En el marco de la celebración por el 30 aniversario del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), VANGUARDIA contactó a Raúl Vera López, obispo emérito de Saltillo, para conocer anécdotas y la trascendencia del movimiento en voz de una de las personas que más ha luchado para que los indígenas de Chiapas y el país tengan mejores condiciones de vida.
Su estancia en Chiapas en los días más álgidos del zapatismo y su empatía con los pueblos originarios, lo convierten en un actor clave para comprender el movimiento zapatista más allá de las armas.
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Gracias don Raúl por la entrevista a VANGUARDIA, en el marco del 30 aniversario del inicio de la guerra contra el olvido, es decir, del levantamiento del EZLN. Vamos a empezar por recordar algunas anécdotas que marcaron el movimiento.
Una de las principales anécdotas fue que al principio todo mundo creía que los zapatistas se estaban levantando contra el Gobierno (entonces del presidente priista Carlos Salinas de Gortari), para derrocarlo. Y sí, se estaban levantando contra el Gobierno, claro, pero cuando empezaron a hablar los hermanos indígenas chiapanecos se comprendió que se levantaban por la dignidad de ellas y de ellos y por la dignidad de todos los pobres, de todos los indígenas de México y del mundo. Lo que buscaban era su lugar en este país, el trato digno que se merecían y no la manera en la que los gobiernos los habían tenido. No solamente pensaban en ellos, sino en todos los demás pueblos originarios.
Esto se entendió muy bien por la prensa y la comunidad internacional, que empezó a defenderlos del gobierno mexicano y a éste no le quedó de otra. El Presidente de la República tuvo que parar al Ejército, poner un alto al fuego. Era absurdo comparar el armamento del Ejército con el armamento con el que los estaban enfrentando los zapatistas.
El Gobierno suspendió los ataques y después hubo una respuesta del EZLN, que también bajó las armas. Entonces empezaban los diálogos, que se llamaron los Diálogos de San Andrés, porque fue precisamente en San Andrés Larráinzar donde se realizaron. Sin embargo, en esta época empezaron también los ataques de grupos paramilitares en la zona norte de Chiapas, y empezaron a bajar, a acercarse a los lugares que eran territorio ocupado por zapatistas. Era de todos perfectamente conocido que los paramilitares eran creados por el Ejército, armados y entrenados por el Ejército. Esto inmediatamente se supo. Entonces la desconfianza de las partes se generó.
¿Cómo le tocó a usted vivir esta etapa?
Todavía no era yo miembro de la Diócesis de San Cristóbal (en 1994), pero me tocó ir conociendo esto porque el 10 de enero fui nombrado miembro de la Comisión Nacional para la Intermediación de La Paz (CONAI) y de una Comisión Episcopal para la Paz en Chiapas, y fue allí donde empecé a conocer el conflicto desde dentro, todo lo que estaba pasando.
Llegamos a Chiapas un 25 de enero. Samuel Ruiz (entonces obispo en San Cristóbal de las Casas) estaba celebrando un aniversario. Tuvimos reuniones con el Gobierno. El señor Adolfo Antonio Suárez Rivera, que era presidente de la Conferencia Episcopal, chiapaneco él, conocía perfectamente la historia de la sujeción de los indígenas, primero por parte del imperio español, y después la de los blancos que quedaron ahí. Suárez Rivera fue muy puntual, inteligente y valiente. Lo notamos ya cuando su sucesor, don Luis Morales, no tenía la garra y la fuerza que le puso a esa comisión Suárez Rivera.
Don Raúl, ¿cuál diría que es la importancia del levantamiento para México?
Que en México y el mundo se conoció la situación en la que estaban no solamente los hermanos chiapanecos, sino los pueblos indígenas del país. Eso fue una cosa que empezó a aparecer. Se empezó a valorar la dignidad de los pueblos indígenas, no solamente a nivel nacional sino a nivel internacional. Empezó a haber mucha indignación con el tema de los paramilitares.
¿Por qué indignó tanto el conflicto a nivel internacional?
Porque ellos, los zapatistas, manifestaron su petición de construir, entrar como constructores de la vida nacional, y dejar de ser un pueblo marginado. Esto fue lo que más se movió a la prensa internacional y lo que más movió la conciencia. Ellos querían entrar, ser tenidos como ciudadanos con la misma categoría para construir al país. Querían tener un lugar en la construcción nacional.
¿Y cuál considera que es la trascendencia de este 30 aniversario?
Sin duda va a ser una de las cosas más importantes que tengamos en el país, porque revive la conciencia de los mexicanos de que tenemos que tratar con dignidad a los hermanos de los pueblos originarios. Yo recuerdo a los hermanos en Chihuahua, que son pobrísimos; allá los jesuitas han hecho mucho, en todos lados se conoce la situación de los tarahumaras. Y ellos se unieron a la indignación del pueblo de Chiapas en el levantamiento, a través de diferentes estructuras nacionales de poblaciones originarias.
En los “Caracoles”, los hermanos y las hermanas zapatistas, siguen trabajando en la formación, en la horizontalidad, en la libertad, siguen recuperando sus tierras, pero, ¿cuáles serían las demandas pendientes del movimiento?
Ser ciudadanos de primera, ser ciudadanos que no sean considerados de segunda. Sí, hay territorios donde ellos gobiernan, pero eso no pasa en la mayor parte del país. Esa demanda de que tengan la misma calidad ciudadana y que existan espacios. En Michoacán existe un caso de conformación de un municipio autónomo y casi 30 comunidades de los hermanos de los pueblos originaron michoacanos, purépecha, mazahua, entonces eso. Que tengan espacios, aparezcan en las cámaras, que intervengan con toda su ciudadanía. Haber logrado tener municipios autónomos en Chiapas es otro ejemplo de participación, que ya no sea nada más que los blancos accedan a los puestos de gobierno.
Las comunidades zapatistas siempre nos han invitado a evitar acciones racistas, de violencia, agresivas, ¿qué futuro les ve?
Yo lo veo con optimismo, porque son comunidades que son ejemplo. Yo lo que empecé a admirar en Chiapas, de la cultura indígena, fueron los valores de justicia, de dignidad, el cuidado de la tierra, los valores del acceso de todos por igual a la construcción del país. Y no sólo son ellos, sino todos los pobres del país y del mundo.
Un ejemplo contrario lo tenemos en Coahuila. Se acaba de conformar un nuevo gobierno, se acaban de informar los puestos, y ahí están dándose vueltas los mismos apellidos. Esto es algo que hay en este país: una clase gobernante. En muchos lugares tenemos a una élite de políticos donde padres e hijos, desde los abuelos, se van pasando los puestos públicos. Entra uno de ellos y luego sus colaboradores son los mismos.
Hablando de castas y clases don Raúl, en Chiapas muchas de las regiones viven una violencia muy alta, incluso de cárteles, como el primer cártel indígena en nuestro país, el Cártel Chamula, ¿cuál es el impacto de esta violencia?
Es terrible. Todos decíamos que nunca pensamos que iba a pasar esto en Chiapas. Y todo porque también a esa entidad federativa han llegado a puestos de gobierno importantes personas ligadas a los cárteles. Así nacieron los cárteles, es la historia del crimen organizado en el país que hoy tiene tanta fuerza. El crimen organizado nació cuando se empezaron a comprar los puestos públicos con dinero que les daban los cárteles. Mantuvieron a candidatos, sus campañas y luego la función misma de los funcionarios públicos no sólo en el área de seguridad. Esto nos creó una dictadura. Ahora desgraciadamente es la misma metodología: entraron cárteles a las comunidades, primero en los municipios, luego en el gobierno estatal y también dentro de las cámaras (de senadores y diputados). Esto ha venido creciendo, pero empezó en los municipios, en donde empezaron a pagarles el voto. La dictadura del partido que tuvimos fue a través de la compra del voto y este mismo método se está utilizando el día de hoy. Ya en el gobierno, cuando entraba un presidente municipal tenía que dejar operar en libertad al cártel que le había pagado. Éste podía permanecer allí impunemente cometiendo crímenes. Esa es la característica que tiene la última parte de la historia el país: funcionarios públicos coludidos con el crimen organizado y crímenes impunes.
Entiendo que esta última parte la realiza a partir del análisis que hacen cada ciertos meses en el consejo de Fray Bartolomé de las Casas, el centro de derechos humanos que preside. Volviendo al aniversario del zapatismo, ¿qué debemos aprender del movimiento?
Yo creo que la visión que debemos de tener de la historia del zapatismo es la de los valores auténticos de justicia y participación por igual, valores de una sociedad sin castas, sin diferencias por raza u origen. Una de las cosas que hemos aprendido del movimiento, y que quieren dejar en claro en este aniversario, es que ya no son un grupo armado. Empezaron como un grupo armado defendiéndose de injusticias, pero ahora quieren mostrarse como un grupo político capaz de ofrecer al país valores para gobernar de una manera distinta. Ellos quieren generar una revolución en el intestino social, un cambio de valores. Evitar los valores de cacicazgos, de liderazgos mantenidos y asociados con grupos criminales.
¿Qué te dejaron tus años en Chiapas?
Estar en Chiapas me educó muy profundamente.
Don Samuel les dio a los indígenas un lugar en la sociedad, desde la Iglesia Católica, mediante los agentes de pastoral. Ahí tienes a los diáconos permanentes que están formados con rigor, dentro de su cultura, pero con el rigor de formación en lo teológico; siguen multiplicándose en Chiapas.
Don Raúl, terminó agradeciéndote la entrevista para VANGUARDIA con el humor que siempre escribió el Subcomandante Marcos, después llamado Galeano y hoy llamado Moisés. Él llama a las personas mayores, personas de juicio, yo te preguntaría: ¿te reconoces como una persona de juicio, una persona en la edad dorada, un anciano o una persona en proceso de añejamiento?
(Risas). Agradezco a Dios estos años que he tenido. En la Iglesia acepté todos los cargos y nunca dejé de trabajar en una pastoral. Me dieron a cuidar un pueblo, un pueblecito pobre llamado San Pedro; allí yo aprendí el poder evangelizador de los pobres. Luego fui hecho Obispo en Ciudad Altamirano, y también empezamos allí a generar personas en pastoral, desde la ciudad para las comunidades, a trabajar para hacer de estas comunidades gestoras de su propia evangelización. Y después pasé a San Cristóbal de las Casas, donde me doctoré en el trabajo pastoral desde los pobres y con los pobres. Luego acá, en Saltillo le di mucha importancia al trabajo con las comunidades.
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Don Raúl, era una pregunta de opción múltiple, tenía que elegir entre reconocerse como una persona de juicio, en edad dorada, un anciano o una persona en proceso de envejecimiento. No quería una explicación, elija alguna.
(Risas nuevamente). Yo agradezco a Dios haber aprendido mucho de los pobres.
Cambio y fuera, Don Raúl.