Guillermo Purcell, el empresario irlandés que cambió a Saltillo

Coahuila
/ 18 febrero 2023

De palabra y honradez a toda prueba, visionario y humanista; renovó la forma de hacer negocios

En el norte de México existen historias, casi leyendas, de hombres que llegaron del extranjero y al cabo de cierto tiempo lograron hacer una considerable fortuna. Esta ciudad no es ajena a estos fenómenos y quizá el caso más relevante se trate del irlandés William Lewis Purcell Hallinan, mejor conocido como Guillermo Purcell. 1844-1909.

En 1862, con apenas diez y ocho años, llegó a México y desembarcó en el puerto de Matamoros Tamaulipas. Con una recomendación familiar comenzó a trabajar en varios negocios de las familias Molony y Bangall, clanes dedicados a la importación y venta de mercancías. Cuatro años después se trasladó a Saltillo, para trabajar bajo las órdenes de John O’Sullivan, de quien, en poco tiempo, decidió independizarse.

$!Efigie. Guillermo Purcell, llegó de Europa a México apenas con la mayoría de edad.

El difícil pero rápido camino al éxito comenzó en un local de la antigua calle del Comercio, hoy Zaragoza, ahí estableció un pequeño almacén, antes llamado cajón de ropa, donde comerciaba artículos de ferretería y abarrotes. La tenacidad y visión de Purcell lo llevó a expandir sus negocios, sus diversos y exitosos giros se dieron en la agricultura, ganadería menor, pieles de cabra, minería, banca, industria textil, molinos de trigo, producción de papel, hasta llegó a tener su propio ferrocarril.

COMERCIANTE QUE MARCÓ UNA ÉPOCA

Se puede decir que hay un antes y un después en la manera de hacer negocios en la región, la llegada y expansión de los negocios de Purcell permearon en muchos sentidos, el beneficio económico se vio reflejado en muchas otras personas de la ciudad. Hay que recordar que fue el creador de la Cámara Nacional de Comercio, 1886, gremio de los comerciantes organizados.

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Con él no eran necesarios contratos, pagarés, papeles de por medio, bastaba con la palabra de don Guillermo para hacer un negocio o cerrar un trato. Muchas son las historias que se cuentan de Guillermo Purcell, la mayoría apuntan a que era un hombre de grandes virtudes y pocos conocidos defectos. Lo caracterizaba su perseverancia, rectitud, honestidad, pero sobre todo hacer respetar su palabra.

La fiebre de la minería lo contagió, fue el primer promotor en invertir en las minas del municipio de Sierra Mojada. El entusiasta Purcell supo convencer a un buen número de gente de la ciudad para invertir en el nuevo negocio que prometía grandes ganancias.

Entre los hombres que logró meter en el negocio, se encontraban los ricos comerciantes: Clemente Cabello, Crescencio Rodríguez, Marcelino Garza, Dámaso Rodríguez, Gabriel Flores, el prestamista Valeriano Ancira.

$!El empresario irlandés se desenvolvió en distintos campos del comercio.

Además de algunos miembros de la familia Muguerza; el licenciado Alfredo F. Rodríguez y su hermano Santiago fueron los mayores contribuyentes, que aportaron y arriesgaron su dinero para la explotación del mineral que se decía existía en abundancia en corazón del desierto coahuilense.

CON TODO EN REGLA

Como buen hombre de negocios, Purcell formalizó debidamente la constitución de varias compañías mineras y puso a la venta acciones. Sin tiempo que perder se trasladó a la región en donde se localizó el lugar indicado para iniciar los trabajos para extracción de los supuestos ricos minerales.

El tiempo transcurría rápidamente y la codiciada veta no aparecía, los nerviosos inversionistas preguntaban constantemente sobre el hallazgo de los minerales, la respuesta siempre era la misma, “aún no aparecen”. En poco tiempo la primera inversión se agotó, principalmente en la compra de herramientas y salarios de los mineros, que por más que buscaban no daban con los metales preciosos.

De regreso en Saltillo, Guillermo Purcell convocó de nueva cuenta a los accionistas y expuso de cierta manera el fracaso, advirtió que eso era normal y que tomará un poco más de tiempo y sin darse por vencido los invitó a seguir invirtiendo en la arriesgada empresa.

Ninguno de ellos respaldó a Purcell, los nerviosos y molestos accionistas se rehusaron a seguir invirtiendo, hasta hubo momentos en que desconfiaron de quien ya tenía el título ganado de “Don”, ya que Guillermo Purcell ya gozaba de magnífica reputación por los negocios llevados a cabo durante varios años en la ciudad, solo que la minería se resistía a dar frutos.

SE MANTUVO SOLO Y DIO MUESTRA DE HONESTIDAD

Determinado, pero sobre todo con mucha fe, abandonó Saltillo y se dirigió a Inglaterra para conseguir el capital necesario. Tuvo que deshacerse de algunas propiedades y consiguió créditos en el extranjero para reunir suficiente capital para continuar los trabajos. Se trasladó a Sierra Mojada y personalmente reanudó los trabajos. Fue justamente a los 30 días después de haber reiniciado la explotación, que la codiciada veta apareció en una de las tantas minas en el municipio de Sierra Mojada.

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El hombre al que le dieron la espalda regresó a Saltillo, llamó a los accionistas que lo habían abandonado y les demostró que no habían sido engañados, en ese momento repartió a cada uno los primeros dividendos proporcionalmente de acuerdo el número de acciones que habían adquirido. El gesto no tuvo precedentes, no obstante, no tener compromiso, ya que habían abandonado a Purcell a medio camino.

NADANDO EN LA ABUNDANCIA

Aquellas ganancias que dejó la minería hicieron surgir a nuevos ricos, o mejor dicho se hicieron más ricos los ricos. Los nuevos capitales que entraron a la ciudad se invirtieron en otros negocios, y muchos otros decidieron viajar por el mundo y fueron dignos de derroche como lo hicieron en España Santiago y Alfredo Rodríguez.

Los hermanos dejaron asombrados y boquiabiertos a príncipes y condes europeos por la forma en gastar su dinero. Otros empresarios fomentaron la agricultura, fundaron en otros negocios, invirtieron en bienes raíces, otros se trasladaron a la ciudad de Monterrey como la familia Ancira y los Muguerza.

$!Hacienda algodonera propiedad de Guillermo Purcell, fue muy próspera en la zona lagunera.

UN HOMBRE HUMILDE

Otro rasgo que enalteció la personalidad don Guillermo, según se cuenta, fue su humildad, en cierta ocasión se encontraba en su casa, a eso de las tres de la tarde, Y miró a través de los cristales de su ventana a una pareja visiblemente agotada, el hombre se acompañaba de una mujer y cinco niños prácticamente semidesnudos.

De inmediato Guillermo Purcell ordenó a uno de sus ayudantes que los llamara, el hombre y su familia entraron al domicilio y Guillermo Purcell preguntó al hombre qué era lo que estaban buscando, el hombre contestó: “trabajo señor, quiero un trabajo para poder sostener a mi familia” Don Guillermo asintió con la cabeza, de inmediato ordenó que les dieran de comer y ropa para vestir. Cuando el matrimonio pretendía marcharse, Guillermo Purcell volvió a preguntar al hombre ¿Realmente quieres trabajar?, de inmediato el agradecido hombre respondió “sí jefe, quiero trabajar”, pues si es así, trabajo lo tienes y ordenó que se quedasen en la ciudad y días después los envió a una hacienda de su propiedad en San Pedro de las Colonias, donde dio trabajo, casa y alimentación.

Según se supo después, aquel hombre humilde se convirtió en administrador de una de las haciendas algodoneras de la Región Laguna.

Agradezco a Enrique Hernández Garza por permitirme publicar las fotografías pertenecientes al fondo Purcell O’Sullivan. Propiedad de la familia Hernández Garza. saltillo1900@gmail.com

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