Una vez que canalicé a un prematuro, salí llorando, mi jefa me dice que por qué lloraba, yo le comenté que es un ser que no ha vivido”.
Jesús Armando Seca Ríos, enfermero.
“Ángeles blancos” es como la sociedad los identifica, ellos se encargan de procurar la salud del enfermo y también de salvar sus vidas.
Las enfermeras y enfermeros utilizan la mente, corazón y manos en su labor diaria.
La mente es el conocimiento científico para desempeñarse, el corazón es el que entregan al dar amor y lo mejor de sí a cada uno de sus paciente, y las manos son el medio para poder hacer las acciones en beneficio de sus enfermos.
La enfermería es una profesión que las personas que la ejercen aseguran es una vocación, algo nato que viene desde el nacimiento y que se va perfeccionando a través de los años con apoyo de los estudios y de las nuevas tecnologías.
La función de una enfermera es fundamental en el trato de pacientes en un hospital, es esencial para el trabajo de los médicos, sus cuidados y esmeros las convierten también en ángeles de la salud.
Esta profesión se conmemora cada 6 de enero desde el año de 1931 y aunque se celebra desde hace poco más de 80 años, viene de antaño, cuando no había escuelas sino técnicas a seguir para poder atender a enfermos.
En sus inicios, la enfermería era ejercida principalmente por personas del sexo femenino, sin embargo, en los últimos 20 años se ha involucrado al varón.
EL MEJOR DE TODOS
El Instituto Mexicano del Seguro Social cuanta con un enfermero ejemplar, un hombre que desde el año de 1998 se encuentra llevado amor, motivación y sonrisas a sus pacientes, algunos de ellos le solicitan antes de partir.
Jesús Armando Seca Ríos es enfermero supervisor de salud pública a nivel Estado, quien comenzó su vocación tras ver morir a su madre por cáncer.
Aun y cuando su padre le negaba el iniciar sus estudios pues no era bien visto que un hombre cursara la carrera de enfermería, luchó contra viento y marea, consiguió una beca con la directora de su escuela de enfermería en Parras de la Fuente, ahí decidió que no seria un enfermero del montón, sino el mejor de todos.
Una muerte desde un bebé hasta un anciano es lo peor, somos sensibles y compartimos el dolor con la familia y el mismo paciente”.
Lucía Griselda Salazar, enfermera.
Tras sufrir la pérdida de su madre, se ha identificado con las pacientes que padecen esta enfermedad.
“Una vez en Piedras Negras atendía a una señora con cáncer, siempre platicaba con ella, un día llega a urgencias y me dice ‘quiero descansar’, a lo que le respondo: confías en mi?, dijo sí, Chuy. Yo le pedí que cerrara sus ojos y ella murió en mis brazos, fue algo muy bonito, sus hijos me agradecieron mucho porque me decían que ella no sabía cómo dar ese paso, es muy dificl para una persona afrontar la muerte”, dice conmovido.
Asegura que los enfermeros perciben el deterioro del paciente y saben cuándo morirá, muchos de ellos no mueren no porque no quieran, si no por el miedo a la muerte.
“Tienes que enseñarlos a darles ese paso, esa confianza, más cuando como enfermero te has ganado ese cariño y esa confianza”, dice.
La actitud de un enfermero hacia con sus pacientes motivan en definitiva y cambian incluso hasta la salud de los enfermos, pues muchos sufren problemas fuertes y se desahogan con ellos pues en ocasiones la familia está cansada, desesperada y sin tiempo ni ganas para escuchar sus aflicciones.
“Tenemos que ser humanos, entenderlos, saber por qué están ahí, hay pacientes que tienen dinero y te regalan un peluche o algo, hay otros que no tienen recursos. Silvia, una paciente de hemodiálisis de Múzquiz, me dice: ‘Yo quisiera regalarte algo, se le salen las lágrimas; le digo, no Silvia, lo más bonito es esto, el cariño que tú me das”, recordó la anécdota y dice que esa es su mejor paga: el reconocimiento de sus pacientes.
Cuando Jesús le da la seguridad al paciente, asegura que es la mejor etapa de la atención, a sus 43 años, con 24 años de servicio, asegura que las escenas más fuertes son las que se relacionan con niños, sobre todo a los prematuros, ellos quienes comienzan su vida y tienen el mayor sufrimiento.
“Una vez que canalicé a un prematuro, sali llorando, mi jefa me dice que por qué lloraba, yo le comenté que es un ser que no ha vivido y ya está sufriendo demasiado, eso es lo que me ha dado más impacto, un adulto ya vivió, tuvo una vida, supo lo que era vivir de buena o mala manera. Dios no nos castiga, nos da ejemplo de vida y nos dice qué cambiar, pero en los niños, no”.
LA VOCACIÓN HACE AL ENFERMERO
Los expertos describen que la vocación hace a un enfermero. Lucía Griselda Salazar García, comenzó su vocación como un juego, al ser niña, era cuidada por una vecina de su madre quien se dedicaba a la enfermería, le acompañaba al hospital diariamente y le gustaba pues ahí ella visitaba a los pacientes con quienes platicaba y jugaba a ser su doctora.
Al venir de una familia de médicos y enfermeras sentía el gusto por seguir este tipo de profesión, sin embargo, esto se hizo cada vez más fuerte cuando llegó la hora de estudiar, ahí eligió ingresar a la Escuela de Estudios Técnicos de Enfermería, tras la muerte de su padre, de inmediato comenzó a laborar en un nosocomio y al mismo tiempo estudiaba su carrera.
“Me encanta ser enfermera porque cuidar a un paciente y darle lo mejor de uno mismo es lo más bonito, no lo cambiaría por nada del mundo”, dice convencida.
Asegura son ángeles blancos que van ayudando a los más necesitados de salud.
La egresada de enfermería hace 33 años atrás, asegura que la muerte de cualquier paciente es impactante, pues los enfermeros y enfermeras, aunque no lo parezca, no son insensibles a las pérdidas aun y cuando son ajenas.
“Una muerte desde un bebé hasta un anciano es lo peor, somos sensibles y compartimos el dolor con la familia y el mismo paciente, no somos insensibles, se nos hace difícil porque hacemos todo lo posible para que haya un alivio”, dice.
Dijo que la evolución de la enfermería ha mejorado a través de los años, ha habido muchos cambios y tratamientos además de los cuidados que han venido a mejorar la situación de los enfermos.
“Hay gente que estudia porque nada más quiere vestirse de blanco, andar en un hospital, o por darle el gusto al papá o la mamá, esto es vocación, se adquiere viéndolo personalmente, tal vez con un familiar enfermo que nace el gusto por ayudarlo, me gustaría que la gente que lo estudie lo haga por vocación y no por compromisos”, recomienda.