‘Sendereando en Coahuila’; la pasión y el legado de Salvador Hernández
En entrevista, el columnista de VANGUARDIA, exrector de la UAdeC y un apasionado del desierto, la biodiversidad y el senderismo, nos platica cómo es que convirtió sus hobbies en un libro y en expediciones por los rincones del estado
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El equipo de Coahuila Natural está puntual a la hora señalada para entrevistar a un personaje que tiene la autoridad para hablar del senderismo, del amor por la montaña y de la biodiversidad que rodea cada cerro que pisa.
Llegamos y nos recibe con una sonrisa afable y un apretón cálido de manos. Nos permite entrar a su oficina personal, llena de libros y de letras: es una biblioteca en toda la extensión de la palabra, que no podría faltar a una persona que ha escrito al menos dos decenas de libros, en los que comparte su vida y conocimientos.
Cuando sucede esto, convierte a una persona en un ser generoso y precisamente el motivo que hizo que agendaramos esta cita, fue encontrarnos con un magnífico libro que escribió sobre el senderismo llamado “Sendereando en Coahuila”.
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UNA PASIÓN TEMPRANA
El ingeniero Salvador Hernández Vélez, recientemente ex rector de la Universidad Autónoma de Coahuila, nos cuenta que nació en Viesca, Coahuila, solo nació, ya que sus padres vivían en un pueblo minero que está al sur de Viesca, a un lado de Durango, que se llama Acacio, en el municipio de San Juan de Guadalupe, Durango. Sus abuelos eran mineros y tenían sus minas en la sierra de Ramírez.
Nos cuenta: “La vegetación en este lugar es una vegetación del desierto, no como la que está en la sierra de Arteaga. Desde niño aprendí muchas cosas de la vegetación de ese lugar, como el nombre de las plantas de la región. A mi abuelo y a mi papá les gustaba mucho ir de cacería, y por ser el hijo y el nieto mayor me llevaban. La cacería no era algo atractivo para mí, así que nunca maté un venado, pero me gustaba acompañarlos porque podía observar muchas cosas en el monte.
Los cazadores antiguos tenían una práctica común que era “huellar el venado” es decir, rastrearlo a través de sus huellas, ¿de qué manera?, bueno al observar las piedras movidas, decían: por aquí pasó, o aquí el animalito mordisqueó la hierba. Esa parte de la observación fue lo que me gustaba mucho desde joven. Considero que desde entonces lo traía, el caminar, senderear los montes, cerros y montañas. Así que siempre he regresado a caminar a ellos”.
“Cuando vivía en Torreón desde joven y aun en el presente -continúa el ingeniero Salvador- durante 15 años corría un promedio de 35 a 40 minutos, es decir siempre realicé ejercicio. En el año 90 me fui a la Ciudad de México a trabajar por seis años y me encuentro con un problema de que para poder ir a correr, para ejercitarme, necesitaba de 20 a 30 minutos extras, tanto de ida y vuelta, para llegar al lugar donde podría hacerlo y realmente era muy complicado en una ciudad como lo es la Ciudad de México, así que comencé a realizar ejercicio en casa. Cuando regreso a Torreón, me integro a un grupo que subía el Cerro de las Noas, que tiene mil 200 metros caminados y como 115 metros de altura. Casi por seis años, de cuatro a cinco días a la semana, estuve digamos ‘sendereando’ el Cerro de las Noas.
Llegábamos a las 6:30 A.M., subíamos y bajábamos, luego nos íbamos a nuestras casas y ya para las ocho de la mañana estábamos bañados y listos para comenzar nuestras actividades diarias. En algunas ocasiones subimos por la parte de atrás, por ‘las antenas’, donde las primeras están a dos kilómetros, luego están las segundas, donde tienes que caminar dos horas para llegar, esta ruta sí la hicimos, pero solo fuimos unas tres o cuatro veces con el grupo que sendereábamos”, nos dice mientras observamos como trae el recuerdo a su memoria con satisfacción.
UN HOMBRE SIEMPRE ACTIVO
La plática con el ex rector continúa interesante: “Cuando llegué a Saltillo -nos comenta- seguí con mi reactivación física y haciendo ejercicio. Cuando empecé como Rector en el 2018, los estudiantes me invitan a cruzar el Camino del Cuatro, que es un camino muy bello, hecho a raíz de que no había conexión entre Arteaga y Saltillo y por allí traían las carretas con toda la agricultura que la gente venía a vender de Arteaga a esta ciudad. El camino es muy bonito, ya que cuenta con puentes de arcos que son de ‘mampostería’. Una vez que se construyó la carretera de Los Chorros, este camino se dejó de usar. En el Camino del Cuatro, un día los estudiantes dijeron que si podíamos hacer una lectura en este lugar y sí lo hicimos en el primer mirador de esta ruta, éramos como unas 250 personas e hicimos lectura en atril, fue una actividad muy satisfactoria”.
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“Fue entonces que de nuevo un grupo de estudiantes me invita a cruzar el Camino del Cuatro desde abajo, donde están las norias, hasta el otro lado, donde está el Diamante; lo cruzamos caminando en siete horas los 18 kilómetros de distancia entre ambos puntos”.
“Cuando venía bajando por la sierra de Zapalinamé después de este recorrido -nos dice mientras continúa la conversación- en un grupo de WhatsApp donde estamos amigos que nos gusta senderear, ‘subo’ una mensaje donde contaba que acabamos de recorrer el Camino del Cuatro, y un amigo de Monclova me dice: ‘te invito a que vengas a subir a Catujanos’, que se encuentra en Municipio de Candela”.
Y entonces nos enriquece con un poco de historia: “Candela que en un principio perteneció a Nuevo León, fue la solución para cuando Benito Juárez les quitó la salida a los nuevoleoneses para que no tuvieran frontera con Estados Unidos de América, esto fue por un problema que tuvo con el estado de Nuevo León. Entonces los nuevoleoneses negociaron con Coahuila y estos le dieron el ‘cachito’ que hace frontera y se llama Colombia, para que pudieran tener un acceso con los Estados Unidos, esto a cambio de lo que es el municipio de Candela y precisamente es allí donde queda Catujanos, que es una meseta que tiene como 12 mil hectáreas y dos ojos de agua”.
Continua: “para subir y bajar Catujanos, se hace por un solo punto y el camino está en una pendiente muy pronunciada y el nivel de dificultad es alto. La parte de arriba de Catujanos actualmente es un rancho ganadero, pero sin duda es un lugar muy bonito, este lugar perteneció a Santiago Vidaurri, uno de los fundadores de Nuevo León. En esta meseta están las cuevas donde vivieron los indios Catujos, mismos que desaparecieron”.
Nos cuenta que después lo invitaron a visitar el Cañón de San Lorenzo, que subió por la ruta de Los Aguajes y el Sendero de los Arrieros. También en alguna ocasión cruzó San Lorenzo para salir a Vista Hermosa. También sendereó el río Sabinas y el río Bravo. Otro lugar que visitó está en el municipio de La Madrid, allí tuvo que atravesar el pueblo hasta llegar a las faldas de la sierra que está enfrente, nos dice: “es como un cañón, luego caminamos como nueve kilómetros y llegamos a un ojo de agua que debe tener unos 15 metros de altura de donde cae una cascada, que al tocar fondo forma un estanque grande que luego se convierte en una acequia que alimenta las huertas de los habitantes de La Madrid”. También nos comenta que ha caminado en Cuatro Ciénegas, en la salida hacia Ocampo, en los ojos de agua que se hallan por esos lugares, caminando de una poza a otra. El ingeniero nos comenta sonriendo: “realmente yo no conocía estos lugares, a mí quienes me invitaron y me llevaron fueron los estudiantes y resultaron unas experiencias sumamente agradables”.
COMPARTIENDO UNA PASIÓN
Sin duda alguna los estudiantes saltillenses jugaron un papel muy importante en la pasión por caminar que ya traía desde pequeño el ingeniero Salvador Hernández: lo llevaron a conocer y caminar por varios arroyos en la ciudad, como el Arroyo del Pueblo, el Arroyo de Ceballos, el de la Tórtola y otros más, que nos dice son lugares muy bonitos. Continuamos la charla: “nuestras caminatas no solo eran de esparcimiento, sino que junto a los estudiantes, íbamos a limpiar los arroyos, principalmente el de Ceballos, lo hicimos de la mano con Eglantina Canales Gutiérrez, cuando estuvo al frente de la Secretaría del Medio Ambiente”.
Sabemos y lo constatamos al ver su biblioteca personal, que al ingeniero le gusta leer y nos dice lleno complacencia que es autor de 20 libros al día de hoy. A las manos de nuestro equipo de Coahuila natural llegó un ejemplar increíble que fue la excusa perfecta para concertar la conversación de esta tarde, mismo que escribió el ingeniero que se titula “Sendereando en Coahuila”, y le pedimos que nos cuente cómo es que surgió la idea de escribir sobre el tema: “el libro de senderismo que escribí realmente nació en VANGUARDIA, ¿por qué?, porque está conformado de puros artículos que escribí para el periódico, es un compendio de ellos, los trabajé e integré el libro, son las experiencias vividas en todos los caminos que he sendereando en el estado. También en el libro de “Jimulco y sus alrededores”, es lo mismo, son artículos que escribí sobre mis experiencias en los recorridos y lo que observaba en ellos”.
“Donde he sendereando mucho es en la sierra de Jimulco, que es parte del lugar donde nací. Soy ejidatario en Viesca desde el año del 2002. Precisamente un día que venía de senderear en la sierra de Viesca, cuando veníamos de regreso como a las cuatro de la tarde, entrando por el pueblo, estaba un grupo de gente en un mezquite, me detuvieron y me dijeron: ‘Oye Salvador, queremos platicar contigo, y me preguntaron si conocía el lugar donde caminaba, le dije: ¡claro!, vamos casi cada semana’, y resulta que cuando les pregunté a ellos sí conocían el lugar, me contestan que no, que no lo conocen, solo tienen la tierra porque la heredaron”, apunta.
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Continúa: “el ejido donde soy ejidatario, tiene 20 mil 600 hectáreas, somos 26 ejidatarios y lo declaramos área natural protegida voluntaria y también lo hicimos Unidad de Manejo y Desarrollo Sustentable (UMA) para proteger de la explotación. Le damos oportunidad a los ejidatarios de alrededor que entren a nuestra zona en el ejido, ya que hicieron un uso incorrecto de sus recursos forestales no maderables (RFNM), y ya no tienen candelilla y lechuguilla.
Nosotros sendereamos en nuestro ejido y son puras lomas, el promedio de altura debe estar en mil 600 metros sobre el nivel del mar (msnm). Hemos caminado toda La Laguna de Viesca, que es una laguna seca, es lo que llamó “senderar por amor”; para conocer el entorno.
DOS PERSONAJES QUE LO MARCARON
Conocí por mi hermano Rodolfo, a Günter Walter Bauer Erfurth, un alemán que nació y estudió en Bonn, y nos contaba que cuando era niño, su abuela tenía tres o cuatro macetas con cactáceas en Alemania y que no sabía cómo llegaron hasta allá. De pequeño estas le daban curiosidad y las tocaba y se espinaba cuando lo hacía. Finalmente este alemán estudió mecánico eléctrico y luego en España estudió una Maestría en Medioambiente, relacionada con los desiertos. Se vino a México a trabajar en la Volkswagen en Puebla, aprendió el español y se vino Torreón, bueno al lado, a Gómez, porque lo habían aceptado en la Escuela Superior de Agricultura y Zootecnia de la Universidad de Juárez del Estado de Durango, allí conoció a mi hermano que estudió la carrera de ingeniero agrónomo y Günter, le enseñó la frase que decía, “hay que tener amor a la espina”, ya que no entendía que no se apreciara lo que teníamos en el desierto. Para él era una belleza y una maravilla, de hecho vivió con nosotros en casa hasta que falleció, fue un gran conocedor de las plantas del desierto, así como el rector de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, con quien conviví mucho, don José Ángel de la Cruz Campa, quien me invitaba a que conociera varios lugares, y yo lo llevaba, era su chofer y andaba de un lugar a otro. Todo lo anterior me llevó a que me gustará senderar, más que nada en el desierto, bajo el sol ‘picosito’, que en el bosque”, nos comenta.
Entonces la conversación nos lleva a hablar del lugar donde vivió sus primeros años de vida y al que entendemos que su corazón pertenece y está prendado, lo notamos en la ternura con la que nos cuenta de su lugar de origen: “Les comento que en Viesca estamos realizando un jardín etnobiológico. Viesca fue la primera comunidad de La Laguna por el lado de Coahuila que se pobló. En 1936 se dio el reparto agrario en La Laguna y tuvo un gran desarrollo hasta 1960, porque fue a partir de allí que se construyeron grandes presas y dejó de llegar agua. Viesca era como Parras de la Fuente, en sus calles corría el agua por las acequias y esto con el tiempo se agotó. También había un tren que corría de Torreón y pasaba por Viesca y su recorrido finaliza hasta donde está actualmente el Archivo Municipal en Saltillo. A principios de los 90 quitaron las vías y desapareció la ruta, luego la carretera que hicieron para comunicar no pasa por Viesca y así que quedamos aislados, sin carretera, sin vías de ferrocarril y sin agua; de tener unos 15 mil habitantes, en el presente se tiene tres mil, por quedar fuera de todas las vías de desarrollo”, apunta.
“Así que para reactivar el municipio, con el apoyo de la CONAHCYT, estamos haciendo el Jardín Etnobiológico, en doce hectáreas que le regaló el municipio a la universidad. En esa tierra estamos sembrando plantas del desierto que traemos del ejido al que pertenezco; realizamos un convenio entre la universidad y el ejido, avalado por la Conafor, Profepa y Semarnat y ya tenemos 11 mil plantas establecidas en el jardín. La gente ya comienza a venir a verlo y esperamos que se vuelva un lugar atractivo. Es la contribución de la universidad al desarrollo de Viesca, que necesita alternativas de espacios turísticos, el proyecto ya lleva tres años y medio, solo falta poner más bonito el espacio. También tenemos tres años que en el ejido se organiza una carrera trail, de 10, 20, 30 y 50 kilómetros, el último domingo de noviembre, que se llama AMENA, (Asociación Mexicana de Niños con Epilepsia), que es por una asociación de niños con epilepsia. Todo se hace para crear oportunidades para seguir con el desarrollo de la zona y para darla a conocer”, puntualiza.
SE TRATA DE SUBIR DE NIVEL EL CAMINAR
Hay un término que nos llama la atención en el libro que mencionamos, “Sendereando en Coahuila” que es “la filosofía de senderear” y le preguntamos qué significa este término: “Pues es más que solo caminar, -nos responde-, es observar, conocer la biodiversidad, la historia y adquirir conocimiento de cada camino y ruta, aprender de la tierra que pisamos. Aplicar “la filosofía de senderear”, es subir de nivel al caminar, es pensar más allá del paso a paso, de medir las calorías y las fotos. Es levantar la mirada, descubrir otro mundo, tener la capacidad de la contemplación. Por ejemplo, cuando encontramos una cactácea que su flor dura solo uno o dos días, es impresionante, son plantas de sobrevivencia, ya que está en un lugar donde no hay agua, ni quien la cuide. En otra ocasión te puedes encontrar una planta que nace en la grieta de una piedra donde se ha acumulado tierra, es un acto de supervivencia de la naturaleza. En la ruta del Camino del Cuatro, con los estudiantes, he bajado a los estudiantes a que entren a los puentes, que vean la arquitectura y la obra ingenieril que está allí establecida, no tienen varilla y están muy bien construidas y permanecen allí al paso de la historia”, nos comenta con palabras que ilustran esa filosofía para adquirir sabiduría de la experiencia que le ha dado la vida.
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Para finalizar, nos comenta: “en Saltillo no hay una práctica de mucho senderismo, caminar en el cerro, las montañas y la sierra. Los saltillenses deberían caminar y cuidar sus espacios, sus arroyos que ciertamente muchos están muy sucios, pero es a causa de la gente que no los cuida, que no respeta estos espacios; al contrario los daña, lástima y pues es cierta la frase de que el principal depredador de la naturaleza son los mismos humanos. Así que no hay que dejar de hacer conciencia todos los días de valorar y respetar los tesoros no renovables con los que actualmente contamos”.
Es así como terminamos una plática de un poco más de dos horas con un hombre que conoció gran parte del estado caminando, sendereando, viviendo apasionadamente una de las cosas que más le gusta: estar cerca de la naturaleza, el desierto y aprender de la biodiversidad de la tierra que pisa.
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