Lupita, una de las pocas escribanas que quedan en Saltillo

Saltillo
/ 7 enero 2019

"Atrás quedaron aquellos años en los que ella llegaba a las 10:00 horas al mercado, subía hacía el segundo piso y veía hasta a ocho personas formadas en las espera de que ella llegara para quitar el candado y desplegara su mesa de la pared para empezar su jornada de trabajo", dice Lupita

En un rincón de la segunda planta del Mercado Juárez labora María Guadalupe. Ahí permanece sentada hasta por cuatro horas detrás de un escritorio gris, en una incómoda silla de igual color y con una rudimentaria máquina de escribir delante de sus ojos. Con ella escribe cotizaciones, facturas, oficios, cartas, “todo lo que salga”.

María estudió la Licenciatura de Comercio, ocupó el puesto por recomendación de la dueña y afirma que antes de ella varias muchachas pasaron por ese lugar. Ahora es de los pocos escribanos tradicionales que quedan en la ciudad, de esos que se sentaban afuera de los mercados para auxiliar principalmente a aquellas personas que no sabían leer ni escribir, usando únicamente su oído para escuchar bien el dictado y sus dedos para teclear cuidadosamente cada palabra, sin un solo error, plasmando palabras de amor o una que otra mala noticia.

“Hago todo lo que sale, cotizaciones, facturas, oficios, cartas poder, de recomendación. Yo las escribo, a veces las redacto, otras ya las traen nada más para escribirlas, otras veces ellos las hacen. Sí, han venido personas pidiendo que les redacte cartas a familiares, a veces es mucho lo que quieren que escriba o a veces es poco, a veces ya lo traen escrito”, comparte María Guadalupe luego de despachar un cliente de quien afirma, ha venido durante los 15 años que ella tiene en el lugar, cobrándole hasta 20 pesos por trabajo.

Guadalupe acepta que la mayoría de quienes le piden que les escriba una carta, lo hace porque tiene “letra fea”, y con modestia dice que ella no se considera ni lenta ni rápida para escribir, “lo normal”, pero eso sí, con el suficiente cuidado para que en las facturas que realiza, no se vaya ni un solo dedazo. “A veces hago las cosas muy despacito pero para no equivocarme con las facturas y eso. A veces vienen los comisarios a hacer las actas de nacimiento y no puede haber un solo error, entonces prefiero ir muy despacito”, dice y afirma que a lo mucho se puede tardar hasta 20 minutos por escrito.

Con cierta resignación, María reconoce que la clientela ha bajado mucho, por lo que la mayor parte del tiempo solo está sentada detrás de la máquina de escribir. Atrás quedaron aquellos años en los que ella llegaba a las 10:00 horas al mercado, subía hacía el segundo piso y veía hasta a ocho personas formadas en las espera de que ella llegara para quitar el candado y desplegara su mesa de la pared para empezar su jornada de trabajo, y reconoce que es por el uso de las computadoras y el internet. “Antes sí había mucha gente, llegaba y había personas formadas y hasta se peleaban por el lugar, pero ahorita ya no vienen muchos clientes, por lo mismo vengo solo poquitas horas”, dice.

Pese a que el trabajo es escaso, María Guadalupe asegura que le gusta lo que hace puesto que gracias a sus labores ha conocido a muchas personas que entre el tecleo de la máquina de escribir, platican de la hija, el esposo, los padres, siendo partícipe también del acontecer de sus vidas a través de las líneas que diariamente plasma en las ásperas hojas de máquina.

“Siempre vienen preguntando por nosotros, los que aún escribimos aquí. A mí no me gusta salir en cosas así, pero hoy me agarraron de buenas”, dice sonriente.

ENTÉRESE

15 años tiene María Guadalupe en su labor de escribana.

Llega a cobrar 20 pesos por cada escrito.

Realiza cotizaciones, facturas, oficios y cartas, sin un solo error ni de dedo ni de ortografía.

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