Villoro viaja en "Palmeras de la brisa rápida" a un Yucatán sentimental

Vida
/ 8 abril 2016

En una literatura sin grandes referentes de libros de viaje, Villoro intentó que "lo más sorprendente no fuera el tema, sino la manera de contarlo".

Yucatán sigue siendo una zona aislada, con un nacionalismo muy defensivo y temeroso de las invasiones culturales, aunque se constata que comienzan a abrirse a otros mexicanos y a extranjeros, ecologistas, artistas, profesionales"...

El escritor mexicano Juan Villoro viaja en "Palmeras de la brisa rápida" al Yucatán sentimental de su abuela, marcado por sus orígenes mayas y que ha cambiado radicalmente en los últimos 25 años.

"México es un país del que frecuentemente se dice que tiene grandes riquezas y contrastes, que ha sido narrado por grandes viajeros extranjeros. Sin embargo, los propios mexicanos hemos hecho pocos libros de viaje, no hay esta tradición tan afianzada en la literatura anglosajona", dijo hoy Villoro en la presentación en Barcelona (noreste de España) de "Palmeras de la brisa rápida" (Altaïr).

Villoro publicó esta particular obra hace 27 años en Alianza Editorial Mexicana, con el que inició una colección de libros de viajes y "aunque la idea inicial era ir a Acapulco, una ciudad internacionalmente conocida, que tenía un aura de glamour", aunque finalmente lo rechazó y les convenció de ir a Yucatán porque su abuela y su madre eran yucatecas.

El Yucatán, señala Villoro, es un "lugar separatista", al que se refieren en México como "la hermana república de Yucatán" y configura en el autor, por tanto, un origen doblemente separatista: "Vengo de dos tradiciones separatistas, mi padre de Barcelona y mi madre de Yucatán".

Esta región es, a decir de Villoro, "una mezcla muy peculiar de tradiciones, que tiene mucho que ver con el Caribe y el Golfo, durante años estuvo muy relacionada con La Habana y Nueva Orleans; que está marcada por el azote de la piratería; y también por sus orígenes mayas".

Como su madre trabajaba en un hospital psiquiátrico y su padre prácticamente no estaba, el pequeño Villoro creció con su abuela, que era "mitómana, maledicente, chismosa, que aspiraba a ser vista como aristócrata y realzaba sus virtudes de forma inverosímil y denigraba a sus enemigos de la manera más dramática posible".

La abuela de Villoro "vivía más en la representación de la realidad que en la realidad misma".

Con estos antecedentes, creyendo en el Yucatán que su abuela le había narrado mil veces en clave fantástica, Villoro descubrió "ese mismo Yucatán, pero en el que intervenían otros factores como la música, el deporte, el boxeo, las pirámides".

Es consciente de que ese viaje se produjo hace más de un cuarto de siglo, por tanto, es "un libro de viajes que ya comienza a ser un libro de historia".

Confiesa Villoro que es sorprendente "el enorme orgullo que hay por las comunidades indígenas, por esos orígenes mayas, una cultura que inventó el cero y que construyó fabulosas pirámides, y, al mismo tiempo, la desatención absoluta por los indios contemporáneos".

Dado que Villoro escribió el libro en 1988, no pudo contemplar los efectos del levantamiento zapatista que hubo en zona maya cinco años después.

"Otro cambio significativo que se ha producido en la zona es el narcotráfico, pues en aquella época se podía transitar y hoy ha invadido todo el país y las condiciones del viaje han cambiado mucho", añade.

Asimismo, el Yucatán se ha visto invadido por "el turismo en masa, que no existía en los años 80, cuando no se hablaba todavía de la Riviera maya".

Por el contrario, añade Villoro, "Yucatán sigue siendo una zona aislada, con un nacionalismo muy defensivo y temeroso de las invasiones culturales, aunque se constata que comienzan a abrirse a otros mexicanos y a extranjeros, ecologistas, artistas, profesionales".

Este sentimiento propició que el libro fuera recibido como "una invasión de la cultura externa".

En una literatura sin grandes referentes de libros de viaje, Villoro intentó que "lo más sorprendente no fuera el tema, sino la manera de contarlo", imbuida además de la inexistencia de móviles e internet, que invitaban a menudo al recogimiento y la soledad.

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