Kurt Warner, ejemplo de que la edad no importa

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El futbol americano promueve una filosofía de disciplina y trabajo duro. Un pasador que a los 28 años no había iniciado un juego profesional es el mejor ejemplo de esas virtudes
Al espectáculo más grande del mundo le encantan las historias de Cenicienta que vienen del olvido y brillan cuando todas las luces están enfocadas a ellos, y entre éstas, pocas rivalizan con el trayecto recorrido por Kart Warner, cuya carrera parecía concluida en 1994, para revivir en forma espectacular seis años más tarde.
Ningún equipo de la NFL se interesó por el quarterback, quien pasó más de un año trabajando como gerente de una tienda de abarrotes en su natal Cedar Falls, Iowa (36 mil habitantes) hasta que, decidido a jugar profesional, buscó una oportunidad en el futbol arena.
Para quienes han pensado en el futbol como su forma de vida, esta opción es la única posible cuando su carrera se encuentra en un callejón sin salida, pero Warner no sólo la usó para mantenerse sino que sacó ventaja de la velocidad y agilidad mental que demanda este deporte.
Luego de tres temporadas jugando para los Barnstormers de Iowa, Warner fue invitado por los Carneros de San Luis a hacer una prueba. El propio jugador recordó, años más tarde, que durante el campo de entrenamiento sólo le permitieron conducir una serie, en la que no acertó un solo pase, pero el entrenador, Dick Vermeil, un veterano que se alejó de la liga durante casi 20 años, le vio alguna cualidad y lo envió a sazonarse a la NFL Europa.
A su regreso, en la campaña de 1999, Kurt fue colocado como segundo suplente del quarterback titular. En el tercer juego de la pretemporada, Trent Green, la base del plan para regresar al equipo a sus buenos días, sufrió una lesión en la rodilla que lo inhabilitó por todo el año. Vermeil tuvo que voltear a la banca y darle el balón al pasador que, a sus 28 años, no había iniciado un juego en la NFL.
Para su sorpresa, y de toda la liga, Warner guió a los Carneros a una temporada de 13 juegos ganados, tres perdidos, su primer campeonato de la División Oeste de la Liga Nacional en 15 años, más dos victorias en postemporada. Su actuación, de 41 pases de anotación y más de 4 mil yardas, fue tan brillante que opacó el tremendo año del corredor Marshall Faulk, quien corrió más de mil yardas y acumuló mil más en recepciones, un logro rara vez alcanzado.
En su gran oportunidad en el gran escenario brilló más, si es posible. Tiró pases para un récord de 414 yardas y dos anotaciones en el Súper Tazón XXXIV, ayudó a su equipo a romper un empate con menos de tres minutos por jugar para completar el recorrido de remplazo anónimo-curiosidad nacional-superestrella.
Dos años más tarde, Kurt regresó a su equipo al Súper Domingo y sólo una estrella naciente, Tom Brady, otro sustituto que superó al titular, le arrancó un segundo campeonato de la NFL y su segundo nombramiento como el Jugador Más Valioso de la final.
En 2008 regresó a los primeros planos; a su salida de San Luis, en 2003, perdió su condición de líder de la ofensiva ante dos jóvenes, primero Eli Manning en los Gigantes, y luego Matt Leinart en los Cardenales. Llamado al relevo de Leinart, primera selección del draft en 2006, llevó al equipo nacido en San Luis que se mudó a Arizona en los 90 a su primer Súper Tazón, donde enfrentaría al ejemplo de una franquicia exitosa, los Acereros de Pittsburgh.
En un juego de volteretas y jugadas espectaculares, Warner se reservó una escena para los clásicos, al lanzar un pase de anotación de 67 yardas a Larry Ftizgerald y darle la ventaja a su equipo con 2.37 minutos por jugarse. Para su mala fortuna, en el equipo contrario tenían preparada una jugada más grande, el balazo de Ben Roethlisberger a Santonio Holmes para llevarse el juego.
Se necesitaron dos jugadas históricas para quitarle a Kurt Warner un par de premios al Jugador Más Valioso del Súper Tazón, pero ni eso opaca la tremenda capacidad del desconocido que nunca se dejó vencer por el desánimo.