Fundado en 1969, mantiene el legado de Manuel Casas Oyervides, quien a decir de los comensales, dejó una huella imborrable que su hijo y familia mantienen
A espaldas del Palacio de Gobierno, en 1969 se fundó el restaurante Arcasa, que al día de hoy mantiene viejos clientes y cautiva nuevos, aunque ahora sobre la calle Guadalupe Victoria de Saltillo.
A partir de 1989, de la mano de Manuel Casas Oyervides --padre de Manuel Casas Casas, entrevistado por VANGUARDIA-- el restaurante se cambió a su actual ubicación, en la calle de Victoria, justo frente al actual estacionamiento de San Esteban, y al lado del Hotel Urdiñola.
Casas Oyervides adquirió el negocio años después de ingresar a trabajar en él como mesero, desde que arrancó de la mano del empresario Armando Castilla Sánchez, también fundador de este medio.
Su hijo contó que tras salir del poblado de Santa Rosa, en el municipio de Rayones, Nuevo León, arribó a Saltillo para buscar mejores oportunidades, mismas que encontró en el negocio del transporte público, “con unas combis”.
Tras el traspaso del negocio de Castilla Sánchez a un matrimonio, el negocio no iba del todo bien y buscaron volver a traspasarlo, siendo Manuel Casas quien asumió el rol de liderar el proyecto.
“Fue muy claro, no es por nada, pero a partir de que lo tomó mi papá, el restaurante se fue para arriba, se llenaba todos los días”, contó Casas Casas.
UN HOMBRE NOBLE
Manuel Casas Casas mantiene en el actual local algunos elementos del mobiliario original con el que se inauguró el restaurante hace más de 50 años.
Al ingresar, uno puede sentarse en las sillas o las mesas originales, además de poder apreciar una vitrina para pasteles o un mostrador, y una antigua caja registradora.
En ella, contó Casas Casas, se quedaron trabadas muchas notas de crédito que su padre daba a muchos de sus clientes, por lo que no solo quedó atorado dinero, sino cuentas que nunca pudieron ser cobradas.
“No sé cómo le hacía tu papá, nos daba o nos fiaba a todos”, aseguró el empresario como una de las frases que múltiples clientes le han dicho al acudir al restaurante, como forma de reconocimiento de la labor de su padre.
Contó con orgullo que como un acto de normalidad, su papá solía apoyar a burócratas, periodistas, mujeres o estudiantes que acudían al Arcasa sin la posibilidad económica de pagar un plato de comida.
Casas Casas consideró que lo anterior se debió en gran parte a su origen humilde. “Creció con tan poco, que lo poco que empezó a tener se le hacía mucho y lo regalaba”, explicó.
Casas cuenta con orgullo que como un acto de normalidad, su papá solía apoyar a burócratas, periodistas, mujeres o estudiantes que acudían al Arcasa sin la posibilidad económica de pagar un plato de comida”
Otro de los aspectos que el actual propietario del restaurante cuenta con orgullo, es que la necesidad de su padre le obligó a ingresar al mundo laboral y no poder estudiar.
“Solo hizo primero de primaria. Otra gente me dice, ‘tu papá no estudió, si hubiera estudiado se come el mundo’”, contó.
Señaló que si bien él y sus hijos han optado por estudiar y trabajar en el área médica, sigue manteniendo el Arcasa como una forma de honrar la memoria de su padre.
MANTENER LA TRADICIÓN
Manuel Casas Casas es odontólogo de profesión y aunque tiene su consultorio encima de las instalaciones del restaurante, aseguró que su verdadera pasión sigue siendo el restaurante.
“A mí me dicen ‘¿qué prefieres?’ y yo sí les digo que el restaurante. Es más relajado, conoces mucha gente de todos lados. Además viene gente que te dice ‘uy aquí me traía mi abuelito’ o ‘me traía mi papá’”, explicó el empresario.
Mencionó que sus hijos estudiaron medicina aunque comúnmente acuden al restaurante a ayudar en el local. Su esposa, Karla Dávila Martínez, es quien trabaja principalmente en la cocina.
No obstante, Casas Casas reconoció que los últimos tiempos no han sido los mejores para el restaurante, ante el aumento de la competencia y el cambio en las dinámicas con los clientes.
Por ejemplo, narró que cuando el negocio estaba en el cruce de Allende y Ocampo, a espaldas del Palacio de Gobierno, muchos burócratas acudieron a comer ahí por medio de créditos o vales que terminaban por cobrar en las oficinas de Tesorería del Estado.
Además declaró que en ese momento se apoyaban mutuamente con restaurantes aledaños, si a alguno le faltaba alguna materia prima.
Casas Casas aseguró que actualmente, ese tipo de relaciones solo se mantienen con el restaurante Victoria, además de que la confianza con los clientes también se ha distanciado.
“Ahora hay mucha competencia. Ahora la gente prefiere comerse unas alitas que una comida corrida o un buen caldo de res con guisado. Pero estamos sobreviviendo bien”, expresó.
A pesar de lo anterior, declaró que sigue presumiendo y valorando la preferencia que han tenido sus clientes durante 50 años, pues muchos otros establecimientos de comida han querido instalarse alrededor del Arcasa y no han logrado mantenerse.
Señaló que Saltillo “ha cambiado mucho”, pues el propio crecimiento de la ciudad ha provocado que dejen de pasar las mismas personas que antes lo hacían “religiosamente”.
Además consideró que actualmente las personas no consumen en un solo lugar muchas veces, como ocurría en tiempos de su padre, quien constantemente buscó entablar relaciones con sus comensales.
Fue con su padre que se implementaron desayunos que, a decir de Casas Casas, ahora rondan en menús de otros establecimientos del Centro Histórico de Saltillo.
Como anécdota de alguno de sus clientes, Casas Casas mencionó que alguna vez se mencionó que el Arcasa era el “restaurante de los viejitos”.
El sobrenombre se obtuvo pues hubo dos meseros, Ramiro González Lozano y Homero Villanueva, que arrancaron el restaurante junto a Casas Oyervides y trabajaron ahí hasta sus últimos días.
Cabe mencionar que todos los hermanos Casas Casas han trabajado en algún momento de su vida en el restauante.
El actual propietario contó que como una de sus promesas hacia su padre, mantuvo el salario de sus “compadres” aún después de su fallecimiento.
“Mejor que en su casa, coma en Arcasa”, fue la frase que por años perduró como símbolo entre empleados y comensales.
Manuel Casas Oyervides falleció en 2011 a los 67 años de un infarto a las cinco y media de la tarde. Ese día dejó el Arcasa a las cinco, terminando su jornada laboral.