 16:57. CDT - Cualquier frase, por bella que sea, entrecomillada y colgada en un muro de Facebook siempre va a acabar pareciendo escrita por Paulo Coelho. Eso es así. Tanto da que le añadas abajo la autoría y resulta que la dijo o la escribió Pepe Mujica, Saramago, Sampedro o el mismo Einstein. Se trata de una transmutación de la autoría intelectual a la que todavía los científicos no han dado respuesta, pero aquí estoy yo para constatar que dicho fenómeno se produce.
Sí, queridos lectores, son muchos años leyendo frases entrecomilladas porque a la vista está que hay gente que tiene una enorme fe en las frases y hay personas buenas que respondiendo a esa necesidad social han creado páginas en donde nos sirven sentencias entrecomilladas con letras en cursiva y la foto de quienes las pronunciaron, pongamos, de un Martin Luther King. Nos dan así el trabajo hecho y podemos colgar en nuestros muros el pensamiento del día y sentirnos un poco mejor. Aunque tampoco el doctor King se libra: entresacas una frase de su mítico discurso del 63 y también parecerá de Coelho. Es fundamental que las frases no tengan más de 140 caracteres porque si reproducimos un párrafo el lector agudo puede advertir matices y el lector perezoso, ay, se puede cansar.
Las frases entrecomilladas provocan tremendos malentendidos. Entrecomilla una frase de un artículo y puede que cambies el sentido de lo escrito; titula una entrevista con una frase del personaje y puedes hacerle quedar como un gilipollas. Servidora se compró una camiseta en el Museo de los Derechos Civiles de Memphis con el siguiente lema: Well-Behaved Women Seldom Make History (Las mujeres que se portan bien raramente hacen historia).
Me la ponía pensando que se refería a que la lucha por la emancipación femenina había requerido de mujeres poco dóciles, desobedientes. Pues no. Un día se me ocurrió buscar a la autora de la frase y vi que era Laurel Thatcher Ulrich, ganadora del premio Pulitzer de historia en 1976 con un libro que llevaba dicho título. Muchas personas repararon en la frase pero no leyeron el libro, así que la historiadora fue la primera sorprendida al ver que su título se convertía en un slogan tan reproducido en camisetas y tazas de café que es hoy una frase hecha a la que se ha otorgado un sentido (el que yo le di) equivocado.
En realidad, Thatcher se refería en su ensayo a que pocas de las mujeres que han hecho cosas notables han pasado a la historia. Era una legítima reivindicación de las olvidadas, pero inevitablemente pierde la picardía que la mayoría de las mujeres captábamos.
Hay una frase que a punto está de convertirse en lema, We Should All Be Feminists (Todos deberíamos ser feministas), la elocuente conferencia de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, publicada a modo de manifiesto y que en cinco años se puede catalogar como una referencia del pensamiento feminista. Adichie estará al tanto de que su célebre título adorna hoy la pechera de una camiseta de Dior porque supongo que una marca de moda no se puede apropiar del título de un libro sin el permiso de la autora, así que mi deseo es que se esté llevando algún porcentaje en concepto de derechos de autor de los 550 euros que cuesta la camisetilla, aunque no deja de resultar chocante que un título que contiene tanta historia de postergación, humillación y desigualdad se vea transformado en algo banal, como un estampado, como el mero adorno de la temporada primavera-verano; para colmo, con semejante precio, aunque veo que también existe la versión low cost por 14 euros. Puede que haya quien compre la prenda barata no ya por el significado de la frase sino porque Dior lo ha convertido en guay.
La moda arrasa con todo. Hemos pasado de cuando la palabra “feminismo” provocaba mal rollo en los medios, en los titulares, en las frases entrecomilladas, a este momento actual en que las llamadas revistas femeninas hacen uso de ella como reclamo, a su caprichosa manera y haciéndola compatible con el horóscopo y otras irracionales secciones.
En estos momentos en que los medios explotan la ola feminista exhibiéndola en titulares anecdóticos observamos como conviven una frase que dijo Rosa Parks, Clara Campoamor o Simone Veil con declaraciones absurdas de activistas de quinta fila: una chavala que se deja el vello y exhibe sus piernas peludas en Instagram, un actor jovencito que rompe una lanza por la igualdad llevando tacones (¿Y James Brown?) o modelos que se hacen fotos sin pintar para sentirse como cualquier mujer. Gracias, gracias a todas. El caso es que percibo como algo incompatible una frase que anima a la humanidad, sin distinción de sexos, a ser feminista y una prenda de lujo. Las frases sacadas de contexto pierden con frecuencia su sentido inicial.
La de Adichie estaba ligada a un manifiesto, no a un escaparate de una firma inaccesible para la mayoría de las mujeres. Pero tal vez debamos someterla a esa prueba de fuego que nos muestra que cualquier frase se puede corromper: colguémosla en Facebook y observémosla. ¿Adichie o… Paulo Coelho?