Dora Elia Ruiz García nació para pasar su vida explorando. Cuenta con más de 30 años de experiencia como brigadista voluntaria y guardaparque en bosques y áreas forestales, lo que la ha llevado a establecer una estrecha relación con su comunidad incluso en los días más desafiantes.
Sus ojos no vacilan: miran profundamente y quieren enseñarte algo.
Ella habla con seguridad de roble. En sus recorridos se detiene al inicio del sendero de Lorenza, en el Cañón de San Lorenzo,y saca de su mochila un ejemplar de color verde y cresta roja. Entonces explica que esta especie, en peligro de extinción, habita en los nidos que se observan en la pared del fondo: esa pared montañosa que muchos han visto de cerca, incluso la rapelan, la trepan, la caminan.
Desde hace más de 15 años trabaja con brigadas juveniles realizando acciones de conservación ambiental, sobre todo durante los veranos, tiempo en el que los jóvenes pueden realizar su servicio social, prácticas profesionales, o bien, desempeñarse como voluntarios.
“Se aprende mucho porque los traemos en campo y pueden trabajar en distintos sitios, en Saltillo, en el Museo del Desierto, en el Museo de las Aves, en el Parque Ecológico El Chapulín, pero también en el Cañón y en áreas rurales. Aprenden sobre conservación, elaboración de composta, cuidado de jardines”, menciona Dora Elia.
Finalmente, destaca que “este tipo de actividades proveen a los jóvenes y adultos experiencias únicas y de trabajo en equipo, de resolución de problemas, integración en las brigadas, se forja el carácter y se aprende a vivir en independencia y libertad”.
Dora Elia, Dora “la exploradora” o “la abuela araña”, es juguetona a la hora de querer compartir su conocimiento. Se nota que le apasiona. Afortunadamente no es la única mujer brigadista que se ha sumado a las filas de Profauna, como lo mencionó a VANGUARDIA:
“La mayoría son mujeres. Soy afortunada porque me tocó, desde el principio, crear el primer programa de Educación para la Conservación de la Sierra. Se acababa de decretar y estuve trabajando en Profauna, luego en el Gobierno Municipal, el Estatal, pero la vida fue buena conmigo y regresé nuevamente, nunca me he retirado de la asociación, siempre he sido parte de ella”, dice.
Entre las actividades que realiza se encuentra la divulgación, educación para la conservación e interpretación ambiental en distintos senderos montañosos de distintos ejidos de Saltillo y sus alrededores.
“Tengo la oportunidad de trabajar en lo que más me apasiona, que es la educación para la conservación, comunicación e interpretación ambiental. Desarrollo programas tanto para niños desde educación básica hasta universidad, y Profauna me ha dado la oportunidad de crear materiales, proyectos y programas dirigidos a diferentes públicos para fomentar la cultura del cuidado de la Sierra de Zapalinamé, ya que es la principal proveedora de servicios ecosistémicos que tenemos aquí”, apunta.
Algunas de sus publicaciones son “La Pesadilla del Osezno”, “Manual de Huertos Familiares” y “Protocolo de Atención de Conflictos con Oso Negro”, por mencionar algunos que han sido revisados por el Consejo Editorial de Profauna, mismo que está conformado mayoritariamente por mujeres miembros de distintas universidades, escuelas y dependencias del ámbito gubernamental y no gubernamental.
Esto, definitivamente, es algo que enorgullece a Dora Elia.
“Estos materiales educativos son revisados por un comité de educadores ambientales y ellos son quienes me ayudan a revisar y mejorar todos mis materiales educativos y los programas; la mayoría son mujeres. Cada año vamos generando nuevas lecciones, nuevos manuales, y cuando tenemos presupuesto está padre porque armamos mochilas sobre cada tema para que a los niños les interese y les guste”, señala.
FORMANDO BRIGADISTAS
La experiencia ha sido aliada para Dora Elia al momento de transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones de guardaparques y brigadistas.
Desde hace más de 15 años trabaja con brigadas juveniles realizando acciones de conservación ambiental, sobre todo durante los veranos, tiempo en el que los jóvenes pueden realizar su servicio social, prácticas profesionales, o bien, desempeñarse como voluntarios.
“Se aprende mucho porque los traemos en campo y pueden trabajar en distintos sitios, en Saltillo, en el Museo del Desierto, en el Museo de las Aves, en el Parque Ecológico El Chapulín, pero también en el Cañón y en áreas rurales. Aprenden sobre conservación, elaboración de composta, cuidado de jardines”, menciona Dora Elia.
Finalmente, destaca que “este tipo de actividades proveen a los jóvenes y adultos experiencias únicas y de trabajo en equipo, de resolución de problemas, integración en las brigadas, se forja el carácter y se aprende a vivir en independencia y libertad”.