¿Quiere ser el mejor del mundo en algo? Le enseñamos cómo

Vida
/ 5 septiembre 2016

La mente y el cuerpo humano tienen una posibilidad casi ilimitada de mejorar. Y la buena noticia es que casi nunca es muy tarde para empezar

Acabamos de pasar dos semanas pegados a la televisión, viendo saltar, pelear, lanzar, boxear, arrojar, nadar y correr a los mejores atletas del mundo.

Es muy probable que en su casa hayan comentado lo mismo: ¿Qué se necesita para ser realmente bueno en algo, quizás el mejor del mundo?

En su libro “Peak: Secrets from the New Science of Expertise”, Anders Ericsson y Robert Pool revelan los secretos de esa eterna pregunta, presentando los pasos que deben darse para llegar a ser un maestro, ya se trate de nuestra carrera o de un hobby.

Ahora viene la mala noticia: hay ciertas cosas que, para poder dominarlas, requieren empezar a temprana edad. Si usted está leyendo esto y ya pasó los 15 años, lo más probable es que sea demasiado tarde para embarcarse en una carrera estelar como gimnasta.

Pero hay una buena noticia: la mente y el cuerpo humano tienen una posibilidad casi ilimitada de mejorar. Basta ver cómo siguen batiéndose récords año tras año. Cuando pensamos que el cuerpo humano no puede ir más rápido, que la mente es incapaz de hacer otro descubrimiento, aparece la demostración de que estamos equivocados. O sea que, a pesar de lo que haya leído u oído sobre las limitaciones de la edad, casi nunca es muy tarde para convertirse en un maestro.

La mayoría de nosotros ha oído hablar de la regla de las 10.000 horas, pero no es tan simple. 

Después de todo, se puede practicar piano 10.000 horas con una instrucción deficiente y una mala técnica y tener la garantía de no llegar a ser nunca un maestro.

Por eso, si bien el tiempo de práctica es un elemento clave para el éxito, es sólo uno de los factores.

Primero, los autores dicen que para mejorar una nueva habilidad, se debe encontrar un buen profesor. Un buen profesor es alguien que es bueno en su campo y también es capaz de transmitir esas habilidades de manera productiva.

Segundo, los autores afirman que se debe emprender una práctica útil y deliberada. La práctica no es sinónimo de repetición. Significa concentrarse y mejorar con cada paso. También implica desglosar las técnicas en porciones estimables. Implica salir de la zona de confort y alcanzar objetivos específicos.

La práctica útil rara vez es divertida: piense en caminar con un amigo dos millas, en comparación con intervalos intensos corriendo por una pista. Cuando termine lo primero quizá se sienta feliz y relajado. Lo segundo lo agotará. Ese es el tipo de práctica que lleva a mejorar.

No basta con salir a correr, escribir un cuento o sentarse con una caja de acuarelas –no si lo que se quiere es dominar absolutamente algo.

Conocí a un muchacho que quería ser violinista. Me dijo cuál era la filosofía de su padre: Puedes practicar intensamente durante 45 minutos o perder el tiempo durante dos horas.

Gracias a este tipo de concentración estudiada Benjamin Franklin dominó la escritura y los mejores jugadores de ajedrez, golfistas y músicos alcanzan la cima en su especialidad.

Pero, ¿y la motivación? Casi todos tenemos ambiciones muy elevadas: correr una maratón, escribir ese libro, escalar determinada montaña, bajar de peso, lanzar un sitio web exitoso o aprender a hacer colchas.

La motivación es lo que separa a los que terminan, a los que mejoran constantemente, de los que no.

En una extensa entrevista con los campeones de concursos de ortografía del secundario, los autores escribieron “Lo que distinguió a los mejores en ortografía fue su capacidad superior para seguir empeñados en estudiar pese al aburrimiento y el atractivo de otras actividades más tentadoras”.

Constataron que los que mantuvieron una práctica útil habían desarrollado los hábitos indicados para poder continuar. Esto puede involucrar factores extrínsecos, como el elogio y la adoración de otros, así como también motivadores internos.

Tal como escribieron los autores, la motivación social es un enorme componente del éxito, de modo que es necesario rodearse de personas que nos alienten e inspiren. Estoy pensando en esos famosos grupos intelectuales que se inspiraron mutuamente para producir algunas de las obras más perdurables de la literatura, desde los Inklings de Tolkien y Lewis hasta el Grupo de Bloombsbury, que incluyó a notables de la talla de E.M.Forster, John Maynard Keynes y Virginia Woolf.

Para algunos, el mejor motivador es simplemente la convicción de que tendrán éxito.

Cuando mi hijo tenía 7 años y apenas empezaba con el violín, se preparó varias semanas para su primer recital.

Su obra, “El movimiento perpetuo”, tenía un tempo con anacrusa que le resultaba difícil de controlar con su arco y sus dedos sobre las cuerdas. Por mucho que practicaba, la canción no salía bien.
La víspera del recital, su profesor decidió que en lugar de tocar toda la pieza, simplemente interpretara las tres primeras líneas.

Preston estaba nervioso el día del recital, y todavía inseguro respecto de su capacidad para tocar. Después de hacer un calentamiento, entró en la sala del recital. Miró el programa. Era el primero de la lista, bajo el título “Fragmento de ‘Movimiento Perpetuo’”.

Leyó su nombre y se le iluminaron los ojos.

“Mamá, dijo, agitando el programa en el aire, “¡Dice que soy experto en el ‘Movimiento perpetuo’!” (Confusión originada en inglés por la cercanía de las palabras “expert” –experto en español, y “excerpt”, fragmento en español).

Imbuido de una súbita confianza, subió al escenario y tocó magníficamente.

El objetivo de un libro como “Peak” es recordarnos que la maestría es más que el prodigio. Es más que el talento innato o la genética. Es el trabajo de la mente y el cuerpo humano para llegar más lejos, más alto y más rápido.

No es para unos pocos elegidos, sino para todos.

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