Saltillo: Juan Cabello Siller y su vida entre bisturís, epidemias, leyes y letras

Su historia demuestra que la vocación no necesita apellidos ilustres para brillar; solo trabajo, ética y visión de futuro

Saltillo
/ 12 abril 2025
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En una repisa olvidada del tiempo, esas que a veces abrimos sin querer mientras buscamos otra cosa, apareció en la Biblioteca Digital de la Universidad Autónoma de Nuevo León una joya: “Médicos Notables”, escrito por Lázaro Pavía y publicado en 1896.

El libro es más que un registro, es un álbum de retratos escritos, donde los médicos no aparecen con bata ni estetoscopio, más bien muestran los rostros mismos de la vocación y la entereza.

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$!Mayor Médico Cirujano del Ejército, Juan Cabello Siller. en activo en 1888.

Entre sus páginas desfilan treinta y dos nombres, ilustres casi todos, con patria chica y méritos propios. Los hay de la Ciudad de México hasta las montañas de Oaxaca, desde Tampico hasta Morelia, se nombran médicos que curaron cuerpos y dignificaron el arte de sanar. Pero entre todos esos hombres de ciencia hay uno que, al ser leído, obliga a detener la vista. No por celebridad, sino por cercanía. Se llama Juan Cabello Siller y nació en Saltillo.

Ver su nombre entre tantos lo inscribe en la historia de la medicina mexicana de finales del siglo XIX, sí, pero también nos recuerda que desde esta ciudad, muchas veces olvidada, surgieron hombres capaces de labrarse un sitio en el mapa nacional cuando aún era difícil hacerlo sin apellidos de renombre, recomendaciones políticas o mecenas poderosos.

El nombre del doctor Juan Cabello y Siller, rescatado casi por azar de las páginas del viejo libro “Médicos Notables”, es la llave que nos permite asomarnos a una vida que recorrió hospitales, cuarteles, boticas, curules, epidemias y oficinas municipales. Fue un hombre de su tiempo, sí, pero también uno que supo ir un poco más allá, a pesar de haber quedado huérfano de padre siendo apenas un niño. El acta de defunción de su padre, Julián Cabello Dávila, vaya apellidos más saltillenses, señala con frialdad burocrática que murió “a resultas de un balazo”.

Juan nació el primero de mayo de 1859, en Saltillo. Hijo de una época áspera, de esas en que la vocación debía abrirse paso entre la necesidad, aprendió desde temprano que el conocimiento tenía un precio, y que no siempre se pagaba con dinero. Muy joven comenzó a ganarse la vida como ayudante de albañil, hasta que un tío cercano, Desiderio Cabello, notó en él una inteligencia aguda y una voluntad que desentonaba con el polvo de las mezclas y las cucharas. Intuyó que ese no era su lugar, y decidió ayudarlo, asumiendo el papel de tutor.

$!Evento público realizado en la Alameda Zaragoza en 1902, presidido por el gobernador Miguel Cárdenas y el presidente municipal doctor Juan Cabello Siller.

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Juan Cabello estudió en el Ateneo Fuente, después en Monterrey y luego en la Ciudad de México, donde ingresó a la Escuela Nacional de Medicina. Mientras otros leían a la luz de lámparas de queroseno, él trabajaba como dependiente en una botica y como practicante en hospitales públicos. Fue también sargento segundo de caballería y auxiliar de la policía en la ciudad de México. En 1887, luego de años de esfuerzo implacable, obtuvo el título de Médico Cirujano, el cual obtuvo, no por herencia ni por recomendación, sino por méritos propios.

Pero el consultorio no era suficiente. Cabello y Siller vio en el Ejército no solo una institución, sino un laboratorio de realidades humanas. Ingresó como médico militar, y con el 25º Batallón de Infantería participó en el inhóspito territorio sonorense, en la campaña contra los indios yaquis. Más tarde ascendió al grado de Mayor Médico Cirujano del Ejército. Fue allí donde forjó una mirada crítica, se enfrentó a la inercia de los uniformes, al peso insensato de las mochilas, al descuido estructural, al pesado e innecesario equipo que tenían que cargar, que solo minaba la salud de los soldados.

Comprendió que un soldado enfermo o débil es una derrota que comienza antes del combate, ojalá esto lo hubiera sabido Antonio López de Santa Anna, cuando venía a estas tierras en 1847.

Tiempo después radicó en San Luis Potosí, ahí, trabajó en el Hospital Militar y en el laboratorio antirrábico del doctor Miguel Otero. Atendió epidemias, vacunó sin distinción y, cuando hizo falta, prestó sus servicios sin cobrar un centavo. No dejó el puesto hasta que asuntos familiares lo obligaron a regresar a Saltillo.

Instalado en Saltillo, Juan Cabello Siller conoció a la joven María Catarina Adelaida Paredes Espinosa, originaria de Monterrey, hija adoptiva de Desiderio Cabello y su esposa Vita Arango. En la familia, la historia siempre se contó con voz baja, como si algo en ella debiera mantenerse en secreto. Adelaida se convirtió simplemente en Adela y más adelante adoptó el apellido de su padre adoptivo: Cabello.

Lejos de tomarse un respiro por su ardua carrera de médico, volcó su energía al servicio público: fue síndico, regidor, diputado y presidente municipal en tres periodos distintos. Desde la política, sostuvo su apoyo, lo mismo para la salud que a la educación.

$!Retrato del doctor Cabello Siller en la página 329 del libro “Médicos Notables”, de Lorenzo Pavía, editado en México en 1896.

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Su legado más noble quizá sea la fundación de la Escuela Correccional de Coahuila, un intento audaz por transformar el castigo en pedagogía, y la marginación en oportunidad. Allí invirtió no solo su tiempo y su conocimiento, sino también de su peculio.

Las publicaciones de la época le dedicaron elogios sinceros: El Estandarte, El Eco Potosino, El Estado de Coahuila, lo retrataron como un “modelo de caballeros”, un “filántropo verdadero”. Lo decían sin adulación: bastaba mirar su trayectoria para comprobarlo.

Pero no solo con el bisturí o el cargo público dejó huella: también escribió. Su tratado El Alcohol y la Embriaguez Alcohólica, es más que una advertencia médica. Es un documento pionero que analiza el alcohol como fenómeno clínico, social e histórico. Habla de Mareus Graecus, del elixir de Raimundo Lulio, de la leyenda tolteca del rey Teepalcaltzin y la princesa Xóchitl. Y lo hace con un afán que va más allá del diagnóstico: quiere comprender, y que comprendamos.

En 1902 participó en lo que se considera la primera tiroidectomía documentada en México, realizada en Ramos Arizpe. La operación, encabezada por su sobrino, el doctor Anselmo Cabello Aguirre, fue un parteaguas para la cirugía moderna en el noreste del país. En una de las fotos de aquel día, misteriosamente, la imagen de la enfermera fue borrada. Nadie sabe por qué.

Durante casi 15 años alternó la medicina con la política. Fue director del Hospital Civil, responsable del Centro Antirrábico, y atendía su propia botica, La Merced, en la antigua calle de Iturbide, hoy Manuel Pérez Treviño. Preparaba tónicos, escuchaba dolencias y recetaba fórmulas como quien sigue creyendo en la alquimia de lo humano.

En la colonia Doctores, una calle lleva su nombre. Tal vez nadie repare demasiado en ello. Pero los que aún creemos que recordar también es una forma de justicia, sabemos que el doctor Cabello Siller no fue un hombre común.

$!Una calle de la colonia Doctores, de esta ciudad, lleva el nombre del médico ilustre.

Fue uno de esos raros casos en que la ciencia, la política y la ética convergen. Un hombre que no se plegó al favor, que no buscó el brillo, pero dejó una estela luminosa. Y cuando el polvo del tiempo amenaza con cubrirlo, basta volver a leer su nombre, allí, entre los “Médicos Notables” de 1896, para saber que sigue hablándonos. Que su historia aún late entre las calles y callejones del viejo y el moderno Saltillo.

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Quien se asoma con frecuencia a estos relatos notará que no tienen el rigor académico de un artículo especializado. No hay notas al pie interminables ni referencias que obliguen al lector a perderse en paréntesis y abreviaturas. No es un descuido: es una elección. Prefiero que la historia fluya con la naturalidad de una conversación, sin interrupciones, como quien escucha a alguien contar lo que le fue confiado por las voces del pasado. El día que estos textos busquen un sitio en la letra impresa, habrá tiempo para las fuentes, las fichas y los registros.

Lo anterior lo digo porque hace unos días, un amigo, lector atento y generoso, me sugirió que no estaría de más mencionar de dónde brotan algunos de estos datos. No para imponer solemnidad, sino para ofrecer al lector curioso la posibilidad de seguir la hebra por su cuenta. Hago caso de su consejo. Las fuentes están ahí, como puertas entreabiertas: archivos civiles, hemerotecas digitales, libros olvidados, actas manchadas por el tiempo, testimonios familiares.

Basta con querer asomarse. Porque la historia, como la vida, siempre deja migajitas detrás, rastros mínimos, casi invisibles, listas para quien tenga el antojo de volver a revisarlas.

Este texto sobre la vida pública del doctor Juan Cabello Siller se investigó por varias semanas y se terminó de redactar en abril del año 2025, como un esfuerzo por preservar y difundir la memoria de quienes han contribuido al bienestar de nuestra comunidad. Fue compuesto en word, respetando las normas del estilo Chicago, con el deseo de que su contenido sirva a las futuras generaciones como testimonio de la entrega al servicio público.

Fuentes consultadas para la elaboración de este relato.

Fuentes consultadas para la elaboración de este relato.El Estandarte, San Luis Potosí, 7 de octubre de 1890.

La Sombra de Zarco, Saltillo, fecha no especificada.

El Eco Potosino, 10 de agosto de 1880.

Periódico oficial El Estado de Coahuila, 17 de febrero de 1895.

El Bien Público, periódico político, científico y literario. México 30 de abril de 1896.

Archivo de la Escuela Nacional de Medicina, Ciudad de México.

Gaceta Médico-Militar, publicación especializada (referencia al Dr. Antonio Correa).

Médicos Notables, Lázaro Pavía, editado por Eduardo Dublá, Ciudad de México, 1896.

Libro en la Biblioteca Digital de la Universidad Autónoma de Nuevo León. http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080046266/1080046266_01.pdf

El Alcohol y la Embriaguez Alcohólica. Breves Apuntes Médico-Terapéuticos Sobre el Alcohol y sus Efectos. Tipografía del Gobierno en Palacio, Saltillo, Coahuila 1899. editado por Severiano Mora.

Libro de Ildefonso Dávila del Bosque, Alcaldes de Saltillo, Archivo Municipal de Saltillo mayo de 1999.

ANALES MEDICOS, Historia y filosofía de la medicina, Anselmo Cabello Aguirre y la primera tiroidectomía en México, Ricardo Fabián González Fisher, Rodrigo Cabello Iniesta https://www.medigraphic.com/pdfs/abc/bc-2008/bc082h.pdf

Anales Médicos de la Asociación Médica del Centro Médico ABC. https://www.medigraphic.com/cgi-bin/new/resumen.cgi?IDARTICULO=17311

Periódico El Siglo de Torreón, articulo de José León Robles de la Torre, aparecido 25 oct 2011 https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/2011/personajes-en-la-historia-de-mexico.671841.html?utm_source=chatgpt.com

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