La ciencia contra la enfermedad: no moja, no hace ruido y remata al coronavirus
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Grupo de ingenieros del Tec Saltillo crea potente máquina sanitizante
Durante toda la pandemia la mayoría de la gente no ha hecho otra cosa que hablar pestes del coronavirus.
Que el coronavirus es esto, que es lo otro, y yo no sé si dicen que el coronavirus es un tal o que es cual, y que ¡muera el coronavirus!
Y hay incluso hasta quienes se han atrevido a decir que por culpa de ese monstruo diminuto, que algunos pintan como una pelota verde con muchos tentáculos, se les ha secado la neurona.
En cambio, este equipo de ingenieros ha logrado sacarle jugo al coronavirus e inventar una máquina que sirve para sanitizar todo género de superficies y ambientes y matar y rematar al bicho donde se encuentre, sin dejar rastros de agua ni humedad.
O sea, que a diferencia de los demás fumigadores, este aparato no moja, no hace ruido y como ya dije, mata y remata al coronavirus, ¡muera el coronavirus!
Los responsables de este innovador proyecto son Víctor Irigoyen, un ingeniero civil y comandante de la pandilla de genios que forman Viridiana Isasi Santoyo, Luis Ángel Isasi Santoyo y Carlos Enrique Montes de Oca Alanís, todos ingenieros en mecatrónica egresados del Tec Saltillo.
CRÓNICA DE UN PROYECTO
La historia de esta máquina va de que, cuando empezó lo de la pandemia que tiene al mundo patas arriba, la gente comenzó a preguntarles que qué podían hacer para librarlos de ese virus indeseable, de ese maldito virus.
Entonces los sabios se pusieron a pensar y empezaron a husmear sobre los artilugios desinfectantes que existen y que son de dos tipos: los que trabajan con agua y los que operan con aceite.
“En el caso de los que son base agua, pones el desinfectante en el equipo y de alguna manera le das presión, puede ser manual. Mientras que en los equipos grandes, a través de un motor de gasolina, se mete presión en una tubería donde va el sanitizante líquido y ese sanitizante sale por una pequeña regadera, salen las gotitas que es lo que desinfecta”, dice Víctor Irigoyen.
El problema con ese tipo de equipos, advierte, es que mojan. “Y si vas a sanitizar un lugar como éste, donde los equipos son caros, los puedes echar a perder”.
Ah, olvidé decir que estamos en un laboratorio del Instituto Tecnológico de Saltillo, donde la cuadrilla de científicos me ha citado para una demostración de su tecnología.
Hay también los aparatos desinfectantes que funcionan con aceite, aceite que se quema por medio de una resistencia, pero echan mucho humo, hacen mucho ruido y contaminan. A eso se le llama termonebulización.
“El problema que vimos con estos sistemas, es que no encontramos ningún estudio que avalara la eficiencia del desinfectante cuando se quema en aceite, porque los que van en agua sí están aprobados, en México por Cofepris y en Estados Unidos por la EPA”, dice Irigoyen.
La brigada de inventores se abocó a buscar cómo solucionar el problema de los nebulizadores base agua “que era que mojaban”, precisa el ingeniero Víctor.
Después de una ardua investigación el grupo dio con una tecnología de 1927 y que ellos, al cabo de muchos desvelos, consiguieron adaptar como un generador de aerosol, una máquina sanitizante que no moja, que deja cero rastros de agua y cero humedad, aparte de que no hace ruido.
“No inventamos la tecnología, desarrollamos el proceso para sanitizar de esa manera. Llegar a este fue mucho trabajo, tenemos muchos diseños antes de éste”, detalla Luis Ángel Isasi.
EL CULMEN DE UN AÑO DE TRABAJO
Un año les llevó a estos inventores trabajar en el proyecto para arribar al prototipo final.
Con este modelo, las partículas de líquido sanitizante base agua de mayor tamaño, son retenidas y sólo escapan las de menor volumen, convertidas en aerosol, un vapor blanco y denso, que se parece mucho al que escupen las máquinas de humo de las discotecas, pero que no humedece superficies y aniquila el virus.
Irigoyen abunda sobre su funcionamiento:
“El principio es que se hace vibrar el agua, al vibrar se descompone en átomos y entonces se forma un aerosol. Si pones un cristal, no se le marcan gotas, no se humedece”.
“Al contacto con la superficie se podría decir que las partículas de agua se evaporan y no humedecen”, lo secunda Luis Ángel.
Lo cual permite desinfectar desde computadoras, aparatos electrónicos y demás objetos, sin ningún riesgo.
Ipso facto, los científicos encienden la máquina, que es un aparato cuadrado, metálico, de acero inoxidable, del tamaño de una valija mediana, y que está provisto de una larga y gruesa manguera por donde sale un vapor, ya dije, blanco y denso.
En seguida pasan la manguera por los cristales de unas antiparras, por encima de un Kleenex, para probar que este sistema no moja.
La escena parece sacada de una cinta de ciencia ficción.
“Y esto queda sanitizado”, suelta Luis Isasi.
“Inclusive a las biblias, que son de papel de cebolla, se lo echas y no se humedece”, detalla Víctor.
Luego, y para que no quede duda, pasan la manguera humeante como si tal cosa sobre los equipos que hay en las mesas de este laboratorio.
Irigoyen cuenta que una vez logrado el objetivo de desarrollar una máquina sanitizante que no mojara, el siguiente paso era comprobar que efectivamente este aparato funcionaba para matar al coronavirus.
Fueron al Laboratorio de Microbiología Molecular de la Facultad de Ciencias Químicas de la UAdeC.
“Les dijimos ‘oigan, estamos metiendo un desinfectante que no moja, pero no sabemos si funciona o no’. Hicieron un protocolo de pruebas y después nos dijeron ‘esto sí desinfecta y no moja”.
La máquina, además de sanitizar superficies, es ideal para desinfectar ambientes como salones de clase, guarderías, transporte público y de personal, laboratorios, comedores industriales, oficinas, en cuestión de minutos y con poca agua.
“Cuando acaba la clase entras al salón y sanitizas, tiraste todas las gotas con virus al piso… Vas sanitizando, limpiando el aire, lo que nadie hace. Lo que hay que hacer es desinfectar el aire, pero nadie se ha metido a eso…”, señala Irigoyen.
Un litro de agua, mezclada con desinfectante, que puede ser hipoclorito de sodio y sales cuaternarias, rinde 40 minutos de aplicación.