En Progreso los mineros están a gusto con su trabajo

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Trabajadores de esa zona carbonífera de Coahuila desconocen quiénes son sus patrones, pero son felices de sumergirse a diario 70 metros bajo tierra.
Coahuila de Zaragoza.- Tierra árida. Cactáceas. Montañas secas de formas caprichosas llenas de rocas enormes. Cielo azulísimo. Viento ardiente al mediodía, helado por las madrugadas. Correcaminos. Venados. Reptiles. Serpientes. Carreteras desiertas. Y, de cuando en cuando, semiocultas en senderos de terracería, aparecen estructuras metálicas similares a los pozos petroleros.
Esta es la región carbonífera de Coahuila, a 300 kilómetros de Saltillo, zona en la que las autoridades federales y la CNDH han detectado que el crimen organizado se ha infiltrado en empresas mineras. Y Progreso, el municipio donde cayó abatido Heriberto Lazcano, El Lazca, líder de Los Zetas, es un pueblo minero. peculiar: los trabajadores carboneros, contra lo que se suele decir y reportar en las historias de mineros acerca de sus malas condiciones de trabajo, dicen ganar bien y ser felices.
-Es mucha la diferencia jalar de carbonero comparado con ir de jornalero, o trabajar en una maquila. Por muy güevón que sea uno, aquí en el carbón los 2 mil pesos semanales sí los sacas, y bien desahogaditos. En la maquila, por más que seas trabajador, no puedes sacar 800 o mil 200 pesos. En el campo, igual. -dice Víctor, trabajador y capataz del día en un pozo carbonero pegado a la cabecera municipal.
Algo curioso pasa en Progreso: de acuerdo con datos proporcionados por el presidente municipal durante una entrevista previa con MILENIO, antes (2006) 80 por ciento de los hombres migraban en busca de mejores condiciones de vida; se iban a Estados Unidos, como suele ocurrir en tantos pueblos de la región. Ahora solo 50 por ciento se va: los hombres prefieren trabajar en los pozos carboníferos. Vicente, el minero, explica así sus economías, curiosamente superiores en 40 por ciento a las de otras zonas mineras.
-Sacamos como cinco toneladas diarias. En total, vienes sacando 3 mil, 4 mil pesos por semana. Son 16 mil pesos al mes. Por eso nos quedamos. Allá, del otro lado (Estados Unidos), muchos van, vienen y regresan como se fueron, sin dinero. Mandan 50, 80, 100 dólares a la familia. Pus como que eso no es vida. Y la familia sola. Y aquí no, aquí están todos con su familia, comiendo calientito. -apunta, mientras otro minero, que se acaba de bañar para quitarse la plasta de polvo negro que traía pegada al cuerpo como tatuaje de identidad laboral, asiente junto a otros cinco colegas.
Este pueblo de 756 habitantes, cuyos trabajadores mineros afirman no saber el nombre de sus patrones -los dueños de las minas-, también parece un lugar. milagroso: los mineros, a diferencia de lo que suele ocurrir en otras áreas carboníferas, aseguran que ni siquiera se enferman por tantas horas pasadas a 70 metros bajo tierra, donde incluso comen lonches de frijoles, papas y huevos.
-Pos mira, se me hace que se mueren más del cigarro que de inhalar carbón. De eso no, hasta ahorita, no he sabido de nadie. -afirma Víctor.
-¿Se mueren de viejos?
-Sí, la mayorparte muere de viejo.
-No afecta entonces estar bajo tierra.
-Los médicos dicen que sí, pero en los hechos se mira que no. -secunda otro minero que recién ha salido del pocito y anda todo tiznado del rostro luego de haber empezado a laborar, como los demás, a las 6:30 y durante nueve horas.
Y, bravos, tienen razones peculiares los mineros de Progreso para ser lo que son.
-¿Aquí son mineros por resignación o porque les gusta?
-No, también porque nos gusta. -responde Martín, un chavo de 21 años que lleva cinco de carbonero, quien invita a visitar su casa: tiene refrigerador, horno de microondas, televisión con señal satelital, una perra bóxer y un Pontiac verde que se trajo "del gabacho", gracias a sus ahorros mineros. Como sus compañeros de Progreso, tiene Seguro Social y recibe aguinaldo de su desconocido patrón.
-¿Qué te gusta de ser minero, entonces?
-No, pos andar de cabrón allá abajo, trabajando.
-Que la gente admira a los mineros.
-Sí. -asiente con una gran sonrisa de escuincle orgulloso de su juguete.
Peculiar pueblo Progreso, donde los mineros exhiben su felicidad ahí, en el sitio donde se dice que vivía El Lazca. Y por cierto, cuando se les pregunta, todos los singulares mineros evaden.
-¿Se asustaron cuando pasó eso (la balacera entre narcos y marinos, en la que cayó el líder de Los Zetas)?
-Sí, cómo no. -responde Martín en el solar de su casa.
-¿Y no conocían al bato ese que vivía aquí?
-No.
-¿Nunca lo habían visto?
-No.
Eso sí, todos, al responder sobre eso, se incomodan, sus miradas alegres se tornan huidizas. Progreso y sus curiosos mineros felices.